espejos y no muchos muebles. Se notaba que la visitaba poco, pero estaba impecablemente limpia y habia flores frescas en los floreros. El ama de llaves que los recibio en la puerta y abrazo a Emir con grandes muestras de alegria le dijo que habia estado con la familia por no se cuantos anos. Conocia a Emir desde nino. La llevo a una habitacion grande, con muebles graciles de estilo austriaco y una cama imponente. Abrio de par en par las puertaventanas que daban a un balcon desde el que se veia Mar del Plata. Solo aquella vista bien valia el viaje, penso Viviana. A ese punto, sin embargo, estaba arrepentidisima de haber aceptado la invitacion. Se recrimino por impulsiva, por no pensar que permanecer horas sin poder hacer otra cosa en la intimidad de dos asientos de avion no era lo mismo que estar metida en aquel caseron con un hombre que casi no conocia. ?Cuando dejaria de dejarse llevar por los impulsos? Era como una maldicion. Despues se encontraba en situaciones como aquella, sin saber como salir. Aparte, le sabia mal haber pensado lo de quijote millonario y lo que el podria significar para el pie. Tenia claro que sin dinero todo se quedaria sobre el papel, pero Emir le habria gustado tambien sin plata; que le gustara y que fuera un posible mecenas del pie, enredaba lo que surgiera entre ellos. Si algo surgia, no queria que el lo atribuyera a un interes mercenario de su parte. Se metio al bano, un bano hermoso; el lavamanos empotrado en una cubierta de marmol. Se miro al espejo. Las ojeras.
Tendria que haber dormido en el avion. Se aplico el aclarador de ojeras, se pinto los labios gruesos, carnosos. Los consideraba su rasgo mas perfecto. El arco de cupido perfecto en el labio superior. ?Que nombre!, se dijo, ?arco de cupido! Cursi anatomia.
En esas estaba ella cuando tocaron a la puerta. Salio del bano. Abrio. Emir aparecio con su sonrisa; una sonrisa que pedia disculpas.
– Estaras arrepentida.
– Un poco, si, la verdad.
– No te culpo. Esta casa es familiar para mi, pero supongo que te parecera extrana. Pero mira el mar, veni, asomate.
La tomo de la mano, la llevo al balcon y alli mismo le dio un beso tan largo que cuando la solto, ella perdio el equilibrio. Rieron. El la abrazo, la pego contra el, le metio la nariz en el pelo. Abrazados miraron el mar. Le gustaba Uruguay, dijo Emir, el habia nacido en el Brasil, pero se habia criado entre Venezuela y Montevideo.
Hacia mucho que Viviana no estaba con un hombre. El abrazo de Emir lanzo su sangre al galope. Sintio la peculiar sensacion de deseo en el vientre. El no la soltaba. Abrazada la llevo hasta la cama. Ella se sento al borde. El le quito el saco. Le bajo una de las hombreras de la blusa, le beso levemente los hombros. ?Cual seria su ponencia?, le pregunto mientras la besaba suavemente esta vez en la boca. Las maneras femeninas del poder, dijo ella desabrochandole un boton de la camisa. ?Y que esperaba ella de la conferencia?, pregunto sacandole la blusa por la cabeza, rozando con su indice el borde de los pechos. Quiero conocer gente que me ayude, dijo ella mientras el le desabrochaba el brasier. ?Gente que te ayude?, dijo el tomandole los pechos en las manos, mirandolos como si fueran un tesoro recien descubierto. Si, que me ayude a financiar el partido y a establecer contactos, dijo ella sintiendo que se desmadejaba toda bajo sus besos cortos, humedos, picandola toda, aleteando sobre su piel como un colibri. Me lo vas a dejar a mi, dijo el deslizandole el pantalon por las caderas, besandole el ombligo. Te lo voy a dejar a vos, dijo Viviana, ya desnuda, terminando de desnudarlo a el. Si, dijo el, me lo vas a dejar a mi, yo cabalgare con vos en esta quijotada, susurro apretandola contra el, suavemente restregando su cuerpo contra el de ella, besandole los hombros, el cuello, las orejas. Hablemos mejor manana, dijo ella riendose bajito, totalmente expuesta, las mejillas ardiendo, la piel despierta de principio a fin. Como quieras, dijo el empujandola suavemente hasta dejarla horizontal sobre la cama, besandole las piernas, las rodillas, lentamente haciendo camino hasta su entrepierna donde se perdio goloso, reconociendola despacio, dibujando el anturio de su sexo suavemente en circulos, suave y pacientemente, con una delicadeza magnifica que ella asimilo casi sin moverse, temerosa de cortar el ritmo lento y perezoso de sus movimientos que a ella le recordaron, por alguna razon, el pan con mantequilla, la jalea, todas las delicias y los manjares de la vida. Finalmente el apuro el paso, el colibri picoteo rapido y leve la flor mas escondida y con un gemido ella se arqueo mientras el temblor del orgasmo la recorria de punta a punta.
Viviana se asombro de lo facil que fue para ambos cruzar las tramposas puertas de la intimidad. Igual que ella, Emir tenia una relacion muy libre y feliz con su cuerpo y una vocacion nativa para el placer. Como viejos amantes que algun infortunio hubiese separado, o como las mitades que los antiguos imaginaron se buscarian incesantemente, se reencontraron en la ternura y en el deseo. Menos mal que la casa permanecia sola durante la noche y no hubo que preocuparse ni por carcajadas ni gemidos. Hacia mucho que ella no se reia con abandono de nina. Hicieron el amor en cada cama de la casa, cuyas habitaciones el insistio en mostrarle. Era un rito suyo al regresar, le dijo, visitar cada cuarto para aliviarle el aire de encierro. Desnudos anduvieron por pasillos, subieron y bajaron escaleras. Emir le conto historias de sus ancestros que rivalizaban con las de Garcia Marquez: un tio que se hizo el muerto para cobrar un seguro, la tia gorda que nadie supo que estaba embarazada. Casi a la madrugada regresaron a la habitacion del balcon. Se dijeron que debian revisar sus ponencias del dia siguiente, pero terminaron hablando de posiciones y se durmieron juntos, medio borrachos y contentos.
Durante el foro multitudinario y bullicioso que tuvo lugar en el Salon de Convenciones de la ciudad, se persiguieron con los ojos y cada cual atendio la presentacion del otro. En la de Viviana hubo un lleno total, la mayoria mujeres. A pesar de su facilidad de palabra ante los medios masivos, se sintio nerviosa. Era la primera vez que se dirigia a un publico tan nutrido de pares. Antes de subir al estrado fue al bano para tener un rato de soledad. Dentro del cubiculo, cerro los ojos. Penso en Faguas. Imagino que apretaba al pais contra su pecho. Penso en la mujer que queria encarnar. La visualizo, se cubrio con su imagen. Llevaba el discurso escrito por si le fallaban la memoria o el aplomo, pero no bien empezo a hablar, la pasion de la confianza en la idea del pie hizo que se olvidara de si misma. Afirmativa, fuerte y con humor, desperto un clamoroso entusiasmo en el publico. Cuando termino la rodearon decenas de personas. Aliviada de obligaciones, se sintio euforica. Emir logro abrirse paso. La abrazo fuerte. Magnifico, le dijo, y se fue a brindar su ponencia. Ella logro al fin zafarse de la gente y entro a la conferencia de Emir ya cuando el habia empezado.
Con que facilidad se expresaba, penso Viviana, mirandolo con la camisa de mangas volteadas hacia arriba, la camisa de rayas blancas y celestes, impecable. Su analisis sobre la relacion de Estados Unidos y America Latina era abundante en datos. America Latina era ahora el territorio que le quedaba a Estados Unidos para compensar el dominio de China sobre Asia y partes de Africa, pero la politica de la que era ahora la segunda potencia mundial distaba mucho de ser la de los anos de la Guerra Fria. Emir la habia visto entrar y le guino el ojo casi imperceptiblemente. Queria sentarse al frente. Camino por un lado del salon sin importarle que la miraran porque era llamativa y sabia que eso sucederia.
Estaba segura de que el no perderia el hilo. Era un don masculino controlar las emociones, un don que ella admiraba secretamente. Pero Emir callo. Los tacones de ella resonaron en el auditorio. La gente se volvio.
– Quiero que conozcan a Viviana Sanson -dijo Emir-. Ella es una joven periodista de Faguas y una persona que parece tener clara la idea de la que he venido hablando largamente: la politica como desafio a la imaginacion.
Ni corto, ni perezoso, el publico aplaudio. Viviana saludo con la mano, enderezo la espalda. Touche, penso, confundida. No supo si Emir lo hacia para devolverle la interrupcion o de manera genuina para que la gente la conociera.
Almorzaron juntos. Lo hice por las dos cosas, dijo Emir. Tenes que admitir que querias interrumpirme y yo te di gusto -dijo con ironia, besandole la mano.
– Lo que queria era probarme a mi misma que tendrias, como cualquier hombre, la capacidad de mantener el hilo de tu discurso sin inmutarte -dijo ella.
– Yo me inmuto por mucho menos que eso -sonrio Emir-. Pero fue bonito. Me gusto lo que hiciste. Me desconcerto, pero me gusto. Y tu discurso… fue excelente.
– El tuyo tambien -dijo ella.
– Que modestos que somos, ?no?
– La modestia es una virtud mediocre -dijo seria Viviana.
– Firmese y ratifiquese. Lo adopto como lema desde este momento -rio Emir.
En una entrevista publica ella hablo del pie y arranco sonoros aplausos. Al dia siguiente, la noticia del partido aparecio en los principales diarios.