– El Gran Barantan ha dicho que debemos estar alli en cuatro dias. ?Como lo ves, Ahri?
– Imposible, tah Kratos.
– ?En cuatro dias? -pregunto Aide, que se habia unido a ellos-. ?Ese hombre esta loco!
Aide no le guardaba demasiado carino. Aun conservaba una pequena cicatriz del corte que el Gran Barantan le hizo bajo la barbilla para que la sangre sirviera de cebo y atrajera a Molgru.
– Tendriamos que subir por aqui, hacia el nordeste. -Kratos planto el dedo en el limite entre Abinia y la peninsula de Iyam. Alli, segun el mapa, se abria un paso entre las montanas y la costa-. Luego descenderiamos dejando Etemenanki a la izquierda, y seguiriamos por la costa hasta llegar a Pabsha.
– Demasiados kilometros, tah Kratos. Incluso en veinte dias seria un viaje fatigoso.
– Disponemos de miles de caballos del botin de los Aifolu. Esos animales son muy resistentes y comen menos que los nuestros.
– Por resistentes que sean, reventaran si tienen que cabalgar varias jornadas seguidas mas de cien kilometros.
– ?Pues que revienten! Tenemos de sobra. Podemos llevar cinco o seis por cada jinete, los que sean necesarios.
Aide torcio el gesto. Le gustaban mucho los caballos. Sin esperar a que dijera nada, Kratos se explico.
– A mi tampoco me hace gracia sacrificar caballos, Aide. No tienen la culpa de las tropelias que hayan cometido sus anteriores duenos. Pero nos hallamos en una situacion desesperada.
– Asi y todo -insistio Ahri-, no llegaremos. Aun cumpliendo los mejores promedios, necesitariamos seis o siete dias. Y eso si el terreno no es demasiado accidentado.
– Pues si tardais mas dias, que el Pequeno Barantan se aguante y os espere -sentencio Aide.
– No confio mucho en que lo haga -repuso Kratos-. Los magos son gente soberbia, y no les gusta que se desobedezcan sus instrucciones. Ademas, me temo que la urgencia aqui no es ningun capricho.
Medito durante un rato, mientras Ahri y Aide guardaban silencio. Por fin,
dijo:
– Hay otra posibilidad. -Su indice trazo una linea recta desde Pasonorte hasta Pabsha.
– ?Atravesar esas montanas? Eso debe ser casi imposible. -Aide se volvio hacia la ventana que miraba al este. Los picos de Atagaira se sucedian en filas, cada una mas alta que la anterior, hasta llegar a las cimas donde las nieves perpetuas relucian azuladas bajo la luz de la manana.
La mente de Kratos, aturdida de sueno, volvio a ausentarse. La luz. El
Sol…
?Serian capaces los dioses de apagar el mismisimo Sol? Hasta que amanecio y vio como asomaba sobre el horizonte este, Kratos no las habia tenido todas consigo. Y, a juzgar por los susurros prenados de temor que se escuchaban, no era el unico. Segun el Mito de las Edades, cuando Tubilok se apodero de Tramorea cubrio el cielo con un velo de sombras y cenizas que no dejaba pasar la luz del dia. ?Lo repetirian ahora los dioses? ?Cuanto tiempo podria sobrevivir la humanidad sin los rayos del Sol?
Kratos sacudio la cabeza para espabilarse y de paso ahuyentar tales pensamientos. Anadir nuevos temores a los que ya sentian solo conseguiria paralizarlos como ratones ante la mirada hipnotica de una cobra. Lo mejor era actuar, actuar, actuar.
– Si nos empenamos en cruzar las montanas por arriba -dijo-, si que sera imposible. Pero lo intentaremos por abajo.
– ?Por abajo? Interesante -dijo Ahri-. Cuando afirmas algo asi, supongo que lo haces porque conoces algun dato que a los demas se nos escapa. ?Hay tuneles bajo las montanas de Atagaira?
– Asi es. Derguin me hablo de ellos. Llego a la peninsula de lyam por un pasadizo subterraneo. Despues, cuando acompano al ejercito de la reina Tanaquil, atraveso varios tuneles mas que los llevaron hasta Malabashi.
– Entonces, para utilizarlos tendriamos que pedir permiso a las Atagairas – dijo Aide.
– No puedo hablarte de esos tuneles. Noshir -contesto Baoyim cuando la trajeron a presencia de Kratos. Debian haberla despertado del primer sueno: tenia los ojos desenfocados y dos rayas en la mejilla izquierda dejadas por el doblez de la manta.
– No hace falta que me hables de ellos. Ya lo hizo Derguin -repuso Kratos-. Se que existen, y que podriamos atravesar toda la cordillera pasando de valle en valle a traves de esas galerias.
– El Zemalnit ha sido el unico extranjero en la historia de Atagaira al que se ha permitido conocer nuestros secretos.
– Pues ahora tendreis que revelarselos a unos cuantos mas, si quereis que Atagaira y el resto de los reinos sigan teniendo historia.
– Entiendo tus palabras, tah Kratos. Pero las Atagairas siempre hemos recelado de los extranjeros. No es facil luchar contra nuestra propia naturaleza.
– En los dias venideros tendremos que hacer muchas cosas mas dificiles que vencer desconfianzas mutuas.
Baoyim asintio.
– Hare lo que este en mi mano. Por desgracia, en los ultimos tiempos no gozo de gran popularidad en la corte.
– No te voy a pedir que actues como diplomatica. Ya he mandado un mensaje a la reina o a quien gobierne en su nombre.
– No te lo has pensado dos veces, tah Kratos.
– Me temo que pensarse las cosas dos veces se ha convertido en un lujo. He pedido a las Atagairas que honren la alianza que hemos firmado permitiendonos el paso bajo las montanas. Tambien les he dicho que, si quieren hacerles la guerra a los dioses celestiales de los que tanto desconfian, aceptaremos gustosos su compania.
– Puesto que no me necesitas como intermediaria, ?que quieres de mi, tah Kratos?
– Que seas nuestra guia. Te pido que nos lleves hasta las montanas y nos ensenes el camino mas corto.
– Soy la portaestandarte del Zemalnit. No pertenezco a la Horda Roja, tah Kratos.
– Por eso te lo pido y no te lo ordeno. No sabemos donde esta Derguin, pero partio con Mikhon Tiq. Ambos son mas que capaces de cuidarse solos. ?Que podrias hacer tu aqui, en Nikastu?
– No se…
Al ver que titubeaba, Kratos apoyo ambas manos en los hombros de la Atagaira. Para su desgracia, no vio que Aide los estaba observando desde detras de una cortina.
– Te pido que vengas a la guerra conmigo, Baoyim. Y no a una guerra cualquiera. Esta sera la madre de todas las guerras. ?Que me dices?
La Atagaira levanto la barbilla y sonrio mostrando sus dientes de nacar.
– Que mientras el Zemalnit no regrese para reclamar mis servicios, mi espada es tuya, tah Kratos.
ARUBAK, ISLA DE NARAK
Un gigante! ?Hay un gigante en los acantilados!
Derguin intento incorporarse. A la primera no lo consiguio. Le dolia el cuerpo entero, sobre todo el pecho y la espalda. Para el segundo intento, en lugar de tirar de los musculos abdominales, rodo trabajosamente sobre si mismo, empujo con los brazos para arrodillarse y a partir de esa postura se puso en pie. En cada movimiento sus costillas se quejaron del trato cruel a que las sometia, pero intento no hacerles caso.
Como cada vez que se despertaba, busco a su alrededor. No, Zemal no estaba. No podia acariciar su empunadura para sentir esa corriente de energia que tanto alteraba sus nervios, pero sin la que no podia vivir.
Al menos, recordo, habia recuperado a Brauna.
– ?Un gigante, senor! ?Yo lo he visto!
Derguin bajo la mirada. Un chico de ocho o nueve anos, muy flaco y atezado, le tiraba de la manga de la almilla. El Mazo se revolvio, envuelto en la lona que habian utilizado a modo de manta, y el entablado del cobertizo