cuchillo que Alberta Spanio tenia clavado en el cuello probablemente echaba por tierra esta hipotesis.
Stella empolvo tambien el vaso y encontro tres buenas huellas. Vertio el liquido en un receptaculo de plastico con tapa enroscable que habia sacado del maletin y guardo el bote en el mismo lugar del que saliera; luego introdujo con mucho cuidado el vaso en un sobre de plastico y lo sello.
– ?Quieres echar un vistazo? -dijo Danny desde la puerta abierta del lavabo.
Habia cepillado el pomo de la puerta en busca de huellas; encontro algunas, y las retiro con sumo cuidado.
– Ya voy -dijo Stella apartandose de la cama.
Entro en el lavabo y miro hacia la ventana abierta.
– ?Cuando murio? -pregunto Danny.
Stella se encogio de hombros.
– El cuerpo esta frio, no puedo saberlo con seguridad. Tal vez Hawkes pueda calcularlo, pero no esta helada. Creo que no puede hacer mas de tres horas.
– ?Cuando dejo de nevar? -pregunto Danny.
– No lo se -dijo Stella-. Hara unas cuatro o cinco horas. Lo comprobaremos.
– El asesino tiene que ser menudo -dijo Danny estudiando la pequena ventana abierta-. Debio de descolgarse desde arriba con una escalera o una cuerda. No hay escalera de incendios. Menudo numero circense con el viento y la nieve.
Stella se acerco a la ventana, saco un par de guantes de latex nuevos de su bolsillo y se los puso, estiro el brazo y paso los dedos por la parte inferior del marco de madera. El frio le corto las mejillas y se echo hacia atras.
– Lleva la ventana al laboratorio -dijo.
– Bien.
– Comprueba la taza del vater tambien -dijo ella evitando sorberse la nariz.
– Ya lo he hecho -respondio el-. Nada.
– Entonces vayamos los dos a la habitacion. Yo estudiare el cuerpo, la cama y la mesita de noche. Tu el suelo y las paredes.
– ?Primero saco la ventana? -pregunto.
– La ventana puede esperar hasta que hayamos acabado.
En la habitacion de al lado, Taxx estaba diciendo:
– Miralo tu mismo.
Se acerco a la ventana y miro hacia el exterior. Flack estaba a su lado. Collier permanecio en medio de la habitacion, mirando hacia la puerta abierta del dormitorio, sin dejar de mover los dedos nerviosamente.
– Seis plantas hacia arriba -le dijo Taxx a Flack-. Sin escalera de incendio.
– ?No hay nada junto a la ventana del lavabo? -pregunto Flack.
Taxx nego con la cabeza.
– Un muro de ladrillo. Miralo tu mismo.
– Lo hare -dijo Flack-. ?Y no oisteis ningun ruido en el dormitorio en toda la noche?
– Nada -dijo Taxx.
– Nada -anadio Collier.
– Cuando se fue a la cama… Decidme que paso.
Los dos policias coincidieron, habia sido igual que las dos noches anteriores. Alberta Spanio se llevo una copa al dormitorio, tomo dos pildoras para dormir, dijo «buenas noches» con la copa en la mano, cerro el pestillo y, probablemente, se metio en la cama. Habia un televisor en el dormitorio, pero los dos hombres que la custodiaban aseguraron que no oyeron que lo pusiese en marcha y no estaba encendido cuando forzaron la puerta. Tampoco habian oido ningun ruido en el bano ni en la ducha, y sabian que Alberta ya habia hecho todo lo que tenia que hacer en ese sentido. Se habia duchado hacia dos noches. Ademas, la habian visto tomar las pastillas para dormir y dar un largo trago de whisky. Debio de dormirse un minuto despues de cerrar la puerta.
– ?Que demonios ha pasado? -pregunto Collier mirando hacia el dormitorio, suponiendo que, probablemente, no iba a conseguir un ascenso en toda su vida.
Flack no respondio. Sabia que Collier no esperaba ninguna explicacion. Cerro su libreta.
3
El apartamento de Lutnikov era pequeno: disponia de salon y de un pequeno dormitorio y una reducida cocina en un rincon.
El salon era mas bien una biblioteca, con libros colocados de cualquier manera en estanterias que cubrian tres de las paredes desde el suelo al techo. Habia un gran escritorio de madera con una maquina de escribir encima, en medio de la habitacion. El escritorio, cubierto con un maremagno de papeles, recortes de periodico y revistas, daba la espalda a la amplia ventana; de ese modo, la luz debia de llegarle por encima del hombro mientras trabajaba. La pila de papeles amontonada sobre el escritorio amenazaba con caer al suelo, y de hecho, algunos de los papeles parecian haber caido.
Habia un sillon reclinable no muy lejos del escritorio, una lampara detras y una pequena mesita al lado cargada de libros. Frente al sillon habia un mullido sofa de color marron que, sin duda, necesitaba una reparacion, pues era bastante viejo, aunque no lo suficiente para ser calificado como una nostalgica antiguedad de los anos cincuenta.
La unica otra habitacion del apartamento que el gerente abrio para Aiden y Mac fue el dormitorio de Lutnikov. En este habia mas estanterias repletas de libros y revistas apiladas, un tocador, un armario, un arcon con cajones y un televisor Sony blanco de veintisiete pulgadas encima de este, y una cama de matrimonio pulcramente preparada al estilo militar, en claro contraste con el caos que imperaba en el resto del apartamento.
– La cocina esta ahi -dijo el gerente, un hombre llamado Nathan Gremold, de unos sesenta anos, muy bien vestido; llevaba una corbata ancha de color plateado. Gremold hacia anos que era el gerente de Hopwell y Freed, la tercera compania inmobiliaria mas importante de Manhattan, especializada en edificios de apartamentos exclusivos. Se habia esforzado por no manifestar su desaprobacion de la aparente indiferencia mostrada por Lutnikov respecto a la exquisita vivienda que ocupaba.
La zona que senalo no era propiamente una cocina sino un rincon preparado como si lo fuese, y no resultaba necesario senalarlo.
Aiden y Mac se movieron por el salon, pasaron junto al escritorio camino de la diminuta cocina un paso por detras de Nathan Gremold. La cocina estaba inmaculada. Estaba algo mas que ordenada. Habian frotado a conciencia, la encimera estaba impecable, no tenia nada encima a excepcion del salero y el pimentero de madera a juego.
Mac abrio los armarios. Tetrabriks y latas perfectamente alineadas. Habia un estante dedicado en exclusiva a cajas de cereales.
– A este hombre le gustaban los cereales -dijo Aiden.
Mac saco una caja, la examino brevemente y volvio a colocarla en su sitio.
La nevera estaba bien surtida pero no del todo llena. Habia un carton de leche de soja con vainilla casi lleno en el estante superior, junto a una rebanada de pan de cereales a medio terminar perfectamente envuelta.
Regresaron al salon, donde les esperaba Nathan Gremold, con las manos a los lados.
– Estaremos bien -dijo Mac-. Cerraremos la puerta cuando acabemos. Solo dos preguntas -dijo Mac mientras Aiden se dirigia al escritorio y empezaba a estudiar las pilas de papeles y la maquina de escribir.
Gremold dudo.
– Digame.
– ?El senor Lutnikov era dueno del apartamento? -pregunto Mac.
– No -respondio Gremold-. Estaba de alquiler.
– ?A cuanto asciende el alquiler?
– Tres mil al mes -dijo Gremold-. Este es uno de los pocos apartamentos economicos que tenemos.
– ?Como pagaba?