seguir. Riddell mando a un oficial que le diera un vaso de agua; a Betty le dijo que estaba siendo muy valiente. Pero yo, mas que verlo, oi todo esto. Estaba otra vez inclinado hacia delante, con la mano encima de los ojos, pues si el recuerdo habia quebrado la entereza de Betty tambien habia estado a punto de quebrar la mia. Note que Graham me tocaba el hombro.

– ?Estas bien? -murmuro.

Asenti.

– ?Seguro? Estas cadaverico.

Me enderece.

– Si, estoy bien.

De mala gana, el retiro la mano.

Betty tambien se habia recuperado. De todas formas, Riddell casi habia acabado. Dijo que lamentaba tener que retenerla alli; habia un ultimo punto desconcertante que necesitaba adatar. Betty habia dicho hacia un momento que en los segundos antes de la caida la senorita Ayres habia dicho algo, asustada, como si hablara con alguien que conocia, y que despues habia echado a correr. ?Habia oido el sonido de otros pasos, o una voz, o cualquier otro sonido antes de la caida del cuerpo, o despues de ella?

– No, senor -dijo Betty.

– No habia, indudablemente, ninguna otra persona en la casa, aparte de usted y de la senorita Ayres.

Betty meneo la cabeza.

– No, senor. O sea…

Titubeo, y el titubeo hizo que Riddell la mirase con mayor atencion. Como he dicho, era un hombre escrupuloso. Un momento antes se disponia a decirle que bajara del estrado. Ahora continuo:

– ?Que? ?Tiene algo que decir?

– No lo se, senor -dijo ella-. No me gusta.

– ?No le gusta? ?Que quiere decir? Aqui no debe tener miedo ni verguenza. Estamos aqui para esclarecer los hechos. Tiene que decir la verdad, lo que cree que es la verdad. Digamelo.

Mordiendose la lengua, Betty dijo:

– No habia otra persona en la casa, senor. Pero creo que habia otra cosa. Algo que no queria que la senorita Caroline se marchara.

Riddell la miro perplejo.

– ?Otra cosa?

– Por favor, senor -dijo ella-. El fantasma.

Lo dijo en voz bastante baja, pero la sala estaba en silencio; las palabras se oyeron claramente y produjeron una gran impresion en los presentes. Hubo murmullos; una persona incluso se rio. Riddell paseo la mirada por la sala y luego pregunto a Betty que diantres queria decir. Y, para mi horror, ella empezo a contarselo en serio.

Le hablo de que la casa habia estado, segun su expresion «nerviosa». Dijo que «alli vivia un fantasma»; que este fantasma era el responsable de que Gyp le mordiera a Gillian Baker-Hyde. Dijo que despues habia provocado los incendios que habian vuelto loco a Roderick; y que mas tarde «habia hablado con la senora Ayres y le habia dicho cosas tan horribles que ella se mato». Y ahora el fantasma habia matado tambien a la senorita Caroline, atrayendola al segundo piso y empujandola o asustandola para que se lanzara por la barandilla. El fantasma «no la queria en la casa, pero tampoco queria que se fuera». Era «un fantasma malvado y queria toda la casa para el solo».

Supongo que, tras haberle sido denegado repetidamente un auditorio en Hundreds, estaba inocentemente decidida a sacar el mayor partido del que ahora tenia delante. Hubo nuevos murmullos entre el publico, pero Betty alzo la voz y adopto un tono tozudo. Mire alrededor de la sala y vi que varias personas sonreian francamente; la mayoria, sin embargo, miraba a Betty con una incredulidad fascinada. Los tios de Caroline parecian indignados. Los periodistas, naturalmente, se afanaban en tomar nota de todo.

Graham inclino la cabeza hacia mi para decirme:

– ?Sabias todo esto?

No respondi. La pequena historia grotesca habia llegado a su fin y Riddell exigio orden en la sala.

– Bueno -le dijo a Betty cuando el publico guardo silencio-. Nos acaba de contar una historia extraordinaria. Como no soy un experto en la caza de fantasmas y esas cosas, no me siento muy cualificado para comentarlo.

Betty se sonrojo.

– Es cierto, senor. ?No estoy mintiendo!

– Si, muy bien. Permitame solo preguntarle una cosa: ?tambien la senorita Ayres creia en el «fantasma» de Hundreds? ?Creia que habia hecho todas esas cosas abominables que usted ha mencionado?

– Oh, si, senor. Lo creia mas que nadie.

Riddell adopto un semblante grave.

– Gracias. Le estamos muy agradecidos. Creo que ha aclarado mucho el estado de animo de la senorita Ayres.

La despidio con un gesto. Ella vacilo, confusa por las palabras y el gesto del coroner. El la despidio mas explicitamente y ella volvio a reunirse con su padre.

Y llego mi turno. Riddell me llamo al estrado y yo me levante y ocupe la silla casi con un sentimiento de temor, como si aquello fuera una especie de juicio criminal y yo el acusado. El oficial me tomo juramento y al pronunciarlo tuve que aclararme la garganta y repetirlo. Pedi un vaso de agua y Riddell aguardo pacientemente a que lo bebiera.

Entonces empezo el interrogatorio. Lo inicio recordando brevemente a la audiencia los testimonios que habiamos escuchado hasta entonces.

Nuestra tarea, dijo, era determinar las circunstancias que rodearon la fatal caida de la senorita Aytes y, tal como el lo veia, aun quedaban varias posibilidades. Un acto delictivo no figuraba entre ellas; ninguna de las pruebas apuntaba en este sentido. Asimismo parecia improbable, de acuerdo con el informe del doctor Graham, que la senorita Ayres estuviese fisicamente enferma, si bien era perfectamente posible que, por la razon que fuese, ella creyera que lo estaba, y esta creencia podria haberla trastornado o debilitado hasta el extremo de causar su caida. O, si teniamos en cuenta lo que la sirvienta de la familia habia visto o imaginado que habia visto, cabia llegar a la conclusion de que la habia sobresaltado algo, algo que vio o que creyo que veia, y a consecuencia de lo cual habia perdido el equilibrio. Sin embargo, militaban contra estas teorias la altura y la solidez evidente de la barandilla de Hundreds.

Pero habia otras dos posibilidades. Ambas eran formas de suicidio. La senorita Ayres podria haberse precipitado desde el rellano con intencion de quitarse la vida mediante un acto premeditado, planeado con plena lucidez; en otras palabras, un felo de se. O bien podria haber saltado voluntariamente, pero en respuesta a alguna alucinacion.

Repaso sus notas y despues se dirigio a mi. Dijo que sabia que yo era el medico de la familia. La senorita Ayres y yo habiamos sido…, lamentaba mencionar este punto, pero tenia entendido que la senorita Ayres y yo recientemente nos habiamos prometido en matrimonio. Dijo que intentaria que sus preguntas fueran lo mas delicadas posible, pero que deseaba aclarar todo lo que pudiera sobre el estado emocional de la senorita Ayres la noche de su muerte; y confiaba en que yo le ayudase.

Carraspee otra vez y dije que haria lo posible.

Me pregunto cuando habia visto por ultima vez a Caroline. Respondi que la tarde del 16 de mayo, cuando visite el Hall con la senora Graham, la mujer de mi socio.

Me interrogo sobre el estado de animo de Caroline aquella tarde. Ella y yo acababamos de romper nuestro compromiso, ?no era asi?

– Si -dije.

?Habia sido una decision mutua?

– Me perdonara que se lo pregunte, espero -anadio, quiza a la vista de mi

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