– He perdido mi espada, pero si no la encuentro conseguire otra, y tuyos son los servicios que pueda prestarte con ella.
Yatom sonrio bonachon; era un hombre mas cordial que Linar y sin asomo de la insolencia burlona del Gran Barantan.
– ?Estas seguro de lo que dices? Mira que los servicios que pedimos los magos pueden resultar una carga pesada para quien ha de prestarlos.
Un mago. Tenia que serlo. De otra manera no habria podido apartar la enorme roca ni decapitar al corueco sin armas, al menos visibles. «No te mezcles nunca en asuntos de brujas ni magos o perderas el triple de lo que creas ganar», le solia decir su anciana abuela en Tishipan.
Pero ya entonces Kratos se aferraba a su palabra. Le habia ofrecido sus servicios a Yatom y no pensaba retractarse aunque le brindasen la oportunidad.
– Estoy seguro.
– Muy bien, ib Kratos. Sospecho que, si el destino ha guiado aqui mis pasos para que salve tu vida, es porque Kartine te tiene reservado algo grande. Estoy convencido de que llegaras a maestro de la espada como ansias, y seras uno de los Tahedoranes mas grandes que hayan existido. Te lo digo yo, que he conocido a muchos, entre ellos al gran Minos.
– ?A Minos Iyar? Pero si vivio hace mas de tres siglos…
– Asi es, ib Kratos. Se que no parezco joven, pero tengo muchos mas anos de los que aparento -dijo Yatom, con cierta coqueteria que resultaba chocante en un mago.
Cuando Kratos termino de comer, Yatom le aplico un balsamo en las heridas y le puso una venda encima.
– Puedo cosertelas de tal manera que no te quede cicatriz.
?Una cicatriz de garras de corueco! Un guerrero de diecinueve anos no podia resistirse a lucir un trofeo como aquel, aunque en realidad no fuera el quien hubiese derrotado a la bestia.
– No lo hagas. Quiero esa cicatriz. Asi recordare siempre que estoy en deuda contigo.
– Tu lo has dicho, no yo. Que sea como deseas.
Ya repuesto de las adversidades de la noche, Kratos desanduvo el sendero trazado por las pisadas del corueco y su propio rastro de sangre. Por suerte, no habia vuelto a nevar y era facil seguir las huellas. Gracias a eso, no tardo en encontrar su espada. Krima era la unica herencia que conservaba de su padre. La habia forjado Beorig, uno de los mejores espaderos de su epoca, para Tiblos May, que se la habia legado a su hijo Drofon, y de este habia pasado a Kratos. La hoja no solo poseia valor sentimental: cualquier experto, fuera guerrero o coleccionista, habria pagado por ella al menos sesenta imbriales, quince meses de sueldo para un oficial Ainari.
Al recordarla ahora, a Kratos se le empanaron los ojos. Guardaba los dos fragmentos de Krima en un baul. El mismo la habia roto contra la rodilla metalica de Gankru. En el pasado ya la habia quebrado Ulma Tor, pero Derguin se la habia devuelto milagrosamente reforjada, con una misteriosa T grabada en la espiga.
Por desgracia, los milagros solo ocurren una vez.
?Por que no hago mas que recordar el pasado?, se pregunto.
Cuando encontro a Krima, Kratos se habia arrodillado de forma dramatica ante Yatom y le habia ofrecido la espada, sujetandola por el plano y tendiendole la empunadura. El mago, rozando el pomo con los dedos, le habia dicho:
– Acepto los servicios que me ofreces libremente y por propia voluntad, ib Kratos May. Cuando yo o cualquiera de mis hermanos en el Kalagor los requiramos con la formula Es penoso seguir la senda de los sabios, pero dulce servir a la luz que no ciega, tu nos los prestaras.
– Que los dioses sean testigos -corroboro Kratos.
– Me basta con que lo sepamos tu y yo. No metas a los dioses en esto – respondio Yatom.
Ahora, muchos anos despues, Kratos comprendia por que.
Por aquel juramento habia tenido que unir su destino al de Derguin Gorion. Poco despues de la muerte de Hairon, Yatom le habia dicho: «Debes adiestrar a un joven guerrero para que se convierta en el proximo Zemalnit».
Y asi habia sido. Kratos cumplio su palabra, a su pesar, entrenando al muchacho para que en muy poco tiempo se pusiera en forma y perfeccionara su tecnica. Despues, a orillas del mar Ignoto, obedeciendo la orden de Linar, Kratos renuncio a luchar contra Derguin, aunque calculaba que tenia siete probabilidades entre diez de derrotarlo con la espada.
No obstante, sabia que estaba en deuda con Derguin. El joven Rition le habia salvado la vida en tres ocasiones. La primera casi por reflejo, al desviar una flecha que volaba hacia su cuello. La tercera gracias a la Espada de Fuego, cuando destruyo al demonio Gankru.
Pero era la segunda vez la que mas hacia sentir a Kratos el peso de su debito. Cuando Krust, Tylse, Aperion y el se encontraban encerrados en las mazmorras del castillo de Grios, Derguin podria haber aprovechado la ocasion para librarse al mismo tiempo de cuatro rivales, lo que le habria dejado -como al final sucedio- mano a mano contra Togul Barok. Sin embargo, se habia desviado de su camino, corriendo un gran peligro, para sacarlos de alli. ?Y le habia devuelto, milagrosamente reforjada, su espada Krima!
Recordo las palabras de Aide. «?Por que eres tan injusto con el?» Ella tenia razon. ?Como habria actuado Kratos en lugar de Derguin? Queria pensar que, del mismo modo que el joven Rition habia llevado a Riamar a Grios, el habria tirado de las riendas de Amauro para desviarse de su camino y sacarlo del aprieto.
En cualquier caso, no se trataba de eso ahora. Su deuda con Derguin era un asunto entre ambos. Pero la que guardaba con los Kalagorinor ya estaba mas que saldada. No tenia por que obedecer las instrucciones del Gran Barantan.
Sin embargo, mientras tapaba a su hijo con la manta, penso que el dilema actual no era obedecer o desobedecer. El verdadero problema era que, aparte de lo que le proponia Barantan, -tan enigmatico como se mostraban siempre los Kalagorinor-, no le quedaba ninguna otra opcion. Las estatuas cobraban vida. Las lunas se convertian en rostros y luego se apagaban. ?Que seria lo siguiente? La lluvia de estrellas habia sido un espectaculo muy bello, pero sospechaba que en algun otro lugar de Tramorea no lo habian visto asi. La caida de una sola roca celeste en Trisia habia provocado la hambruna que llevo a la Horda Roja a Malib. ?Que consecuencias tendria lo ocurrido poco antes de anochecer?
«El sueno de los dioses ha terminado. El tiempo de los humanos se acabo.»
?Podian los dioses cumplir su amenaza? Uno solo de ellos habia matado a casi quinientas personas. Al final los Invictos habian logrado destruirlo, pero Kratos no se hacia ilusiones: estaba convencido de que solo se trataba de una imagen poseida por el espiritu del verdadero Anfiun. Asi se lo habia corroborado la semidivina Samikir. Para matar a los autenticos Yugaroi tendrian que esforzarse mucho mas.
Considerando los poderes y las armas que podian manejar los dioses, la guerra prometia ser breve y devastadora. Si querian sobrevivir, los mortales no podian perder la iniciativa.
En realidad, se corrigio Kratos, ya la habian perdido. Se trataba de recuperarla o, al menos, de actuar. Pero ?que podian hacer? ?Arrojar piedras al cielo, escupir hacia lo alto y esperar a que el salivazo les cayera de nuevo en la cara?
Lo unico que tenia era la propuesta del Gran Barantan. Y si queria llegar a Pabsha en cuatro dias, empresa que se le antojaba imposible, debia empezar con los preparativos cuanto antes.
– ?Ahri! -llamo en cuanto salio de la alcoba de Darkos.
El antiguo Numerista estaba ya alli, sentado y hablando casi en susurros con Aide. Por lo que a Kratos le llegaba de la conversacion, debia estar contandole todo lo sucedido en la celda de Samikir. Ahri era hombre de principios. Poco antes de que Kratos se convirtiera en jefe de la Horda, Ihbias habia intentado que falsificara las cuentas. Tras obtener como respuesta una negativa, le habia propinado una paliza tan salvaje que varias semanas despues aun le quedaban huellas en el rostro.
Pero si de lo que se trataba era de sonsacarle informacion, no hacia falta tan siquiera amenazarlo con la tortura: la lengua de Ahri se soltaba de forma espontanea.
– Acercate. Tenemos que planear el viaje.
Ahri saco de su zurron un mapa plegado y lo desdoblo sobre una mesa. Era una copia del mapamundi de Tarondas. Kratos senalo con el dedo Pasonorte y despues el pais de Pabsha, al otro lado de las montanas de Atagaira.