pero Olga esquivaba cualquier posibilidad de dialogo. Por momentos, sentia la tentacion de gritarle en la cara que bien merecido se lo tenia por haberla desobedecido para correr como una alborotada detras de aquel degenerado que no le llegaba ni a la altura de los zapatos. Ya se habia cansado ella de decirselo y para que, para que al final terminara saliendose con su capricho que bien mal le habia resultado. Por otro lado, se le agitaban las fibras mas intimas cuando pensaba en aquel sufrimiento en soledad y se sentia culpable por cada una de las veces en que habia oido la voz de su hija en el telefono y habia colgado. A veces, entraba en su cuarto mientras Elena dormia y le parecia verla como hacia quince anos, con su cara de nena. Sentia la tentacion de acariciarla. Salia en silencio y lloraba sobre la almohada hasta quedar dormida.
No paso mucho para que el cuerpo de Elena recuperara su forma de mujer joven. Estaba mas delgada y el rostro, que por fin habia tenido una tregua, ganaba frescura dia a dia. A instancias de su madre, se anoto para un curso corto de secretariado y empezo los estudios con la esperanza de que fuera el comienzo de una vida mas serena. No tenia demasiadas ilusiones ni esperaba grandes cosas de la vida; a decir verdad, le costaba imaginarse mas alla del proximo dia y tenia panico de hacer planes a largo plazo. Durante aquel ano nefasto habia quedado suspendida en el tiempo como si Juan la hubiera encerrado en una burbuja, y ahora tenia la extrana sensacion de que nada de aquello habia sucedido.
Todo lo hacia con una dedicacion tan grande que al cabo del segundo semestre la convocaron para hacer una pasantia en una agencia de publicidad. El primer dia se presento media hora antes de lo previsto. Estaba radiante: el cabello suelto, un trajecito rosa palido, los tacos altos que le estilizaban las piernas y un perfume fresco que su madre le dejo sobre la mesa de luz como unico deseo de buena suerte. Eran las ocho y la oficina parecia desierta. Se sento en la sala de espera, cruzo las piernas hacia un lado y hacia el otro, se paro y se volvio a sentar con la sensacion de que podia escuchar el vertiginoso latir de su corazon.
Daniel la miraba divertido desde uno de los despachos. Era un tipo atractivo. El sabia de su encanto y lo manejaba con la habilidad de un felino en plena caceria. Las seducia con miradas atrevidas y cuando las tenia justo donde queria, rendidas y entregadas, las dejaba deseando que les diera el zarpazo final. Asi estaba seguro de que siempre las tendria a sus pies, porque nada excita mas que el misterio de lo desconocido. Pero esta jovencita disfrazada de mujer era distinta, tal vez porque, sin saberlo, Elena habia hecho la primera jugada en el complejo ajedrez de la seduccion. Se le acerco sin hacer ruido y se coloco justo detras de ella. Se inclino hasta su oido y le susurro un 'bienvenida' que le paso como una corriente electrica desde el cuello hasta la punta de los pies.
Elena recuerda aquella primera sensacion y entorna levemente los ojos con una sonrisa. Asi fue su primer contacto con el placer sensual que, tiempo despues, Daniel la ayudo a transitar. La evocacion de la entrada de Daniel en su vida, repleto de ternura, devoto de ella, la devuelve a la realidad de su presente, hundida entre los sillones grandes de la sala vacia, huerfana de afectos, caida en un pozo que ya conoce y del que sabe debe salir rapidamente, en un instante nada mas, con la urgencia impuesta por un minimo rasgo de raciocinio que le indica que es peligroso quedarse.
Ya ha estado otras veces en el mismo pozo. Hacia donde mire, ve negro; hacia donde quiera ir, no hay salida. Cuando cae alli, Elena se siente cansada y piensa mucho en morir. No es un pensamiento triste, sino sereno, un paso hacia el descanso, la paz; y sin embargo, no se decide, no puede. Al pensar en la muerte, se le disparan las ideas hacia un romanticismo de heroina epica, pero cuando valora los medios y se enfrenta a la cosa fria de tener que elegir un instrumento letal, entonces aterriza en la realidad de lo espantoso que es terminar con la vida y decide que mejor no, y, como por arte de magia, o de instinto, comienza a salir del pozo y ya se siente mejor y se averguenza de haber estado considerando tales disparates.
Lo cierto es que Elena debe poner en funcionamiento lo mas refinado de su intelecto. Sabe de sobra que no puede contar con la emocion y mucho menos con el espiritu que ahora siente como un globo pinchado. Enciende un incienso, mira la llama bailar en la punta del palito y sopla para que quede la brasa ardiendo y el olor penetrante del sandalo se le meta por la nariz. Se descubre en el espejo hexagonal y se pregunta por que no se quiere un poco mas y es ahi cuando se le prende una luz inteligente, la que ilumina su lado practico. Se pone el trajecito azul, toma la cartera y sale disparada hacia la peluqueria.
Rene nacio en pleno campo, en un rancho sin agua ni luz. Asomo su cabeza rebelde un 10 de diciembre al amanecer, durante una tormenta feroz. Como lo mandaba la costumbre devota de la gente de campana, fue anotado en el registro segun el santoral que, para desgracia inicial de su convulsionada existencia, indicaba Santa Eulalia de Merida. El encargado del registro apenas volvia de una borrachera fenomenal y estampo, con el consentimiento analfabeto del padre, el nombre Eulalio de Mierda. Rene era el quinto hijo de una familia pobre y, como era evidente que una boca mas significaria menos comida para los otros, los padres decidieron que, una vez que la leche materna no fuera suficiente, se desprenderian de el. Lo regalaron a una criada de estancia que lo quiso como a un hijo. A los tres anos, el patron se traslado a la ciudad y alla marcharon Eulalio y su madre postiza a quien, por entonces, ya llamaba 'mama' y a la que adoro a pesar de saber la verdad acerca de su origen.
Eulalio crecio en una casa donde el dinero sobraba y se sabia disfrutar. El patron, don Renato, un homosexual riquisimo, tenia un gusto refinado y Eulalio aprendio a saborear lo bueno, pasando sus dias entre los libros de la escuela y las telas de los cortinados, donde se escondia para sentir el roce suave sobre la piel, los datiles de Turquia y las almendras tostadas que el senor siempre le reservaba, como al descuido.
Don Renato habia consagrado su vida a cultivar la exquisitez y no se habia dado tiempo para pensar en asuntos tan vulgares como el destino de su dinero cuando le llegara la hora de la muerte. Cuando esto acontecio, alla por los diecisiete anos de Eulalio, surgio de la nada una nube de sobrinos carroneros que llegaron todos juntos, se pelearon por dias, descuartizaron la casa sin la menor piedad y, en vista de que no podian venderlos, pusieron a Eulalio y a su madre de patitas en la calle sin mas resguardo que una maleta con ropa y el dinero de la quincena. Esa noche, mientras gastaban sus pocos pesos en un cuartucho de alquiler, Eulalio penso en su futuro, midio la ordinariez espiritual de aquellos desgraciados y la comparo con las deliciosas maneras de su protector. Por eso, cuando supo del error de la partida de nacimiento, no se inmuto. Como si lo hubiera resuelto hacia tiempo y solo estuviera esperando una buena excusa para hacerlo, decidio llamarse Rene.
Apenas llega, una mujer joven corre diligente y ayuda a Elena a colgar la cartera en un perchero de bronce. Rene esta atendiendo a una de sus favoritas, una presentadora de television que suele ir a su local antes de cada programa. Elena ha visto otras veces como es el procedimiento y sonrie mientras deposita en la mejilla perfectamente afeitada de su amigo un beso que vale por mil palabras. El se inclina y le guina un ojo complice. El asunto es asi: dos horas antes de cada presentacion, la mujer irrumpe en el salon como un tornado de carnes flojas y pocos pelos, jamas saluda y se acomoda en un sillon frente al gran espejo. Al instante, tiene alrededor un enjambre de peinadores, maquilladoras y manicuras bailando al son de la musica que Rene marca como un director de orquesta, parado en medio de aquella fanfarria, agitando los brazos y dando ordenes. Solo se digna a tocarla para ponerle el punto final, un broche de oro magico que no es mas que otra de sus actuaciones, pero que lo coloca por encima del bien y del mal; y las clientas salen embobadas con la atencion de Rene, aunque unicamente les haya arreglado un rulo con la cola del peine.
En el caso de esta mujer, ese toque consiste en acomodarle una peluca castana que tapa el infeliz craneo semipelado y tiene la virtud de rejuvenecer diez anos. Con esta triquinuela y otras astucias del maquillaje, el mamarracho queda convertido en un ser mas o menos vendible, y sale con la misma prisa con que habia llegado, sin decir gracias y sin dejar ni una moneda de propina. Rene suspira y dice a sus muchachos mientras palmea las manos con un aleteo de mariposa, 'Ahh, menos mal que el canal paga'.
Elena ha quedado en uno de los confortables sillones de la salita de espera, hojeando una revista del corazon, de esas que rara vez compra pero que la divierten como nada. Ni los caprichos de la ultima amante del ejecutivo, ni los cambios de pareja, ni la cirugia estetica de la actriz tal, nada le llama hoy la atencion. Va pasando las paginas satinadas con la misma abulia con que, cada tanto, pierde su mirada en el empapelado de rosas