– Creo que no, senorita.
– Yo tampoco. ?Oh, Dios! ?Como demonios la he dejado sola?
Mas temblorosa aun, llamo otra vez a la puerta, mas fuerte que antes. No hubo respuesta. Pero entonces penso en hacer lo que la senora Ayres habia hecho poco tiempo antes con una puerta inexplicablemente cerrada: se agacho y pego el ojo al de la cerradura. Y la tranquilizo ver que el ojo estaba vacio y la habitacion, detras, totalmente clara, porque, no sin fundamento, entendio que esto significaba que su madre no estaba en la habitacion. Al salir debia de haber cerrado la puerta con llave y se la habria llevado consigo. ?Por que lo habria hecho? Caroline no tenia idea. Se puso en pie y, con mas confianza de la que sentia, dijo:
– No creo que mi madre este dentro, Betty. Debe de estar en alguna parte de la casa. Supongo que has ido a la salita, ?no?
– Oh, si, senorita. He ido y he encendido el fuego.
– Podria haber bajado a la biblioteca, me figuro. Y no habra subido arriba, ?verdad?
Ella y Betty se miraron, las dos pensando en el horrible incidente de varias semanas atras.
– Mas vale que suba a echar un vistazo -dijo Caroline por fin-. Esperame aqui. No, pensandolo bien, no me esperes. Mira en todas las habitaciones de este piso y despues en las de abajo. Mi madre podria haber sufrido un accidente.
Tomaron direcciones diferentes, y Caroline subio al piso de arriba y probo cada puerta trabajosamente, llamando a su madre. Encontro los cuartos de los ninos, al igual que yo, inhospitos pero sin senales de vida y totalmente vacios. Desanimada, volvio a la puerta del dormitorio de su madre. Betty se reunio con ella un momento despues. Ella tampoco habia encontrado nada. Habia mirado en todas las habitaciones, y tambien se habia asomado a las ventanas por si la senora Ayres habia salido fuera. Dijo que no habia en la nieve huellas nuevas de pisadas; y anadio que el abrigo de la senora estaba en su percha del portico, y sus botas en la rejilla, secas.
Caroline empezo a morderse frenetica las yemas de los dedos. Forcejeo de nuevo con el pomo del cuarto de su madre, llamo con los nudillos y grito su nombre. Una vez mas, nada.
– ?Dios! -dijo-. Esto no es normal. Mi madre tiene que haber salido de casa. Debe de haberse ido antes de que la ultima nevada haya cubierto sus huellas.
– ?Sin el abrigo y las botas? -pregunto Betty, horrorizada.
Volvieron a mirarse; despues dieron media vuelta, bajaron corriendo la escalera y descorrieron los cerrojos de la puerta principal. La blancura del dia casi las deslumbre-, pero atravesaron la grava lo mas rapido que pudieron y recorrieron la terraza del sur hasta los escalones que conducian al cesped. Alli, cegada y contrariada por la capa intacta de nieve que recubria el cesped, Caroline se detuvo y oteo a lo largo del jardin. Ahueco las manos delante de la boca y grito:
– ?Madre! ?Estas ahi, madre?
– ?Senora Ayres! -grito Betty-. ?Senora! ?Senora Ayres!
Aguzaron el oido y no oyeron nada.
– Podriamos buscar en los antiguos jardines -dijo Caroline entonces, poniendose en marcha-. Mi madre estuvo alli ayer con el doctor Faraday. No se, quiza se le haya ocurrido volver.
Pero mientras hablaba atrajo su mirada una pequena imperfeccion en la nieve que habia delante y, cautelosamente, avanzo hacia ella. Habia alli algo caido, un pequeno objeto de metal: al principio penso que era una moneda; despues, al acercarse, comprendio que lo que habia tomado por un chelin de canto era en realidad el reluciente extremo ovalado de una llave de tija larga. Era la llave -sabia que tenia que ser- del dormitorio cerrado de su madre, pero no entendia como habria caido o ido a parar alli, en aquella franja de nieve intacta. Solo se le ocurrio pensar, en un momento de ofuscacion, que se habria desprendido del pico de un pajaro, y levanto los ojos y volvio la cabeza buscando a una urraca o a un cuervo. Lo que vieron sus ojos, sin embargo, fueron las ventanas del dormitorio de su madre. Una estaba cerrada, con las cortinas corridas. La otra estaba abierta, abierta de par en par en el aire glacial. Y fue como si el corazon, al verla, se le paralizase en el pecho. En efecto, supo que la llave estaba alli porque su madre, despues de cerrar la puerta por dentro, la habia arrojado desde la ventana. Supo que su madre seguia estando en la habitacion y no queria que fuera facil encontrarla; y adivino por que.
Entonces corrio -al igual que yo pronto correria tambien-, volvio corriendo patosamente a traves de la nieve pulverulenta, arrastrando tras ella a una Betty asustada, la metio en la casa y subieron la escalera. La llave estaba helada como un carambano en sus dedos cuando la introdujo en la cerradura. La mano le temblaba tan violentamente que, por un segundo, el metal no encajaba, y el corazon encogido de Caroline dio un vuelco desesperado: penso que, al fin y al cabo, se habia equivocado, que la llave no era aquella, que no era la de su madre… Pero el cerrojo cedio. Empuno el pomo y empujo la puerta. Noto que se abria unos centimetros y despues se detenia porque se habia interpuesto algo detras de ella, algo pesado y que oponia resistencia.
– ?Por el amor de Dios, ayudame! -grito, con una voz terriblemente cascada, y Betty se adelanto para empujar la puerta con ella hasta que se abrio justo lo suficiente para asomar la cabeza y mirar dentro.
Lo que vieron les arranco un grito. Era la senora Ayres, torpemente desplomada, la cabeza colgando, la postura extrana, como si se hubiera derrumbado de rodillas en una especie de desfallecimiento justo en el umbral del cuarto. El cabello encanecido y suelto le tapaba la cara, pero cuando empujaron mas la puerta la cabeza se desplazo flaccidamente hacia un costado. Entonces vieron lo que la senora Ayres habia hecho.
Se habia ahorcado con el cordon de su bata atado a un viejo gancho de laton en la parte interior de la puerta.
Durante varios minutos espantosos intentaron soltarla, calentarla y revivirla. El cordon estaba tan apretado por el peso del cuerpo que no pudieron desatarlo. Betty tuvo que correr en busca de unas tijeras, y cuando volvio con unas de la cocina vieron que tenian las hojas tan blandas que solo servian para serrar la seda fuertemente trenzada hasta deshilacharla, y luego tuvieron literalmente que arrancar el cordon de la piel hinchada del cuello. Produce un horror especial la apariencia de un ahorcado, y el cuerpo de la senora Ayres tenia un aspecto atroz, abotargado y oscuro. Era evidente que llevaba muerta algun tiempo -su cuerpo ya estaba frio- y sin embargo, segun testimonio de Betty cuando aquel dia hable con ella mas tarde, Caroline se inclino para zarandearla y reprenderla, hablando no con suavidad o tristeza, sino diciendole, casi como en broma, que debia despertar, recomponerse.
– No sabia lo que decia, senor -dijo Betty, enjugandose los ojos, sentada a la mesa de la cocina-. Ha seguido temblando y sacudiendola hasta que yo le he dicho que quiza debiamos levantarla y acostarla en la cama. Y entre las dos hemos levantado a la senora… -Se tapo la cara-. ?Oh, Dios mio, ha sido horrible! Se nos resbalaba de los brazos, y cada vez que resbalaba la senorita Caroline le decia que no hiciera tonterias, le hablaba como si la senora hubiera hecho algo normal como… como perder las gafas. La hemos acostado y tenia un aspecto peor todavia, con la almohada blanca al lado de la cabeza, pero la senorita Caroline seguia comportandose como si no lo viera. Asi que le he dicho: «?No deberiamos mandar a buscar a alguien, senorita? ?No deberiamos avisar al doctor Faraday?». Y ella me ha dicho: «?Si, ve a telefonear al doctor! El atendera muy bien a mi madre». Luego, cuando yo salia por la puerta, me ha llamado con una voz distinta. «?No se te ocurra decirle lo que ha pasado! ?Por telefono no! ?Mi madre no querria que lo oyese todo el mundo! ?Di que ha habido un accidente!».
»Y despues, doctor, ya ve, ha debido de pensar en lo que habia dicho. Cuando he vuelto estaba sentada tranquilamente al lado de la cama y me ha mirado y ha dicho: 'Esta muerta, Betty'. Como si yo no lo supiera. Le he dicho: 'Si, senorita, lo se, y me da muchisima pena'. Y ninguna de las dos hemos hablado mas, sin saber que otra cosa debiamos hacer… Despues me he puesto histerica. Una histeria terrible. Tiraba del brazo a la senorita Caroline y ella se ha levantado como si estuviera sonando. Hemos salido juntas y yo he cerrado la puerta con llave. Y ha sido espantoso, dejar a la senora Ayres alli tumbada y completamente sola. Era una senora tan amable, siempre fue buena conmigo… Y entonces se me ha pasado por la cabeza que, solo un momento antes, habiamos estado alli delante de su puerta, pensando donde estaria, sin darnos cuenta de nada, y fisgando por el ojo de la cerradura cuando todo el tiempo… ?Oh! -Empezo a llorar de nuevo-. ?Por que habra