Durante un periodo sone que era pirata: vivia en el mar de la China y era una pirata muy especial, porque no robaba para mi provecho, sino para entregarlo todo a los pobres. De las fantasias de bandidaje pasaba a las filantropicas: pensaba que, despues de diplomarme en medicina, me iria al Africa a curar negritos. A los catorce anos lei la biografia de Schliemann y al leerla comprendi que jamas de los jamases podria dedicarme a curar a la gente porque mi unica verdadera pasion era la arqueologia. Entre todas las innumerables actividades que imagine emprender, me parece que esta fue la unica verdaderamente mia.

Y, efectivamente, por realizar ese sueno combati la primera y unica batalla con mi padre: la de ir en el instituto al Liceo Clasico. El no queria ni oir hablar del asunto, decia que no servia para nada, que, si realmente queria estudiar, era mejor que aprendiese idiomas. Pero al final me sali con la mia. En el momento en que atravese el portal del instituto estaba absolutamente segura de que habia ganado Era una ilusion. Cuando al terminar los estudios superiores le comunique mi intencion de entrar en la universidad, su perentoria respuesta fue: «Ni hablar.» Y yo, tal como se estilaba entonces, obedeci sin decir esta boca es mia. No hay que creer que ganar una batalla equivale a haber ganado la guerra. Se trata de un error de juventud. Cuando pienso en ello ahora, creo que si hubiera seguido luchando, si le hubiese plantado cara, al final mi padre habria terminado por ceder. Aquella negativa categorica formaba parte del sistema educativo de aquellos tiempos. En el fondo, no se pensaba que los jovenes fuesen capaces de tomar decisiones propias. Por consiguiente, cuando expresaban alguna voluntad diferente, se intentaba ponerlos a prueba. En vista de que yo habia capitulado ante el primer obstaculo, para ellos habia sido mas que evidente que no se trataba de una verdadera vocacion, sino de un deseo pasajero.

Para mi padre, como para mi madre, los hijos eran ante todo una obligacion mundana. En la misma medida en que se desentendian de nuestro desarrollo interior, trataban con extremada rigidez los aspectos mas banales de la educacion. A la mesa tenia que sentarme erguida, con los codos pegados al cuerpo. Que al hacerlo pensara solamente en cual seria la mejor manera de suicidarme, no tenia la menor importancia. La apariencia lo era todo, mas alla solo existian cosas inconvenientes.

Por lo tanto, creci con la sensacion de ser algo asi como una mona que tenia que estar bien adiestrada y no un ser humano, una persona con sus alegrias y sus pesadumbres, con su necesidad de ser amada. De esta desazon pronto nacio en mi interior una gran soledad, una soledad que con el paso de los anos se volvio enorme, una especie de vacio en el que me movia con los gestos lentos y torpes de un buzo. La soledad tambien nacia de las preguntas, de preguntas que me planteaba y a las que no sabia dar respuesta. Ya desde los cuatro o cinco anos miraba a mi alrededor y me preguntaba: «?Por que estoy aqui? ?De donde vengo yo, de donde vienen todas las cosas que veo a mi alrededor, que es lo que hay detras, han estado siempre aqui, incluso cuando yo no estaba, seguiran estando para siempre?» Me planteaba todas las preguntas que se plantean los ninos sensibles cuando se asoman a la complejidad del mundo. Estaba convencida de que tambien los mayores se las planteaban, de que tenian la capacidad de darles respuesta; en cambio, despues de dos o tres intentos con mi madre y con la ninera, intui que, no solamente no sabian darles respuesta, sino que ni siquiera se las habian planteado.

Se acrecento asi la sensacion de soledad, ?comprendes? Me veia obligada a resolver cada enigma contando solo con mis fuerzas; cuanto mas tiempo pasaba, mas preguntas me hacia sobre todas las cosas, eran preguntas cada vez mas grandes, cada vez mas terribles, de solo pensarlas daban miedo.

El primer encuentro con la muerte lo tuve hacia los seis anos. Mi padre tenia un perro de caza que se llamaba Argo; tenia un caracter manso y carinoso y era mi companero de juegos preferido. Durante tardes enteras le metia en la boca papillas que hacia con barro y hierbas, o bien lo obligaba a hacer de cliente de la peluqueria, y el, sin rebelarse, daba vueltas por el jardin con las orejas cargadas de horquillas. Pero un dia, justamente mientras le estaba probando un nuevo peinado, me di cuenta de que tenia bajo la garganta un bulto. Hacia ya algunas semanas que no tenia ganas de correr y saltar como antes; si yo me acomodaba en un rincon para comer mi merienda ya no se me echaba delante suspirando esperanzado.

Un mediodia, al volver de la escuela, no lo encontre esperandome ante la cancela. Al principio pense que habria ido a alguna parte con mi padre. Pero cuando vi a mi padre tranquilamente sentado en su estudio y que Argo no estaba a sus pies, senti en mi interior una gran agitacion. Sali gritando a pleno pulmon, llamandolo por todo el jardin: volvi dos o tres veces adentro y lo busque, explorando la casa de cabo a rabo. Al llegar la noche, en el momento de dar a mis padres el beso obligatorio de las buenas noches, reuniendo todo mi valor le dije a mi padre: «?Donde esta Argo?» «Argo -repuso el sin levantar la vista del periodico-, Argo se ha marchado.» «?Y por que?», pregunte yo. «Porque estaba harto de que lo fastidiaras.»

?Indelicadeza? ?Superficialidad? ?Sadismo? ?Que habia en aquella respuesta? En el momento exacto en que escuche esas palabras, algo se rompio en mi interior. Empece a no conciliar el sueno por las noches, de dia era suficiente una nimiedad para hacerme estallar en llanto. Al cabo de un par de meses llamaron al pediatra. «La nina tiene agotamiento.» dijo, y me suministro aceite de higado de bacalao. Nadie me pregunto nunca por que no dormia ni por que llevaba siempre conmigo la pelotita mordisqueada de Argo.

A ese episodio le atribuyo el comienzo de mi edad adulta. ?A los seis anos? Pues si, exactamente a los seis anos. Argo se habia marchado porque yo habia sido mala; por lo tanto, mi conducta influia sobre lo que me rodeaba. Influia haciendo desaparecer, destruyendo.

A partir de aquel momento, mis acciones no fueron jamas neutras, finalidades en si mismas, con el terror de volver a equivocarme las reduje paulatinamente al minimo, me volvi apatica, vacilante. Por las noches apretaba entre mis manos la pelota y llorando decia: «Argo, por favor, regresa- aunque me haya equivocado te quiero mas que a nadie.» Cuando mi padre trajo a casa otro cachorro, no quise ni mirarlo. Para mi era, y tenia que seguir siendo, un perfecto extrano.

En la educacion de los ninos imperaba la hipocresia. Recuerdo perfectamente que en cierta ocasion, paseando con mi padre cerca de un seto, habia encontrado un petirrojo tieso. Sin temor alguno lo habia recogido y se lo habia mostrado. «Deja eso -habia gritado el en seguida-, ?no ves que esta durmiendo?» La muerte, como el amor, era un tema que habia que evitar. ?No habria sido mil veces preferible que me hubiesen dicho que Argo habia muerto? Mi padre hubiera podido cogerme en brazos y decirme: «Lo he matado yo porque estaba enfermo y sufria. Alla donde se encuentra ahora es mucho mas feliz.» Seguramente habria llorado mas, me habria desesperado, durante meses y meses habria ido al sitio donde estaba enterrado y le habria hablado largamente a traves de la tierra. Despues, poco a poco, habria empezado a olvidarme de el, me habrian interesado otras cosas, hubiera tenido otras pasiones y Argo se habria deslizado hacia el fondo de mis pensamientos como un recuerdo, un hermoso recuerdo de la infancia. De esa forma, en cambio, Argo se convirtio en un pequeno muerto que cargaba en mi interior.

Por eso digo que a los seis anos era ya mayor, porque en lugar de alegria lo que tenia era ansiedad y en vez de curiosidad, indiferencia. ?Eran mi padre y mi madre unos monstruos? No, en absoluto; para aquellos tiempos eran unas personas absolutamente normales.

Solo al llegar a vieja mi madre empezo a contarme algo de su infancia. Su madre habia muerto cuando ella era todavia nina; antes que a ella habia dado a luz un varon que habia muerto a los tres anos de pulmonia. Ella habia sido concebida inmediatamente despues y no solo habia tenido la desdicha de nacer hembra, sino que ademas nacio el mismo dia en que habia muerto su hermano. Para recordar esa triste coincidencia, desde que era una lactante la habian ataviado con colores de luto. Sobre su cuna campeaba un gran retrato al oleo de su hermano. Servia para que tuviera presente,

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