Doblaron otro pequeno promontorio y continuaron hacia el sureste, siempre al pie del farallon. Aunque el sol ya habia subido lo suficiente como para verse blanco, seguia mostrando un tono entre rojizo y anaranjado. ?Otro portento? Su luz se reflejaba en la patina de agua que banaba la parte superior de las piedras y las tenia de cobre.

– ?Falta mucho, chico? -protesto El Mazo. La vispera habia caminado descalzo. Ahora llevaba unas sandalias que le habia improvisado Foltar con dos trozos de cuero y cuerdas de canamo, ya que nadie en la aldea tenia calzado para pies tan grandes. No era el mejor equipo para moverse entre aquellas piedras resbaladizas y puntiagudas.

– No, senor. Enseguida llegamos.

Pasaron entre el acantilado y un penon negro en forma de dedo. Al otro lado habia una playa de apenas diez metros de longitud, cerrada en su extremo oriental por una roca oscura.

Sentada sobre ella estaba el gigante.

– Yo os dejo aqui, senores -dijo el nino con gesto asustado, y se marcho por donde habia venido.

Derguin observo al supuesto gigante antes de acercarse. Su inmovilidad era tan absoluta que mas parecia una estatua. De haber estado de pie, habria medido unos cuatro metros. Tenia las manos apoyadas en las rodillas en un gesto extranamente humano.

– ?Es el mismo que casi te mata? -pregunto El Mazo.

– No. Yo diria que no. Pero vayamos con cuidado.

– Tu delante, si no te importa.

Se aproximaron muy despacio, dispuestos a huir de alli a la minima senal. La estatua debia representar a Tariman, a juzgar por el martillo que empunaba en la mano derecha y cuya cabeza reposaba sobre su rodilla izquierda.

En cualquier caso, resultaba dificil distinguir sus rasgos. Estaba esculpida en un material de una negrura casi sobrenatural. Por el aspecto liso de su superficie, deberia emitir algun brillo o reflejo. Pero no se apreciaban matices en aquel color negro, que se veia exactamente igual en el lado expuesto al sol que en el que se hallaba en sombra, como si la estatua fuese un agujero que devorase toda luz.

– Sigue tu solo -dijo El Mazo, deteniendose a cinco metros-. Yo prefiero seguir viendolo desde aqui.

– ?Crees que va a cobrar vida de repente? Cuando llego junto a la estatua, Derguin abrio el guantelete de la armadura, extendio la mano y toco la rodilla de la estatua, que estaba casi a la altura de su cabeza. Su tacto era frio y pulido como un espejo. -?Es que pretendes hacerme cosquillas, Derguin Gorion?

NIKASTU, PASONORTE

Tras la lucha contra la estatua de Anfiun y una noche en vela, a Kratos ya no solo le dolia el hombro, sino todo el cuerpo. No obstante, no se permitio el lujo de dormir. Durante toda la manana se volco en preparativos freneticos. Ignoraba cuantos soldados harian falta para luchar contra los dioses. ?Un millon, dos millones? Evidentemente, no disponia de tantos. Y ahora lo mas importante era la velocidad. Necesitaba hombres en forma y que fueran buenos jinetes.

Al final, con la ayuda de Partagiro y de Ahri, selecciono a setecientos. De ellos, muchos pertenecian a la caballeria ligera y pesada, pero tambien habia soldados que combatian en infanteria y sin embargo sabian montar con suficiente pericia para un viaje tan duro. De entre los generales, se llevo al joven Frinico, que mandaba el batallon Sable, y a Abaton. Con gusto habria prescindido del general tuerto, pero desconfiaba tanto de el que preferia tenerlo lo mas cerca posible. Estaba seguro de que si lo dejaba al mando de Nikastu, abusaria de su poder y cometeria mil tropelias.

Sobre todo, no queria dejarlo cerca de Aide. Con un solo ojo, Abaton se las arreglaba para echarle miradas mas lascivas que cualquier otro con dos.

Asunto que, cuando lo comento con la propia Aide, suscito una discusion.

– ?Que no quieres que ande cerca de mi? ?Quieres decir que pretendes dejarme aqui?

– Esa es mi intencion, si -respondio Kratos, poniendo los brazos en jarras para reafirmar su decision.

– ?Ni lo suenes!

– No sabemos tan siquiera adonde pretende llevarnos el Gran Barantan. Los primeros dias cabalgaremos hasta la extenuacion. Si alguien se queda atras no podremos esperar por el. Y seguro que despues nos aguardan trabajos mas duros.

– ?Insinuas que como soy una debil mujer no podre resistir vuestro ritmo?

– Yo no he dicho…

– ?Soy la hija de Hairon! No eres quien para decirme lo que puedo o no puedo hacer.

Y yo soy el jefe de la Horda, penso en responder Kratos. Pero ni era la respuesta adecuada ni la verdadera razon.

– No dudo de tu aguante ni de tu coraje. Ya los has demostrado de sobra. Pero temo por ti.

– ?Y yo por ti, estupido! ?Por eso voy a ir contigo! -Los ojos de Aide se habian llenado de lagrimas-. Si vas a correr peligro, quiero estar a tu lado.

Kratos le apoyo la mano en el vientre.

– No se trata solo de nosotros. Estando embarazada de un mes, lo peor que puedes hacer es cabalgar cientos de kilometros sin parar.

– ?Desde cuando sabes tanto de embarazos? ?Es que en Uhdanfiun tambien os ensenaban a ejercer de parteras?

– Se lo he preguntado a Baoyim. Ella entiende de esos asuntos.

En cuanto vio el destello que saltaba de las pupilas de Aide, Kratos comprendio que acababa de cometer un error mencionando a la Atagaira. ?Por que no le habia dicho en lugar de eso que habia consultado con cualquier otro medico o comadrona de la Horda?

– ?Y ella te ha dicho que no me lleves?

– Lo que me ha dicho es que las primeras semanas del embarazo son

las…

– ?Te lo ha dicho o no?

– Lo ha desaconsejado.

– O sea, que te ha dicho que no.

– Si, eso es lo que me ha dicho.

– ?Claro! Que oportuno. Lo que no quiere es que yo ande cerca.

– No se de que estas hablando.

– Claro que lo sabes. Esa pelandusca esta deseando acostarse contigo.

– Aide, por favor…

– ?Y que mejor ocasion? Despues de una larga cabalgata, el fuego del campamento, la camaraderia, un trago de vino para aliviar la fatiga del dia, «Deja que vea tu hombro, tah Kratos»…

– ?Para ya, Aide! Estas diciendo insensateces.

– ?Crees que no vi antes como te miraba cuando te quitaste la casaca? ?Y luego, cuando os abrazasteis?

?La he abrazado?, se pregunto Kratos. Solo recordaba haberle puesto las manos en los hombros. Por si acaso, prefirio desviar la conversacion del contacto fisico.

– Me halaga que pienses que todas las mujeres se derriten por mi, pero no es el caso.

– ?Que simples sois los hombres! ?No comprendes que no se trata solo de que le gustes, sino de que eres un partido inmejorable? Jefe de la Horda Roja y senor de Pasonorte. ?A que mas podria aspirar una Atagaira desterrada?

Kratos sugirio a Aide que se aclarara, pues era muy distinto que Baoyim quisiera fornicar con el por lujuria que por ambicion. Al momento comprendio que habia caido en una trampa sin salida.

El estaba acostumbrado a discutir siguiendo un solo sendero y por pasos sucesivos y excluyentes: si se debatia si Baoyim deseaba acostarse con el por medrar y el lograba demostrar que no, asunto zanjado. Pero Aide no procedia del mismo modo. Cuando Kratos arguia que Baoyim no tenia razones para intentar convertirse en jefa consorte de los Invictos, Aide aducia que era tan lasciva como todas las Atagairas y queria fornicar con el a toda

Вы читаете El sueno de los dioses
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату