idiota?

– Vos lo elegiste.

– Si vas a agredirme, corto.

– Dale, contame.

– Y nada, que termine llamandolo yo con cualquier excusa. Es amigo de Lucio, no mio, debe de haberle sonado raro.

– ?Y?

– ?Y? ?Y? Que ya esta, nena. Lo tenes ahi el sabado envuelto para regalo.

– ?Lo convenciste?

– No menosprecies a tu amiga -fingio una voz empalagosa-. Yo convenzo a cualquier hombre de lo que quiero.

Diana le solto una carcajada.

– No me dio nada de trabajo, un dulce. Ya vas a ver cuando lo conozcas. Bueno, ?conforme?

– No se como habras hecho, ni quiero saber. ?Me quedo tranquila, entonces?

– Dedicate a los canapes que al bombon lo llevo yo.

De: Diana

Para: Granuja

Enviado: jueves 24 de julio de 2003, 11:05

Asunto: “Sacas una idea de ahi…

un sentimiento del otro estante, los atas con ayuda de palabras, perras negras, y resulta que te quiero. Total parcial: te quiero. Total general: te amo. Asi viven muchos amigos mios, sin hablar de un tio y dos primos, convencidos del amor-que-sienten-por-sus-esposas. De la palabra a los actos, che; en general, sin verba no hay res. Lo que mucha gente llama amar consiste en elegir a una mujer y casarse con ella. La eligen, te lo juro, los he visto. Como si se pudiese elegir el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio. Vos diras que la eligen porque-la-aman, yo creo que es al vesre.”

Y no se diga mas.

Diana

De: Granuja

Para: Diana

Enviado: jueves, 24 de julio de 2003, 20:41

Asunto: uauuuuu!

Princesa, sin aire me dejaste. Estoy saliendo para una cena de trabajo, pero mas tarde te escribo. Esto merece una respuesta cortazariana. Un beso.

G.

XIII

Hay maneras ridiculas de delatarse, pero ninguna tan tonta como la de hablar dormido. La noche en que Diana se entero de que habia una Victoria en la vida de su marido, fue por pura casualidad. Solo entonces pudo anudar las piolas sueltas que Nando iba dejando, ocupado como estaba en estrenar sensaciones cada dia. Fue tan brutal la certeza, que Diana no tuvo el valor para zamarrearlo hasta sacarlo de aquel sueno en el que, seguramente, retozaba con la otra, y gritarle en la cara que era un cretino. La desperto un movimiento brusco que arrastro las sabanas hacia el otro lado de la cama. Nando habia quedado envuelto y parecia buscar una posicion de total comodidad donde sonar a sus anchas. Ella metio sus pies en los de el y se quedo quieta, pero la noche estaba fresca y penso que no lograria recuperar el sueno si no se tapaba. Giro con suavidad y estaba a punto de tirar de la sabana cuando lo oyo murmurar palabras incomprensibles. Le parecio divertido. Nando era tan formal en su vida diaria que daba gracia verlo hecho un gatito entreverado en el lio de sabanas. Pero, de a poco, lo fue ganando el desasosiego y las palabras parecian atropellarsele en la boca. Fue en ese momento cuando dijo “Victoria”. Lo dijo dos veces con una claridad espeluznante y la pobre Diana necesito un buen rato para entender que esa noche alguien sobraba en la cama.

El dia despues, el peor de los dias, mantuvo una serena fortaleza durante los pocos instantes en que estuvieron juntos, pero apenas el se fue, corrio a revolverle cuanto bolsillo tenia para encontrar cualquier cosa que le justificara la angustia. Se sentia indigna metiendo la mano con desesperacion hasta el fondo de las costuras, aranando telas, desmenuzando pelusas y rasgando algun papel olvidado que resulto ser una boleta de la tintoreria. Por supuesto que no encontro nada. Esos detalles casi siempre se tienen en cuenta. Casi siempre. A veces se dejan, quiza sin querer.

Cayo en la alfombra, extenuada. La imagen comenzo a perfilarse primero en una nebulosa de inseguridades y, poco a poco, se fue aderezando con pequenas constataciones que transformaban aquella sospecha en una verdad: las llegadas tarde, el exceso de ropa nueva, el frasco de perfume en la gaveta del auto, los besos fugaces, el sexo obligado. Anduvo dias deambulando en un transito mantecoso que la llevaba como automata de la casa al trabajo sin mas deseo que cumplir con los deberes y dormir todo lo que fuera posible. Se cuestionaba donde habia estado la falla, en que eslabon suelto se rompia aquella cadena que habia creido eterna. Busco culpables, odio, quiso matar, a veces; y otras, apenas encontro la energia indispensable para levantarse de la cama. Si hubiera podido ver con la claridad que otorgan tiempo y distancia, habria caido en la cuenta de que no era Nando lo que mas le dolia, sino sentirse sustituida. Penso que estaba fea, que la otra, por definicion, tenia que ser mejor, mas joven, mas linda. Y, como no podia ser de otra manera, quiso conocer a Victoria, otra forma de echar vinagre sobre las heridas.

Fueron semanas de sensaciones ambiguas en las que su universo se pulverizo en una nada de indiferencias. Daba lo mismo que la heladera estuviera vacia, que Tomas terminara la tarea, que perdieran el turno del dentista o que el color de su pelo asomara en las raices con desverguenza. Seguia los movimientos de Nando con una indiscrecion elocuente, lo miraba fijo durante la cena o le hacia preguntas demasiado obvias que lo ponian en actitud de defensa anticipada. Pero jamas pudo verlos juntos ni encontrar el menor indicio material que le permitiera dar rienda suelta a la ira que la estaba consumiendo.

Hasta que una noche, justo antes de dormir, en ese instante que deberia estar prohibido para cualquier confesion, le espeto a bocajarro la certeza de que tenia otra. Y Nando, que ya habia olido esta inquietud en el aire espeso de su casa, nego con la rotundidad que venia preparando desde hacia tiempo y que le aseguro, al menos, el beneficio de la duda. Estaba convencido de que no se debia admitir una infidelidad aunque lo encontraran a uno en la misma cama. Aquella fue una noche para olvidar. Diana se debatia en un llanto furioso desde el que apenas lograba articular alguna amenaza incoherente. Nando, con una cuota de cinismo que estimo el menor de los males, la consolaba diciendo que era pura fantasia. Los dos recorrian un camino doloroso en el que la dignidad se resquebrajaba y quedaban deudas pendientes que siempre alguien terminaria pagando.

No volvieron a hablar del asunto, aunque sobrevolaba entre ambos, como un espectro tenaz, la paradojica situacion de fingir que se ignora que el otro sabe. Hicieron lo que tantas parejas que siguen su curso con la conviccion precaria de que es preferible no enterarse, de que cerrar los ojos hara desaparecer el problema y recuperaran esa endeble tranquilidad que da el orden. Nando se esmero en cuidar los detalles delatores y Diana aprendio a buscar excusas. De alguna manera, renovaron su contrato y aceptaron la farsa de que el amor se puede inventar con buena voluntad.

Tantas veces, masticando lapiceras en la soledad de su despacho, Nando se frustraba en el intento de encontrar la formula para que nadie saliera lastimado. Maldecia no saber hablar de sus sentimientos con la facilidad con que lo hacian Diana y Victoria, y maldecia el momento en que alguien le habia ensenado a esconder el llanto. Trataba de recordar a su padre manifestando siquiera alguna tristeza, pero apenas lograba traer la imagen de un titan que se fortalecia con el sacrificio. Aquella equivocacion cultural tomaba en su vida la dimension de una tragedia.

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