expresion-. Lo que trato de elucidar para el jurado es si la separacion pudo haber dejado muy afligida a la senorita Ayres.

Lance una mirada a los jurados y pense en cuanto habria detestado Caroline todo aquello; en como habria aborrecido vernos alli con nuestros trajes negros, picoteando los ultimos dias de su vida como cuervos en un trigal.

– No, no creo que la dejara muy afligida -dije-. Ella… cambio de idea, eso es todo.

– Cambio de idea, entiendo… Y creo que uno de los efectos de ese cambio fue que la senorita Ayres habia decidido vender la casa familiar y abandonar el condado. ?Que le parecio esta decision?

– Bueno, me sorprendio. Me parecio drastica.

– ?Drastica?

– Poco realista. Caroline habia hablado de emigrar a America o Canada. Habia dicho que posiblemente se llevaria a su hermano con ella.

– A su hermano, Roderick Ayres, que actualmente se encuentra internado en un institucion pagada para enfermos mentales.

– Si.

– Tengo entendido que es un caso grave. ?Le preocupaba su enfermedad a la senorita Ayres?

– Naturalmente.

– ?Estaba visiblemente preocupada?

Lo pense.

– No, yo diria que no.

– ?Le enseno a usted billetes o reservas o algo de este tipo, relacionado con el viaje a America o Canada?

– No.

– Pero ?usted cree sinceramente que lo planeaba en serio?

– Bueno, por lo que yo se, pensaba -hice una pausa-…, bueno, que Inglaterra no la queria. Que ahora ya no habia aqui un lugar para ella.

Un par de espectadores terratenientes asintio gravemente al oir esto. El propio Riddell se quedo pensativo y guardo silencio un momento, anadiendo una nota en los papeles que tenia delante. Despues se volvio hacia el jurado.

– Me interesan mucho esos planes de la senorita Ayres -les dijo-. No se si debemos tomarlos muy en serio. Ya ven, por una parte hemos oido que estaba a punto de iniciar una nueva vida y estaba muy emocionada por ello. Por otra, puede que sus planes los hayan considerado, como el doctor Faraday y, lo confieso, yo mismo, poco «realistas». No hay pruebas que los respalden; de hecho, toda la evidencia indica que la senorita Ayres estaba mas empenada en terminar una vida que en comenzar una nueva. Poco antes habia roto un compromiso de matrimonio; se habia desembarazado del grueso de las posesiones familiares y se estaba ocupando de dejar bien ordenada la casa vacia. Todo esto podria inducirnos a pensar en un suicidio, cuidadosamente planeado y razonado.

Ahora se volvio hacia mi.

– Doctor Faraday, ?alguna vez considero que la senorita Aytes era de esas personas capaces de suicidarse?

Al cabo de unos segundos dije que, supuestamente, cualquier persona era capaz de suicidarse si se daban las condiciones propicias.

– ?Alguna vez le hablo del suicidio?

– No.

– Su madre, por supuesto, recientemente y de una forma muy tragica se habia quitado la vida. Le afectaria este hecho, me figuro.

– Le habia afectado -dije- de todas las maneras que cabia esperar. La dejo decaida.

– ?Diria usted que le quito las ganas de vivir?

– No, yo… No, no diria eso.

Riddell ladeo la cabeza.

– ?Diria que altero su equilibrio mental?

Titubee.

– El equilibrio mental de una persona -empece a decir por fin- es a veces dificil de calibrar.

– No lo dudo. Por eso me tomo tantas molestias en calibrar el equilibrio de la senorita Ayres. ?Tuvo usted alguna vez dudas a este respecto, doctor Faraday? ?Ninguna en absoluto? Por ejemplo, aquel «cambio de idea» sobre la boda de ustedes. ?Le parecio propio de ella?

Tras otra vacilacion admiti que, en efecto, la conducta de Caroline en las ultimas semanas de su vida se me habia antojado imprevisible.

– ?Que entiende usted por «imprevisible»? -dijo.

– Se mostraba distante, no era ella misma. Tenia… ideas extranas.

– ?Ideas extranas?

– Sobre su familia y sobre la casa.

Estas palabras las dije con la voz cascada. Escrutandome de un modo semejante a como habia escrutado a Betty, Riddell dijo:

– ?Alguna vez la senorita Ayres le hablo de fantasmas, espectros o cosas semejantes?

No respondi. El prosiguio:

– Acabamos de oir un testimonio totalmente extraordinario de la sirvienta de la familia sobre la vida en Hundreds Hall; por eso se le pregunto. ?En algun momento le hablo la senorita Ayres de fantasmas o espectros?

– Si -conteste al final.

Hubo mas murmullos. Esta vez Riddell hizo caso omiso. Mirandome fijamente, dijo:

– ?La senorita Ayres creia seriamente que su casa estaba embrujada?

Dije, de mala gana, que Caroline creia que el Hall estaba sometido a cierto tipo de influencia. Una influencia sobrenatural.

– No creo que creyese en un fantasma real.

– Pero ?ella creia que habia visto indicios de esa… influencia sobrenatural?

– Si.

– ?Que forma revestian esos indicios?

Respire.

– Creia que la influencia habia vuelto practicamente loco a su hermano. Creia que tambien habia afectado a su madre.

– ?Creia, como la sirvienta, que la influencia era responsable de la muerte de su madre?

– En terminos generales, si.

– ?Alento usted esa creencia?

– Claro que no. La desaprobaba. La consideraba morbosa. Hice lo que pude para desalentarla.

– Pero la creencia subsistio.

– Si.

– ?Como lo explica?

– No puedo -dije, acongojado-. Ojala pudiera.

– ?No cree que era una prueba de trastorno mental?

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