desde Leon, cortejando a alguna pastora aburrida, un paisaje desierto tras la noche en blanco, lo pateo a fondo una vez mas, entre unas lajas de arenisca un circulo negro azabache reclamo su atencion, saco la muestra y se confundieron los colores, probo con la navaja, a patadas, se insulto mentalmente por no haber traido herramienta alguna, forcejeo duro, quizas horas, pero por fin tuvo en sus manos una pieza de, no quiso calcular los kilos, traia mala suerte el hacer numeros, ni siquiera sabia a cuanto estaba el kilo y le mareaban las cifras que se manejaban en charlas de taberna, se seco el sudor y reconocio el lugar para volver a el con los medios adecuados, parecia mentira, la de veces que no habria pasado por alli, por el valle del Oro, viejo itinerario de la ferreria de Arnadelo, justo cien metros por encima de la lapida de letras borradas y huellas dificilmente legibles, «Camino del'Ouro, feito por don Ramon do Valle en 1893», un camino ya imaginario.

– Te lo pago a cien.

– No, prefiero ir a la fuente a ver que mana.

Estaba viviendo un sueno, nervioso como si estuviera desabrochando la blusa de Celia y tuviera la doble fortuna de senos y billetes al alcance de su deseo. En Ponferrada cruzo la puerta de Jocarisa, timido letrero de madera pirografiada, con la misma inquietud que la de la iglesia el dia de su boda, la del que es consciente que empieza una nueva etapa de su vida y ya nada volvera a ser como era, un amplio espacio abierto de paredes desnudas, suelo de baldosa con infinitos desconches y al fondo un mostrador corrido, largo como el de una tienda, con el unico utensilio visible de una balanza de ultramarinos, se puso a la cola procurando contener el temblor de las rodillas, de primerizo, le llego el turno y se enfrento al del otro lado del mostrador, un tipo moreno de buzo y corbata, un detalle que no le gusto nada, tampoco el bigotito recortado, con el aire de superioridad del acostumbrado a enganar al projimo y dejar agradecida a la victima, le pregunto:

– A ver, ?que me traes?

– ?Es usted el senor Arias?

Jose Carlos Arias, sociedad anonima, era Jocarisa.

– Que mas quisiera, soy el encargado.

– Quiero hablar con el senor Arias.

– Pues como no vayas al Dolar, no le encuentras, esta echando la partida.

– ?Tan temprano?

– ?Y a ti que te importa la hora en que le sale de los huevos echar la partida, di?

– No, si no me importa.

– Si quieres colocar la ganga este es el lugar, y rapido, que no nos sobra el tiempo, a ver, ?que traes?

– Esto.

Un silbido de admiracion se escapo por debajo del bigotillo.

– Primera calidad, ?donde lo conseguiste?

– Por ahi, no se decirlo con exactitud.

– ?Por Ambasmestas o por Flores del Sil?

– No, por el medio, cerca de mi pueblo, no se.

– ?Un pito?

Trataba de sonsacarle, Eloy se resistio al Phillips Morris, nego con la cabeza para no corresponder al favor, el fulano parecia no tener tanta prisa como habia dicho. Manoseo la piedra antes de pesarla, la aguja rondo por los nueve kilos.

– Vamos a ver, a ciento treinta hacen… mil ciento setenta pesetas con cincuenta y cinco centimos.

No tanto como en el cuento de la lechera, pero la oferta habia ido subiendo desde las cien que le hicieron en el coche de linea y las ciento diez del que le indico la direccion del almacen, le daba igual porque la cifra absoluta de las mil y pico era todo un escalofrio, jamas habia tenido un billete de mil en las manos, significaba una vaca en la ultima feria de Villafranca, lo que mas le enternecia era la precision de la ultima perra chica.

– Un momento, se necesitan ciertos detalles. Esto es legal, ?sabes? ?Nombre?

– Eloy Pousada.

– ?Domicilio?

– Cadafresnas.

Las complices sonrisas de alrededor fueron de lo mas explicito, le habian sacado el origen del mineral como al mas tonto de los conejos de Borrenes que salen a pastar a la carretera, pero no se amargaria, tenia mas de mil pesetas en el bolsillo.

– Gracias y hasta la proxima.

Entre esperar al lunes a que abriese Jocarisa y volver al pueblo habia perdido dos dias, al amanecer del tercero, bien provisto de un mazo y un cortafrios, subio hasta la cabecera del valle del Oro en busca de su nido, le sorprendio oir voces de una cuadrilla en plan de caza y mas el verlos con escopetas y sin perros, localizo su veta entre la arenisca, mordida, un hueco enorme y ni rastro de la incrustacion del negro mineral, me cago en su alma, alguien se le habia adelantado, no se figuraba con que aquel mordisco como no fuera con una pala excavadora, pero era imposible llevarla hasta tan alto de la pena sin camino ni de herradura, sera parte del sueno, penso, golpeaba toda piedra que sobresaliera entre la maleza, canto rodado o arista de roca madre, se dejaban oir voces al otro lado del valle y no podian ser los de la partida de caza, eso le extrano aun mas, no era normal tanta aglomeracion, decidio subir hasta el primer tramo desnudo de la pena, hasta dar con una plataforma desde donde otear el panorama, sierra Bimbreira a sus pies, localizo a los de las voces, tres hombres con picos y palas trabajando en la otra vertiente, tambien localizo unos puntos moviles que subian desde Oencia entre los sotos de castanos, la longitud de la sombra los delataba al parpadear entre los troncos, pero habia mas gente, por todas partes subian hacia la pena del Seo, algunos atajaban por entre las flores violetas de las urces sin, al parecer, importarles el que se les destrozara la ropa, acudian como hormigas a un terron de azucar.

– ?Fuego ardiendo!

La explosion cubrio al grito de aviso, retumbo en sus oidos y por encima de su cabeza empezo a desmoronarse la montana, la dinamita le saco del sueno y le instalo en la realidad, ya sabia quien habia mordido en su nido y como se las gastaban los buscadores del oro negro.

Capitulo 4

Ni me cazo el revisor, ni me deje el cerebro en el techo de un tunel, asi es que me baje sano y salvo en Toral de los Vados, un paisaje tan conocido, una decision tan inmediata, un animo tan dubitativo, ?hacia donde echaba a andar?, no me baje en Ponferrada mas por el prolongar la duda que por ahorrar kilometros, puede que me influyera un estupido despego hacia la marabunta que alli descendio, cientos de personas en el anden, desconcertadas, la familia alrededor del padre que no soltaba su maleta de madera por si las moscas, minimo equipaje para un mas exiguo patrimonio, todos acudian al reclamo del wolfram, gentes de la meseta en su mayoria, de las tierras de campos, de pan llevar, de un sol de injusticia, segui, queria desmarcarme de ellos, yo no era un inmigrante, cruzo el tren un puente de hierro, sobre el rio Sil y bajo el castillo de los templarios, y la monjita mostro su erudicion de bachiller de septimo y revalida.

– Pons ferratum, puente de hierro en latin, es el nombre que los romanos dieron a Ponferrada.

La catecumena que la acompanaba no perdio la ocasion de hacer meritos.

– Si, madre, y Leon viene de Legio Septima, no del feroz animal que sugiere su actual nombre.

Me habian atosigado con el vuelo de sus tocas y con las letanias de un rosario infinito, pero les agradeci el medio bocadillo que me cedieron de su merienda, con el que disimule el hambre de las ultimas veinticuatro horas sin probar bocado. En Toral me despedi con un alegre primero y despues

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