El joven fruncio ligeramente el ceno, algo disgustado pero lo suficientemente profesional como para seguir siendo encantador. Como siempre se repetia a si mismo, un rotundo no de hoy podia ser un si-clavamela de manana.

– Esta bien, cara rayada… Otro dia sera. Y yo que tu, guapa, no seguiria corriendo por ahi… Es una zona mala, incluso para las chicas fuertes.

Habian llegado al primer edificio, alli donde empezaban las oscuras explanadas del interior. El tipo dio la vuelta y comenzo a trotar hacia la ya lejana luz del Cometa. Entonces Bruna tuvo una idea.

– ?Espera!

El chico regreso, sonriente y esperanzado.

– No, no es eso -se apresuro a decir la rep-. Es solo una pregunta: los caramelos se los compraras a alguien, ?no?

– ?Quieres que te pase alguno?

– No, tampoco es eso. Pero me interesan los que venden drogas. ?Conoces a los traficantes de por aqui?

Al muchacho se le borro la sonrisa de la boca.

– Oye, no me busques lios. Yo me largo.

Bruna le agarro por el brazo.

– Tranquilo. No soy policia, tampoco camello, no tengas miedo. Te dare cien ges si contestas unas preguntas sencillisimas.

El prostituto se quedo pensando.

– Primero dame el dinero y luego te contesto.

– Esta bien. No llevo efectivo, asi que ponte en modo receptor.

Activaron los moviles y Bruna tecleo en el suyo la cantidad de 100 gaias y envio la orden. Un pitido senalo la transferencia del dinero.

– Vale. Tu diras.

– Estoy interesada en las memorias artificiales. ?Sabes de alguien que venda por aqui?

– ?Las memas? No se. No uso. Pero alli al fondo, al otro lado de esa caseta medio derruida, donde esta el farol rojo, hay un fumadero. Y tengo oido que mas alla del fumadero, entre los arcos, es donde se ponen los traficas.

– ?Tienes oido? No fastidies. ?Y tu de donde sacas los caramelos?

– Oye, yo soy un profesional… Tengo un proveedor personal que me lo lleva a casa, todo un senor, nada que ver con esto, el solo vende oxitocina. Aqui son drogas duras, fresas, memas, hielo… Yo de eso no se nada, no me drogo. Salvo los caramelos, que son parte de mi trabajo. Lo siento, pero no te puedo decir mas. Vete hasta el farol rojo y mira bajo los arcos que hay a la izquierda.

La androide suspiro.

– Esa informacion no vale el dinero que te he dado.

– ?Que quieres? ?Soy un buen chico! -contesto el otro con una sonrisa encantadora.

Y, dando media vuelta, echo a correr hacia el bar.

Bruna comenzo a atravesar la sordida explanada. La mitad de las luces estaban rotas y las sombras se remansaban de modo irregular, grumos de tinieblas en la penumbra. Por fortuna ella podia ver bastante bien en la oscuridad, gracias a los ojos mejorados de los reps. Se suponia que las pupilas verticales servian para eso, aunque Myriam Chi y otros extremistas dijeran que los ojos gatunos no eran mas que un truco segregacionista para que los reps pudieran ser facilmente reconocidos. En cualquier caso la vision nocturna permitio a la detective distinguir a varias decenas de personas que, solas o en grupo, deambulaban por el lugar. Se cruzo con tres o cuatro, seres huidizos que se apartaban de su paso. Tambien habia algunos tipos durmiendo en el suelo, o quiza estuvieran desmayados, o quien sabe si muertos, yonquis con el cerebro quemado por la droga; no eran mas que unos bultos oscuros, apenas distinguibles de los cascotes y demas desperdicios que cubrian la zona. Cerca de la puerta del fumadero vio un par de replicantes de combate, sin duda gorilas contratados. La miraron pasar con gesto furioso, como perros guardianes desesperados por no poder abandonar su puesto para ir a morder al intruso. Bruna se metio bajo los arcos, dejando el fumadero a la espalda. La luz roja del farol tenia la penumbra con un resplandor sanguinolento y fantasmal. Camino lentamente por la arqueria; delante de ella se iba espesando la oscuridad. Algunas pilastras mas alla le parecio ver la silueta de una persona; estaba concentrada en distinguir su aspecto cuando alguien se le echo encima bruscamente. Con un reflejo de defensa automatico, la rep agarro por los brazos al agresor y ya estaba a punto de machacarle la cabeza contra el muro cuando comprendio que no era un asaltante, sino un pobre idiota que habia chocado sin querer contra ella. Peor aun: era un nino. Un verdadero nino. El crio la miraba aterrado. Bruna advirtio que casi lo tenia levantado en vilo y le solto con suavidad. Por todos los demonios, si no parecia ni alcanzar la edad reglamentaria.

– ?Cuantos anos tienes?

– Ca… catorce -farfullo el chico, frotandose los antebrazos con gesto dolorido.

?Catorce! ?Que diantres hacia en la calle, saltandose el toque de queda para adolescentes?

– ?Que haces aqui?

– He que… quedado con un amigo…

La androide observo el temblor de sus manos, las manchas de su cara, los dientes grisaceos. Eran los efectos de la fresa, de la Dalamina, la droga sintetica de moda. Tan joven y ya estaba hecho polvo. La sombra que Bruna habia visto unos cuantos arcos mas alla se acercaba ahora con paso tranquilo. Llego junto a ellos y sonrio apaciguadoramente. Era una mujer de unos cincuenta anos con una oreja mucho mas arriba que la otra: debia de ser una mutante deformada por la teleportacion. La oreja fuera de lugar asomaba entre sus ralos cabellos casi en lo alto de la cabeza, como las de los perros.

– Hola… ?que buscas por aqui, amiga tecno?

Tenia una voz sorprendentemente hermosa, modulada y suave como un roce de seda.

– Yo quiero fresa… Quiero fresa… -interrumpio el chaval, agitado por su necesidad.

– Calla, nino… ?Por quien me tomas?

– Sarabi, dame la pastilla, por favor -gimio el.

La mutante miro de arriba abajo a Bruna, intentando deducir si la rep suponia algun riesgo.

– Dale la maldita droga al chico. A mi me da igual -dijo la detective.

Y era verdad, porque el nino ya era un adicto y necesitaba la dosis para paliar el mono, y porque esa criatura de cuerpo esmirriado seguramente habia robado y pegado y quiza incluso matado para conseguir el dinero de su dosis. Bandadas de chavales asilvestrados aterrorizaban la ciudad y ni siquiera el toque de queda conseguia contenerlos de manera eficaz. Cuando pensaba en esos adolescentes feroces, a Bruna le apenaba un poco menos saber que no podia tener hijos.

– Pero es que no te conozco -gruno la mujer.

– Yo a ti tampoco -respondio Bruna.

– ?Puedo usar un cazamentiras?

– ?Ese chisme ridiculo? Bueno, ?por que no?

La mujer saco una especie de pequena lupa y la coloco delante de uno de los ojos de Bruna.

– ?Tienes intencion de causarme algun mal? -pregunto con tono enfatico.

– Claro que no -contesto la detective.

La mutante guardo la lupa, satisfecha. Se suponia que los cazamentiras captaban ciertos movimientos del iris cuando alguien no decia la verdad. Se vendian por diez gaias por catalogo y eran un verdadero timo.

– Por favor, por favor, Sarabi, dame la fresa…

– Tranquilo, chico. Puede que tenga algo para ti, pero antes tu tambien tienes que darme algo…

– Si, si, claro… Toma…

El crio saco de los bolsillos varios billetes arrugados que la mutante estiro y conto. Luego rebusco en su mochila de polipiel marron y extrajo un blister transparente con un pequeno comprimido de color fucsia. El chico se lo arrebato de la mano y salio corriendo. La mutante se volvio hacia Bruna.

– Todavia no me has dicho que es lo que quieres…

La bella voz parecia una anomalia mas en un personaje tan siniestro.

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