– Por lo del medico.

– Vamos, Elenita, entre companeros…

* * *

El jefe tiene unos cincuenta anos pasados y hace cuarenta que trabaja en el mismo lugar. Ingreso como cadete y, gracias a su primer gran servicio, a saber, denunciar a un companero por haber llevado a pasear a su novia en el taxi en el que se trasladaba para repartir la correspondencia, fue inmediatamente ascendido por 'los de arriba' y condecorado por sus iguales con la medalla de deshonor a la alcahueteria. ?Como si eso le hubiese importado! ?Mediocres! ?Envidiosos que no aspiran a nada en la vida! A partir de entonces, la suya fue una carrera de obstaculos que sorteo sin dificultad ni remordimiento: hoy, la llegada media hora mas tarde de Fulano; manana, Mengano que se queda con el vuelto del franqueo; otro dia, el romance de Zutana y Perengano que andan haciendose arrumacos por los rincones. Y asi cada una de sus acciones fue alentada hasta el dia de hoy en que ocupa el cargo mas alto al que puede aspirar y que, teniendo en cuenta su escasa inteligencia, es todo un logro comparable con el de ese mono que, segun el informativo, puede contar hasta nueve.

De mas esta decir que su mujer lo dejo hace mucho y vive solo en un pequeno apartamento que, segun el, es la delicia de las mujeres que recibe por bandadas. De guiarse por sus cuentos, cualquiera creeria que la naturaleza lo ha dotado con algun adminiculo extra. De otra forma, cuesta entender un rendimiento tan efectivo que, segun dice, le ha permitido atender a cuatro senoritas en una sola noche. Pero el jefe, como todo ser humano, tiene su parte debil, el unico asunto que lo vuelve algo tolerable: sus hijos. Los mellizos, 'los melli', como el dice cuando los nombra y cuenta la ultima anecdota con orgullo de padre y le brillan apenas los ojos y hasta se diria que parece un buen tipo. 'Los melli' son hombres ya, pero siguen conservando esa ternura casi magica con que alguna mano divina toca a los ninos Down.

* * *

Tres de la tarde. Lo dicen las agujas fosforescentes del reloj. El tiempo no pasa dentro de esa oficina. Elena siempre ha tenido la sensacion de que las agujas se mueven con mayor lentitud cuando van desde y media a en punto, como si tuvieran dificultad en marchar cuesta arriba. Cada segundo puede sentirse, vivirse con conciencia. El segundero gira pastoso, siempre identica vuelta, la misma noria. Hay dias en que se levanta y ya quisiera que fuera hora de acostarse. Abre los ojos y le parece que hace tan solo un instante que se durmio, que la noche paso demasiado pronto. Casi que puede ordenar mentalmente todos y cada uno de los pasos que ira dando a partir de que ponga un pie fuera de la cama. ?Cuantas veces deseo sentirse mal para no tener que levantarse! ?Cuantas veces sintio culpa por querer sentirse mal! Ahora esta pensando en ese deseo egoista. Tal vez le haya llegado el momento; quiza de tanto desearlo se haya enfermado y la cama sea su destino y su final.

Nuevamente la culpa. La culpa y el miedo; faltan cuatro horas para su verdad. ?Como hara el doctor para darte la noticia? ?Como se hace para decirle a alguien que lleva el germen de la muerte? Pero, Elena, si todos lo llevamos, si todos sabemos que el momento llegara. Es casi la unica certeza con que te recibe la vida. Entonces, Elena, ?por que te angustia tanto saber?

Mira alrededor y la oficina le parece una cueva. Las computadoras son luces al final de un tunel, luces muy difusas, y el sonido de la impresora se asemeja a un grito prolongado que le eriza la piel. Ya no ve hacia afuera por la unica ventana, solo hay paredes negras, muy negras, y se le estan viniendo encima, y nadie se da cuenta, nadie se da cuenta, siguen en lo suyo como si nada pasara; pero las paredes se vienen encima, cada vez hay menos aire, el pecho se cierra, cuesta respirar. Por ahi se mueven sombras, se arrastran; no son sombras, son seres espeluznantes, informes, oscuros. Parece que estan comodos en ese mundo de horror, se desplazan lentos y no se han dado cuenta de que las paredes siguen cerrandose; cada vez hay menos espacio, mas oscuridad. Ella no puede moverse, tampoco le salen palabras, esta paralizada, con los ojos abiertos y la mirada perdida y el grito aquel que hace rato termino; y la impresora que le hace senas que ella no ve, como tampoco ve que una de las sombras esta justo detras de su espalda.

– ?Pero, caramba! Hoy no pegas una, Elena. Primero llegas tarde, te venis hecha una mascarita, me distraes a los companeros y ahora, lo que faltaba, ?en la mismisima luna! Con todo el trabajo que hay atrasado. No digo yo, que en algo raro andas. ?No puede ser!

– Me distraje un segundo, ya sigo.

– ?Vos crees que yo me chupo el dedo? A mi no me engatusas con ese cuentito del doctor, ?estamos? Te pesque en el aire en cuanto te vi llegar. Estas en la luna porque andaras en cosas raras. A mi me importan tres pitos tus asuntos, si te vas por ahi con uno o con cien, eso es cosa tuya, pero aqui, mientras estes aqui quiero que rindas. ?Que rindas! ?Me estas oyendo?

Elena se ha puesto de pie, con la mirada algo desencajada pero con la voz firme, mucho mas firme que las piernas temblando al compas del corazon que siente latir como si fuera a saltarsele por la boca. Le pone la cara bien cerca de la de el y le dice con los dientes apretados:

– Va-ya-se-a-la-mier-da.

El hombre apenas ha podido recuperarse de la sorpresa y ella ya esta cerca de la puerta. La abre y, antes de salir, estira la mano hasta el reloj, toma su tarjeta y la rompe en tantos pedazos como puede, los tira al aire por detras del hombro y simplemente se va como habia anunciado, antes de hora.

* * *

Apenas traspasa el umbral del edificio, siente como si se le hubieran recargado las energias. Ya esta y no fue tan dificil. Habia que ver la cara del jefe y las expresiones de sus companeros. Si falto que aplaudieran. Y ese detalle final, ese gesto dramatico de romper la tarjeta, ?que maravilla! Distraida busca con la mirada, busca pero no encuentra lo que quiere. Si volviera a toparse con el taximetrista le aceptaria un cafe, es mas, ella misma lo invitaria. Un cafe, nada mas que eso y solamente porque la desborda una extrana alegria. ?Y luego? Nada. No pasaria de una charla para poder contarle a alguien lo que acaba de hacer. ?Ella! ?Elena! Que a gusto se siente, que liberada. No tiene idea de lo que hara en el futuro, pero no quiere pensar en eso. Ahora es momento de disfrutar este desquite que se permitio. Pero ?por que no lo hizo antes? No fue tan terrible, despues de todo. Imagina el alboroto que habra en la oficina; el jefe informando del desacato a 'los de arriba', dorando la cuestion para no salir mal parado, por supuesto, hablando pestes de ella, de como hacia tiempo que tenia ganas de sacarsela de encima. Mientras tanto, los companeros festejaran que alguien, por fin, haya puesto las cosas en su lugar y le haya cantado a la alimana las cuatro frescas que todos tienen pendientes. Esta tan excitada que le parece que la gente puede leerle el pensamiento.

?Como lo tomara Daniel? Probablemente no le de importancia, despues de todo para el eso nunca fue un trabajo, mas bien un pasatiempo para que Elena, no estuviera tanto en casa y no se pusiera quisquillosa con la limpieza, los chicos. En cuanto a ellos, ni siquiera esta segura de que esten al tanto de que tiene, tenia, trabajo. Jamas le han hecho preguntas, ni la han ido a visitar, ni se han interesado en lo mas minimo. No notaran la diferencia. ?Su madre? Puede imaginarla sin mover un musculo, sin el menor gesto, nada, decirle algo asi como 'es cuestion tuya' o 'tu sabras'. Cualquier cosa por el estilo, menos un abrazo comprensivo, eso es seguro. Tampoco querra saber los detalles, ni reira con ella por su locura, ni mucho menos le dira que ha hecho justicia. No, no puede esperar aplausos de nadie. ?Pero, claro! ?Rene! ?Como pudo olvidarlo? Rene si va a disfrutar cuando le cuente, con la rabia que le tiene al gordo.

'Estoy bien', piensa. 'Tendria que retocar un poco el maquillaje, pero estoy bien. Estas linda, Elena. A ver cuantos piropos cosechas en un par de cuadras.' Se lanza a su pasarela imaginaria, sintiendose de verdad mas linda y ni siquiera se amarga cuando camina dos cuadras sin que nadie le diga ni buenos dias, ni voltee para mirarla. 'Es igual, Elena, no te habran visto o seran maricas.'

Entra en un pequeno cafe frente a una plaza en cuyo centro una fuente antigua escupe chorritos de agua desiguales. Elige una mesa junto a la ventana, justo como su madre le advirtio desde nina que nunca hiciera, porque 'solamente una mujer que busca guerra se coloca sola en exposicion'. El lugar es pequeno pero acogedor; han empleado mucha madera para su decoracion. Madera en el mostrador, madera en el piso, madera en el techo, tanta madera que tiene la calidez de un hogar. Ahi ha metido mano un decorador, no hay duda. Hay incluso un cierto toque de audacia que solo alguien que sabe, un profesional, pudo haber ideado con tal exito. Jamas se le

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