despierte y prevea una larga noche de insomnio. Ya sabe lo que le espera y sabe tambien que no debe intentar dormir porque es una obstinacion del sueno negarse a venir cuando se lo llama. Asi que revuelve en su memoria y trata de recordar un poema que leyo con su padre. Lastima que los pensamientos sean tan rebeldes y se nieguen a seguir un orden logico; salta de aqui para alla, con asociaciones a veces disparatadas que lo llevan muy lejos desde donde tiene que traerse para no perder el hilo. No hay caso, esta noche no podra recordar tres versos seguidos sin que se interponga la vida.

Esa tarde hubo gritos como nunca. Los padres encerrados en el cuarto y los hijos en el suyo haciendo como si nada pasara del otro lado del pasillo. Tadeo recuerda a su padre salir apurado y bajar las escaleras ahogado en hipos. La madre, en cambio, solo visible a traves de una ranura de la puerta entreabierta, parecia serena sentada en el borde de la cama con los codos sobre las rodillas y las manos tapando el rostro.

En plena madrugada, mientras Tadeo esta recordando la rara sensacion de ver a su padre llorar, oye un ruido en el piso de abajo donde nadie deberia estar a esa hora. Siente la paralisis del miedo aduenarse de sus miembros y trata de hacer como que no ha oido. Pero el ruido se repite, esta vez con la nitidez de unas bisagras mal engrasadas, y Tadeo reconoce la puerta que comunica el garaje con la cocina. Empuja las mantas y apoya los pies en el piso. Asi se queda, inmovil, hasta que el ruido vuelve y ya no duda de que alguien camina por la planta baja. Va en puntillas hasta el cuarto de sus padres y se detiene sorprendido al ver que ella falta del lado derecho de la cama. Suspira. Es su madre que ha bajado a tomar agua.

Tadeo va por las escaleras con el alma otra vez en el cuerpo, casi contento. Y cuando abre la puerta hacia el garaje, no entiende, no puede, no quiere entender que esta haciendo su madre trepada a una silla estirando su brazo por encima de la alacena hasta alcanzar un bulto envuelto en un pano verde.

– ?Tadeo! ?Me asustaste!

La madre devuelve el bulto a su lugar y baja de la silla como una nina descubierta robando golosinas. Tadeo no ha traspasado el umbral. A cada segundo lo va ganando una conciencia terrible de algo en lo que no quiere pensar, algo que es una intuicion tan leve como el sonido de las gotas de lluvia deslizandose por los cristales. Es apenas un instante en el que madre e hijo han quedado detenidos, midiendose. Un instante en el que, sin embargo, caben todas las preguntas, las justificaciones. Por fin, es ella la que recupera el dominio.

– Vamos a la cama.

– ?Que hacias?

– Ordenaba.

– ?Puedo dormir contigo?

– No.

– Tengo miedo, mami.

– ?Miedo? ?A que?

– Miedo a…

– Al miedo; lo que tenes es miedo al miedo. Si esta todo cerrado.

– Si, pero tengo miedo igual. ?Puedo dormir en tu cama?

Ella lo abraza y repite que no, que a los seis anos un nino duerme en su cama y que el se va a la suya.

– Pero, tu vas a dormir, ?verdad?

– Yo tambien voy.

La madre apaga las luces y los dos suben las escaleras. Tadeo entra a su cuarto y, antes de meterse en la cama, va hasta el baul para cerciorarse de que el revolver de juguete este en su sitio.

Numeral 4 de su lista: gas, luz, agua y telefono pagos. Tambien el servicio funebre. No queria cargar a Cesar; bastante tenia con haber perdido el trabajo justo tres meses antes de que naciera su hijo. ?Un nieto! Ni siquiera eso lo salvaba. Ni la perspectiva del hijo de su hijo, ni saber que le pondrian Alejandro, como correspondia al primer varon de la familia. ?Con que derecho cargarian al nino con la fuerza de un nombre ajeno? El mismo habia elegido Cesar y fue a ultimo momento, cuando el parto se complico y hubo que abrir a Laura. Entonces, recordo lo que su padre le habia ensenado junto con sinfonias, constelaciones y surrealismo, recordo el significado de este nombre y le parecio que ningun otro le caeria tan bien. Pero su nieto llevaria el nombre de un recontratatarabuelo, de quien solo se sabia que habia sido un mujeriego enfermizo y un lince para los negocios, un nombre que paso de hombre a hombre, siempre primogenitos, claro, como su hermano Jano, que no tuvo hijos y debia aguantar que fuera un nieto de Tadeo el que se llevara los honores.

Jano insistia en que su hermano siempre habia tenido mas suerte, que por ser el menor se habia ganado la mejor parte. ?De que?, se preguntaba Tadeo. Jano fue el primero, el mas inteligente, el que prometia, mientras el no era mas que el chico, el payasito al que buscaban para alegrarse con alguna monada. Pero nadie deposito sus esperanzas en el. Quizas el padre, en algun momento, le descubrio esa sensibilidad que lo estaba matando, y entre los dos nacio una afinidad tan honda que solo pudieron encarnar en la poesia. Jano siempre se burlo de eso. El era como la madre, pragmatico y demandante. Mientras Tadeo y su padre leian poemas, ellos miraban las noticias en la tele y discutian la probable variacion de la moneda. Tenian un mundo de codigos ferreos en el que los otros no entraban, no querian entrar; aunque era tan fuerte la presencia de la madre en la casa que era imposible vivir de otra forma que no fuera bajo sus reglas.

El padre la adoraba, pero era dificil entender que los unia. Ella era poderosa, veia en el sacrificio la redencion de los pecados y hacia de esto un culto hacia el que los arrastraba. Tambien creia en la fuerza de voluntad mucho mas que en el poder de los afectos. Alguna vez Tadeo la encontro cocinando en plena madrugada, aguantando el sueno con cafe y cigarrillos que escondia torpemente cuando lo presentia. Gastaba poco y nada en ropa y cosmeticos. No iba a la peluqueria porque se acomodaba el pelo con sus propias manos, unas manos potentes, de unas cortas y dedos gruesos, unas manos suaves que pocas veces acariciaron, y que el padre besaba con devocion cada vez que llegaba a la casa.

El, en cambio, tenia la dulzura a flor de piel. Era un tipo delgado, de ojos tristes, como si estuviera siempre a punto de reventar en llanto por algo, quiza por una vida que le hubiera gustado tener. Trabajaba como cobrador de una institucion deportiva y, en sus ratos libres, era poeta. O, quiza, decir que el padre era poeta y en sus ratos libres trabajaba como cobrador de una institucion deportiva honrara mas la utopia perenne en la que flotaba y hacia la cual llevaba a su hijo menor, con aquella ternura de sonador condenado.

La madre se pego un tiro cuando Jano tenia trece y Tadeo siete. No hubo cartas, ni senales, nada. Desde ese dia, Jano no volvio a hablarle al padre. No podia evitar echarle las culpas. Decia con alguna de sus indirectas que la pobre no aguanto tanta blandura sin futuro, y a Tadeo le venian ganas de romperle la cara, como se la habia roto hacia ya tanto… Le quebro la nariz, y le dejo los ojos tan hinchados que parecian salidos del craneo. Alguien se lo saco de entre los punos. Tadeo nunca habia peleado de esa forma y descargo su furia, incluso el dolor por la madre, todo, en aquellos golpes que Jano se busco sin intentar siquiera una tibia defensa. Y eso que el si pegaba, ?y como! Tadeo lo sabia porque una vez lo habia defendido a la salida de la escuela donde lo esperaban los matoncitos de siempre para arreglar una cuestion de hombrias mal entendidas. Jano solo pudo con tres, a puno y patada limpia, mordiendo si era necesario, sin la menor elegancia, sin estilo, con ese instinto salvaje de proteger a la cria. Y la cria era Tadeo, el hermano que no servia ni para cuidarse la cara, que se quedo arrollado en el piso, tiritando, con una mancha gris que bajaba sin dignidad por los pantalones mientras el otro se debatia como un tigre consciente de su soledad.

Jano hubiera podido defenderse aquella tarde en que Tadeo le rompio la nariz, pero se hizo pegar. Apenas una excusa para dejar escapar el dolor que llevaba como una vena tensa, que le atascaba la vida. Vivia enojado con todos, peleando con cuanto obstaculo se le interponia, provocando rinas cuando no venian solas. “Es un nino agresivo”, habian diagnosticado con un simplismo aplastante, pero Jano era, en realidad, un nino triste, un animalito asustado que a cada zarpazo suplicaba que le devolvieran a la madre.

Claro que hubiera podido defenderse. Era mas alto que Tadeo y tenia musculos de gladiador. Hubiera podido derribarlo sin dificultad ni remordimiento; pero en lugar de eso permitio que esa vez fuera el otro quien agotara la ira contra su pobre cara. Esa tarde, Jano provoco la pelea. Se vieron muy pocas veces despues de aquello. Acababa de cumplir veinte anos y llevaba una eternidad sin hablarle al padre. Eligio irse de la casa, con el tio Ignacio que todavia no era el macho alpha, sino Ignacio, a secas.

Tadeo no anda descalzo porque teme pisar un alacran. Al principio, era facil encontrarlos en el jardin, escondidos entre la pinocha o bajo alguna piedra. Pero ayer llovio y los alacranes estan por todas partes, hasta en el cesto de las cebollas y en el vaso de lavarse los dientes. Tadeo revisa entre las sabanas, sacude la ropa, da

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