mujeres. Aparecieron en avalancha en los programas de radio y en las secciones de opinion de los diarios para escupirles en la cara la doble moral que los llevaba ahora a defender a maleantes cuando jamas habian tomado cartas en el grave problema de la violencia contra las mujeres. Los acusaron de ignorar esta epidemia silenciosa y mortal y de venir ahora a querer lavarse las manos como Poncio Pilatos. Con este impulso, Eva logro que la Asamblea aprobara el uso de un tatuaje -menos espectacular pero igualmente util- para los violadores reincidentes. Era, segun dijo en un encendido alegato, el unico sistema de alerta que no le costaria una fortuna al Estado ni aumentaria los impuestos que pagaban los contribuyentes. Las diputadas aprobaron la mocion por mayoria. Se acordo que se les tatuaria una pequena V en la frente en lugar de la palabra completa en el estomago, pues los violadores, usualmente, ni siquiera se quitaban los pantalones.
La taza
Viviana miro la taza. Tenia el emblema de su programa Un poco de todo. Decia:
Un poco de todo
en dos renglones y a todo el derredor su nombre: viviana sanson. Lastima no encontrar cafe en la taza. Aspiro para imaginar el aroma de tantas mananas de su vida. ?Como se resignaba uno a no vivir, a no sentir jamas hambre, morder un bistec, comerse un helado? El cuerpo, los sentidos, ?como seria carecer de ellos? ?Que cielo podria existir sin tocar, ver, oler, escuchar, sentir la lengua del ser amado en la cavidad de la boca, sentir la piel de otro restregarse contra la propia, oir en la noche, entre las sabanas, el suave gemido del placer que uno brindaba a otro ser humano? ?Que estaria pasando afuera mientras ella estaba alli retenida por sus recuerdos, recorriendolos uno a uno? Esa taza, por ejemplo, ?a que sector de sus memorias la trasladaria? Aun no la tocaba. La tomo del asa. No mas tocarla sintio el calor de las luces del camerino. Se desmaquillaba tras grabar el programa. Vio su cara en el espejo, su piel lisa y brillante, sus ojos grandes. Lindo su rostro, su pelo enmaranado, sus hombros y brazos torneados y fuertes. La naturaleza habia sido generosa con ella. Alguien entro, un invitado de la revista de la manana. Viviana lo saludo, salio del camerino y regreso a su oficina.
La rodeaban amplios ventanales. Uno de ellos miraba a un pequeno entramado entre dos edificios y el otro a un pasillo por donde pasaban los artistas o los personajes que iban a grabar al estudio. Llovia a cantaros. Sono el telefono. Era tal el estruendo del aguacero, que apenas logro escuchar a su interlocutor. No se oye, dijo. Corto. Pidio que llamaran mas tarde.
Se recosto en la silla. Con las manos detras de la cabeza, tranquila, saboreo el cafe caliente y el momento de relax despues del programa. Una mujer delgada, muy joven, con un vestido tallado al cuerpo, de lunares negros sobre fondo blanco, toco con los nudillos el vidrio. La miro interrogante. Viviana noto cierta incongruencia entre su rostro y su atuendo. Parecia tener urgencia, prisa. Usualmente la llamaban de la recepcion antes de pasar alguien a verla. Penso que seria esa la llamada que no pudo escuchar. Se levanto, la hizo entrar.
– Soy Patricia. Necesito que me ayude -dijo la muchacha. Se quedo con la espalda pegada a la puerta. Jadeaba-. No quiero que me vean aqui.
Viviana no supo que decir. Arrugo el entrecejo, inquisitiva.
– Tiene que ver con el caso del pinguino. Yo la puedo llevar a un lugar…
Viviana le hizo senas de que no se moviera. Fue hacia las persianas que la aislaban del corredor. Las cerro.
– Podes sentarte -dijo-. Ya nadie te ve.
La muchacha se sento. Tenia aspecto de fugitiva; era eso o padecia del complejo de persecucion. Viviana se sento al lado de ella. La miro con simpatia. Le sonrio. De cerca le calculo dieciocho, diecinueve anos. El maquillaje la hacia verse mayor. Cuidado, es una trampa, se dijo.
– Vamos a ver. Estas nerviosa. ?No? Trata de calmarte y me explicas lo que te pasa. ?Cuantos anos tenes?
– Dieciseis.
– Pense que eras mayor -la joven se encogio de hombros, sonrio sin ganas.
– ?Podria ir conmigo ahora? Yo la puedo esperar afuera y usted me recoge en la esquina. Creame. Es importante -le temblaba la voz. Estaba mojada por la lluvia. Se estremecia de frio de tanto en tanto. Se comia las unas.
Viviana miro hacia fuera. Seguia lloviendo.
– Necesito saber mas -dijo Viviana-. No puedo salir de mi oficina y seguirte si no se de que se trata.
– Mire, si usted me ayuda, yo le puedo contar cosas del magistrado Jimenez como para arruinarlo.
– Aja. ?Y por que no me las podes contar aqui mismo?
– Porque hay mas como yo. Y me comprometi a recogerlas… con usted.
– Mas como vos. ?Que queres decir?
– Que queremos escaparnos. Nos tienen secuestradas -casi lloro la muchacha-. No me pregunte mas. Ayudeme, se lo suplico.
Viviana tomo la decision. Intuyo que la joven no mentia.
– Ok -dijo-. Te recojo en la esquina.
La muchacha salio con la cabeza baja. Viviana llamo a Eva.
– Voy tras una pista que tiene que ver con el magistrado Jimenez -le dijo-. Si en dos horas no me reporto, llamas a mi jefe, ?de acuerdo?
– Puedo mandarte a alguien -dijo Eva, preocupada.
– No hay tiempo. Tengo la corazonada de que esta muchacha no miente. Espera mi llamada.
Colgo. Metio las llaves en su cartera. Apago las luces.
Recogio a la muchacha en la esquina. Estaba remojada. La lluvia arreciaba.
– Decime que hay con el magistrado Jimenez -pregunto Viviana-; indicame hacia donde me dirijo.
– Siga el camino al aeropuerto -dijo la otra-. El magistrado Jimenez es un malvado. Me tiene encerrada con otras dos muchachas en una casa. Nos compro de un chivo. Nos usa. Para escaparnos, limamos los barrotes de la ventana. Yo me sali pero las otras dos se quedaron. Nos van a estar esperando. Nosotras le podemos contar cosas que usted ni se imagina.
– ?Y hay alguien mas en la casa?
– El que nos cuida no estaba cuando yo sali. A veces sale a comprar cigarrillos.
– ?Por que no fuiste a la policia? La muchacha se rio.
– ?Para que me llevaran de regreso? Tienen comprada a la policia.
La muchacha tiritaba. Viviana la observaba con el rabillo del ojo, sin distraer la atencion de la carretera.
– Hay una toalla que uso para limpiar los vidrios en el asiento de atras. No esta muy limpia, pero podes secarte un poco -dijo-. ?Como te llamas?
– Patricia.
– Contame tu historia, Patricia. Nos queda un buen rato antes de llegar.
Viviana metio la mano en su bolso, busco la grabadora, apreto el boton para grabar.
Patricia seguia temblando. A Viviana se le ocurrio poner la calefaccion del carro. Nunca era necesaria en Faguas, pero no soportaba ver temblar a la muchacha.
– No tengas miedo -le dijo-. Trata de respirar hondo, despacio.
– Tengo mucho miedo -rompio a llorar Patricia.
– Yo no voy a dejar que te pase nada -dijo Viviana dandole palmaditas en la pierna. Habria querido abrazarla. En la luz de las luminarias de la carretera, encogida en el carro, lucia fragil, adolescente.
– ?Como conociste al magistrado Jimenez?
– Es largo. Usted me dice si le resulta muy pesado…
– Anda, empeza.
– Soy del norte. Mi mama me mando a trabajar en la tienda donde un tio en Cuina. Me fue bien al principio, pero cuando cumpli los trece varios clientes empezaron a preguntarme si ya tenia pelitos, que les ensenara la cosita. Mi tio se dio cuenta. Me dio una gran apaleada. Dijo que era mi culpa. Un dia de tantos, se me metio en la cama. Mejor que supiera como era la cosa, mejor el y no otro, dijo. Se me tiro encima. Me forzo. Me dolio mucho. Yo lo patee, lo mordi, me defendi como pude. Al dia siguiente me dejo amarrada en la cama, yo llena de sangre.