refrescarse, a juzgar por el brillo y las gotitas que le van resbalando por el cuello fuerte tambien, como de bulldog. De pronto, se cruzan las miradas por el retrovisor y siente verguenza de que el sepa lo que ella esta pensando. Hace un esfuerzo por controlarse, pero el calor se le va trepando al rostro como una hiedra roja. El le dedica una sonrisa picara, de conocedor.

– ?Se siente bien?

– Perfectamente, gracias.

– Me parecio que estaba demasiado distraida, como si tuviera algun problema.

– Como todo el mundo, nada importante. Hace calor, hoy.

– Terrible. A mi me toca estar aca hasta las seis y media, el peor turno me lo como yo. Pero no me quejo, hay que cuidar el trabajo.

– Por supuesto, sobre todo en estos tiempos…

Las respuestas de Elena son previsibles, carentes de todo interes; sin embargo, el hombre se anima a un poco mas y le hace una pregunta salida de la nada, como un conejo de su galera.

– ?Usted es casada?

Elena sonrie con tristeza.

– Un poco.

– ?Y eso?

– Como le dije; todos tenemos problemas.

– Pero usted es muy linda, le va a ir bien.

Elena vuelve a sonrojarse e instintivamente aprieta las piernas. Las palabras le han caido como una caricia, le han sonado como hace tanto sonaron los primeros piropos de Daniel, tan cargados de ese erotismo puro, estimulante. Se ve encantadora, con una luz especial. Quisiera tener menos prejuicios y decirle que desvie el taxi, que la lleve a un motel y le arranque la ropa y la coma a besos, y le haga un amor de ilusion, no importa, aunque nunca mas vuelva a verlo. Pero no, no podra quitarse el lastre de su educacion a tiempo, en dos minutos estara marcando la maldita tarjeta en el maldito reloj del maldito trabajo y la fantasia habra llegado a su fin.

– ?Cuanto le debo?

El toma la planilla y le dice cuanto y gira su cabeza para mirar un poco mas. Ella evita encontrarse con sus ojos. Busca en la cartera y termina dejandole una propina exagerada.

– Asi esta bien, gracias.

– Gracias a usted. ?Puedo esperarla cuando salga? ?Un cafe?

Ella se asoma por la ventanilla delantera en una actitud seductora para que el pueda verla bien y oler su perfume.

– Hoy no puedo. Otro dia…

Y se da la vuelta para entrar en el edificio. Hace lo posible por moverse con elegancia y aguza el oido para escuchar el motor del taxi y saber si el se ha ido o esta mirandola. El motor le devuelve ese ronroneo de gato frente a la hoguera hasta que ella desaparece detras de la puerta del ascensor.

* * *

Ya esta, ella sabia que iba a suceder. Basto con escuchar el ruido metalico del reloj para desvanecer toda la magia, como si la hubiesen bajado de un hondazo en pleno vuelo.

– Un minuto tarde.

Ahi esta, parado justo detras de ella rozandole las faldas con el pantalon, el muy inmundo.

– Buenas tardes. ?Todo bien?

– Un minuto hoy, un minuto manana, otro minuto ayer. Elena, hay que cuidar el trabajo, querida.

– No se preocupe, lo recupero en seguida, me retrase en una diligencia.

El le toca la punta del pelo y ella se mueve instintivamente hacia atras.

– Ya veo. Peluqueria, ?eh? ?Tenemos golpe hoy?

El golpe se lo daria ella, bien dado justo en medio de esa porqueria inutil que tiene entre las piernas y de la que hace alarde cuando cuenta sus proezas sexuales del fin de semana. Lo hace con lujo de detalles, como si a alguien pudiera interesarle y, para colmo, incluye siempre el nombre de alguna senorita, en un alarde de ordinariez digno de una bestia como el.

– Ningun golpe, solamente un cambio.

– Ah, pero te queda estupendo, te da un aire sauvage. Ojo con alborotarme a los companeros, ?eh?

Elena se limpia las gotitas de saliva que no pudo esquivar despues de sauvage y, sin contestarle, va hacia su escritorio.

– Perfumadita, tambien. ?No te digo que hoy tenemos golpe!

Despues camina hasta el escritorio donde ella ya se ha sentado, finge mirar un documento y le apoya su barriga sobre un monton de papeles apilados. El boton de la camisa parece que va a reventar bajo la presion de tanta grasa.

– Escuchame, nena, a mi me importa un pito en que andas, o con quien. Lo unico que quiero, por ahora, es que me liquides esta pilita hoy sin falta, ?estamos? Ayer bajo el dire y me paso una buena refregada porque los clientes se quejan de que los despachos estan demorando demasiado. Yo no quiero problemas, que quede claro. Lo que hagas fuera de la oficina es cosa tuya, pero aqui te quiero concentrada.

Elena siente el impulso de reventarle la carpeta en la cabeza, pero se contiene cuando lo ve girar y meterse en su despacho como si fuera una comadreja en su cueva. Se le han llenado los ojos de lagrimas. Son lagrimas de humillacion, de impotencia, de tener la posibilidad de mandarlo al diablo y no volver mas y, sin embargo, saber lo que significa quedarse sin trabajo, empezar de cero, volver a la absoluta dependencia de Daniel, justo ahora que no sabe que va a hacer con su vida. ?Su vida! Como si estuviera en sus manos.

– Elena, ?estas bien?

Se sobresalta cuando su companera le toca el hombro.

– Si, estaba pensando nada mas en lo que le haria a la bestia si pudiera. No te imaginas la de guarangadas que acaba de decirme, y todo porque llegue un minuto tarde.

– Es un hijo de puta, no te preocupes. Pero, que linda. ?Y ese cambio?

– ?Ay!, me parece que se me fue la mano. Le dije a Rene que queria algo asi, pero… Cuando quise acordar ya era Senorita Zanahoria y, para colmo, se empecino en maquillarme, y todo para que, para tener que aguantar esta manga de…

– A mi me gusta; yo no me lo haria ni loca, pero me gusta.

– ?Genial! Muchas gracias por tu consuelo.

– Ya te dije que estas bien. Me parece barbaro que te hayas animado, siempre tan conservadora, tan clasica. Una mujer de tu edad…

– ?En que sentido?

– De tu edad, que es cuando empieza la vida. Mirame a mi, con dos divorcios, tres hijos, una hipoteca y ?zum! me tire al agua. Ahora soy una mujer liberada. No, liberada no, libre, libre para hacer lo que se me da la gana sin compromisos, sin comidas a horas fijas, sin calzoncillos para lavar, sin caras de culo por la manana. Te digo que es el estado ideal.

– ?Y no te cansa? Digo, ?no hay un momento en que te vienen ganas de estar acompanada? Me refiero a tener a alguien que realmente te quiera, que se preocupe.

– A veces, pero me obligo a recordar. Es un ejercicio que me ayuda a no volver a equivocarme, porque te aclaro que he estado tentada en mas de una oportunidad de dar el mal paso, lease, volver a casarme, lo que significa un tercer divorcio, sin duda. En esos casos vuelvo a mi primer matrimonio, la ilusion del principio, la ingenuidad con que sacrifique mis mejores anos cocinando, limpiando, trabajando, criando hijos, haciendo malabares para que el dinero alcanzara, zurciendo y bajando dobladillos, ?sigo?

– No, conozco de sobra esa historia.

– Exacto, porque es la historia del noventa por ciento de las mujeres y es necesario pasarla, no hay escapatoria, para eso nos criaron; y nosotras hemos creido que asi seriamos felices, mientras nuestros maridos se dedicaban a trabajar o estudiar, exclusivamente, claro, porque cuando llegaban a casa estaban demasiado cansados para lavar un plato. Cuando una se da cuenta, el ya ha abierto su camino en la vida, nosotras nos quedamos a su sombra y, por supuesto, ya se ha buscado una companera mas acorde con las circunstancias que

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