un minuto tenia los pies empapados y helados. A mitad de camino a lo largo del sendero me enganche el tobillo y me lo torci de mala manera, y tuve que sobreponerme al dolor para seguir corriendo.
Betty estaba en la puerta de la casa cuando llegue, cojeando y jadeante, y vi al instante por su expresion que las cosas estaban tan mal como me habia temido. Cuando llegue a su lado, en lo alto de los escalones, se tapo la cara con sus manecitas recias y rompio a llorar.
Su impotencia no me conmovio. Le pregunte, impaciente:
– ?Donde me necesitan? -Ella sacudio la cabeza y no pudo responderme. Detras de ella, la casa estaba silenciosa. Mire hacia la escalera-. ?Arriba? ?Dimelo! -La agarre de los hombros-. ?Donde esta Caroline? ?Y la senora Ayres?
Betty senalo con un gesto el cuerpo de la casa. Recorri velozmente el pasillo hasta la puerta de la salita y, al encontrarla entornada, la empuje con el corazon en la garganta, como si fuera un puno aporreando.
Caroline estaba sentada sola en el sofa. Al verla dije, con un alivio angustiado:
– ?Oh, Caroline, gracias a Dios! Pense… No se lo que he pensado.
Entonces vi su extrano aspecto. No estaba palida, sino un poco gris, pero no temblaba, parecia muy serena. Al verme en la entrada levanto la cabeza, como ligeramente interesada -no mas- por mi presencia.
Llegue a su lado, le tome la mano y dije:
– ?Que ha sido? ?Que ha ocurrido? ?Donde esta tu madre?
– Madre esta arriba -dijo.
– ?Arriba, sola?
Me volvi. Ella me retuvo.
– Es demasiado tarde -dijo.
Y entonces, poco a poco, se fue revelando la aterradora historia.
Al parecer, tal como yo le habia pedido, estuvo con su madre el dia anterior. Primero le leyo en voz alta; despues, cuando la senora Ayres empezo a dormitar, dejo el libro y mando a Betty que le llevara el costurero. Habian estado juntas, sociablemente, hasta las siete de la tarde, en que la senora Ayres fue sola al cuarto de bano. Caroline no penso que habria podido acompanarla, y de hecho su madre reaparecio, tras haberse lavado las manos, «bastante mas despierta» que antes; incluso se empeno en cambiarse de ropa y ponerse un vestido mas bonito para la cena. La tomaron en la salita, como solian hacer aquellos dias. La senora Ayres ceno con buen apetito. Aleccionada por mi para que estuviese prevenida y vigilante, Caroline la observo muy atentamente, pero parecia «la misma de siempre»; la misma, en otras palabras, que habia sido en los ultimos tiempos, «muy callada y cansada; distraida pero nada nerviosa». Cuando Betty recogio la mesa, madre e hija se quedaron en la salita, escuchando un chisporroteante programa de musica en el transistor de la casa. A las nueve, Betty les sirvio chocolate caliente; ellas leyeron o cosieron hasta las diez y media. Solo entonces, dijo Caroline, su madre se mostro inquieta. Se acerco a una de las ventanas, descorrio la cortina y se quedo mirando el cesped cubierto de nieve. Hubo un momento en que ladeo la cabeza y dijo: «?Has oido eso, Caroline?». Esta, sin embargo, no oyo nada. La senora Ayres permanecio en la ventana hasta que la corriente la obligo a aproximarse al fuego. Al parecer, el acceso de inquietud habia pasado; hablo de cosas normales y con una voz serena; era de nuevo «ella misma».
Tan sosegada parecia, de hecho, que a la hora de acostarse Caroline casi se avergonzo de insistir en sentarse a su lado en su dormitorio. Dijo tambien que a su madre le incomodaba verla sentarse con una manta en una butaca no demasiado comoda mientras ella estaba acostada. Pero Caroline le dijo que «el doctor Faraday dice que debo hacerlo», y la madre sonrio.
– Ya podriais estar casados.
– Calla, madre -dijo Caroline, cohibida-. Que tonterias dices.
Le habia dado Veronal y el farmaco hace efecto enseguida; la senora Ayres tardo en dormirse unos minutos. Caroline se le acerco de puntillas para cerciorarse de que estaba bien abrigada por las mantas y volvio a sentarse lo mejor que pudo en la incomoda butaca. Se habia llevado un termo de te y dejo encendida una lampara tenue, y durante las primeras horas de vela estuvo muy distraida leyendo su novela. Pero cuando los ojos empezaron a escocerle cerro los ojos, fumo un cigarrillo y se limito a mirar a su madre durmiendo; y despues, no habiendo nada que los contuviese, sus pensamientos se volvieron lugubres. Previo todo lo que sucederia al dia siguiente, todo lo que yo proyectaba hacer, traer a David Graham, trasladar a su madre… Antes mi inquietud y sensacion de apremio la habian impresionado y asustado. Ahora empezo a dudar de mi. Resurgieron las viejas ideas sobre la casa: las de que habia algo o las de que entraba en ella alguna cosa que deseaba hacer dano a su familia. Miro a traves de las sombras a su madre, laxamente tendida en la cama, y se dijo a si misma: «Sin duda el se equivoca. Tiene que estar equivocado. Se lo dire por la manana. No permitire que se la lleve de este modo. Es demasiado cruel. Yo… yo me la llevare. Me ire con ella inmediatamente. Lo que la esta lastimando es esta casa. Me la llevare y se repondra. ?Tambien me llevare a Roddie…!».
Sus pensamientos discurrieron desbocados hasta que empezo a sentir que su cabeza era como una maquina que gira velozmente y se acalora. Ya habian transcurrido varias horas: miro su reloj y descubrio que eran casi las cinco, bien pasado el conticinio de la noche, pero todavia a una o dos horas del alba. Necesitaba ir al bano y queria lavarse y refrescarse la cara. Como su madre aun parecia profundamente dormida, doblo la esquina del rellano y paso por delante de la habitacion de Betty en el camino hacia el bano. Despues, ya consumido el termo de te y con los ojos todavia escocidos, decidio tranquilizarse y mantenerse despierta fumando otro cigarrillo. El paquete en el bolsillo de su cardigan estaba vacio, pero sabia que habia otro en el cajon de su mesilla de noche, y como veia con perfecta claridad la habitacion de su madre hasta el otro lado del hueco de la escalera, entro en la suya propia, se sento en la cama, saco un cigarrillo y lo prendio. Para ponerse mas comoda se quito los zapatos y levanto las piernas, de tal modo que estaba recostada en la cama y con el cenicero en el regazo. La puerta de su dormitorio estaba abierta de par en par y era clara la vision que tenia del rellano. Insistio en este hecho cuando mas tarde hablamos de ello. Dijo que girando la cabeza veia realmente, a traves de la penumbra, el tablero a los pies de la cama de su madre. Reinaba tal silencio en la casa que hasta oia el ritmo suave y regular de la respiracion de la senora Ayres…
Lo siguiente que supo fue que Betty estaba a su lado con la bandeja del desayuno. Habia tambien, depositada en el rellano, una bandeja para el de su madre. Betty queria saber que debia hacer con ella.
«?Que?», pregunto Caroline con voz pastosa. Acababa de salir de la fase mas profunda del sueno, incapaz de entender por que estaba encima de la cama en lugar de dentro, totalmente vestida, con mucho frio y un cenicero rebosante en el regazo. Se incorporo y se froto la cara.
– Llevale la bandeja a mi madre, por favor. Y si esta dormida no la despiertes. Dejala al lado de la cama.
– Ese es el problema, senorita -dijo Betty-. Creo que la senora duerme todavia, porque he llamado a la puerta y no me ha respondido. Y no puedo dejar la bandeja porque la puerta esta cerrada con llave.
Al oir esto, Caroline desperto del todo. Echo una ojeada al reloj y vio que eran las ocho pasadas. El dia era radiante mas alla de la cortina, anormalmente radiante a causa del suelo nevado. Alarmada, inquieta, temblando por la falta de sueno, se levanto y cruzo rapidamente el rellano hasta la habitacion de su madre. Tal como Betty habia dicho, la puerta estaba cerrada con pasador, y cuando llamo con los nudillos - primero suavemente, despues con mas firmeza, a medida que su inquietud aumentaba- no recibio respuesta.
– ?Madre! -llamo-. Madre, ?estas despierta?
Ninguna respuesta. Llamo a Betty. ?Oia ella algo? Betty escucho y nego con la cabeza. Caroline dijo:
– Supongo que quiza duerme como un leno. Pero entonces la puerta… ?Estaba cerrada cuando te has levantado?
– Si, senorita.
– Yo recuerdo, estoy segura de que recuerdo que las dos puertas estaban abiertas. ?Tenemos una llave de repuesto?