reunir los puntos necesarios para acceder a una adopcion normal. En cuanto a su propia historia, penso Bruna, en realidad habia sido un error. Ni Merlin ni ella habian querido emparejarse, pero al final quedaron sentimentalmente atrapados. Hasta que llego la inevitable desolacion. Cuatro anos, tres meses y veintisiete dias.
Eran las tres de la madrugada y el lugar estaba desierto y espectral, sumido en una penumbra azulada. Habia venido a esa hora tan tardia con la intencion de coincidir con Gandara, el veterano forense, que trabajaba en el turno de noche y era un viejo conocido que le debia un par de favores. Pero cuando entro en el despacho anexo a la sala de diseccion numero 1 se encontro con un hombre joven que contemplaba sin pestanear un holograma pornografico. Al advertir su llegada, el tipo apago la escena de un manotazo y se volvio hacia ella.
– ?Que… haces aqui?
Bruna pudo notar el titubeo, el respingo, el subito recelo en la mirada. Estaba acostumbrada a que su presencia causara impresion, no solo por el hecho de ser una tecno alta y atletica, sino, sobre todo, por el craneo rapado y por el tatuaje, una fina linea negra que recorria verticalmente el cuerpo entero, bajando por su frente y por la mitad de la ceja y los parpados y la mejilla del lado izquierdo, y despues por el cuello, el pecho, el estomago y el vientre, la pierna izquierda, un dedo del pie, la planta, el talon y de nuevo, ascendiendo ya a lo largo de la misma pierna pero por detras, la nalga, la cintura, la espalda y el cogote, para terminar cruzando la monda redondez del craneo hasta fundirse con la linea descendente y completar el circulo. Como es natural, cuando estaba vestida no se podia ver que el trazo se cerraba sobre si mismo, pero Bruna habia comprobado que la linea que parecia cortarle un tercio de la cabeza y que desaparecia ropa abajo producia un innegable impacto en los humanos. Ademas delataba su condicion de rep combatiente: en la milicia casi todos se hacian elaborados tatuajes.
– ?No esta Gandara?
– Esta de vacaciones.
El hombre parecio relajarse un poco al ver que Bruna conocia al forense titular. Era un joven bajo y fofo y tenia uno de esos rostros en serie de la cirugia plastica barata, un modelo escogido por catalogo, el tipico regalo de graduacion de unos padres de economia modesta. De repente se habian puesto de moda los arreglos faciales y habia media docena de caras que se repetian hasta la saciedad en miles de personas.
– Bueno. Entonces hablare contigo. Me interesa uno de los cadaveres. Cata Cain. Es una tecnohumana a la que le falta un ojo. Murio ayer.
– Ah, si. Le hice la autopsia hace unas horas. ?Era familiar tuyo?
Bruna le miro durante medio segundo, imperturbable. Un rep familia de otro rep. Este tipo era imbecil.
– No -dijo al fin.
– Pues entonces, si no es familia y no traes orden del juez, no puedes verla.
– No necesito hacerlo. Solo querria que me dijeras cual ha sido el resultado de la autopsia.
El hombre dibujo un gesto de exagerado escandalo en su cara de plastico.
– ?Y eso mucho menos! Es informacion altamente reservada. Y ademas, si no eres de la familia, ?como has podido entrar hasta aqui?
Bruna inspiro hondo y se esforzo en poner una expresion amigable y tranquilizadora, la expresion mas amigable y tranquilizadora posible teniendo en cuenta el craneo rapado, las pupilas felinas, el tajo de tinta partiendole la cara. No considero prudente contar que el viejo Gandara le habia proporcionado un pase permanente al Instituto, pero saco su licencia profesional de detective privado y se la enseno al tipo.
– Mira, esa mujer era mi vecina… Y mi clienta… Me habia contratado para que la protegiera, porque sospechaba que alguien queria matarla… -improviso sobre la marcha-. No puedo decirte mas, ya comprenderas, es un asunto de confidencialidad profesional. Fui yo quien aviso a Samaritanos, estaba conmigo cuando se arranco el ojo. Si tienes ahi el parte policial, veras mi nombre, Husky… Cain perdio la razon, y temo que se haya intoxicado con algo… Es decir, temo que la hayan envenenado. Necesito saberlo cuanto antes… Veras, no deberia estar contandote esto, pero quiza haya mas personas intoxicadas… Y quiza estemos todavia a tiempo de salvarlas. Ni siquiera te pido que entres en detalles… Dime la conclusion final y ya esta. O me dejas ver el informe un segundo. Nadie se va a enterar.
El medico movio negativamente la cabeza con pomposa lentitud. Se veia que disfrutaba de su pequeno poder para fastidiar.
– No puedo hacerlo. Pide una autorizacion al juez.
– Tardaria demasiado. ?Vas a arriesgarte a ser responsable de la posible muerte de otras personas?
– No puedo hacerlo.
Bruna fruncio el ceno, pensativa. Luego rebusco en su mochila y saco dos billetes de cien gaias.
– Claro que estoy dispuesta a compensar la molestia…
– ?Por quien me has tomado? No necesito tu dinero.
– Cogelo. Te vendra bien para arreglarte esa nariz rota.
El hombre se toco el apendice nasal con gesto reflejo. Palpo con amoroso cuidado las aletas siliconadas, el caballete perfilado con cartilago plastico. Por su cara desfilaron las emociones en clara sucesion, como nubes atravesando un cielo ventoso: primero el alivio al comprobar que su nariz sintetica seguia intacta, despues la lenta y abrumadora comprension del significado de la frase. Los ojos se le pusieron redondos de inquietud.
– ?Es… es una amenaza?
Bruna se inclino hacia delante, apoyo las manos en la mesa, acerco su cara a la del hombre hasta casi rozarle la frente y sonrio.
– Por supuesto que no.
El forense trago saliva y recapacito unos instantes. Luego se volvio hacia la pantalla y mascullo:
– Abrir informes finales, abrir Cain…
El ordenador obedecio y la pantalla empezo a llenarse de imagenes sucesivas de la rep tuerta, un pobre cuerpo desnudo y destripado en las diversas fases de la diseccion. Por ultimo, el cuchillo laser corto el craneo como quien parte en dos una naranja, y una pinza robotica sondeo delicadamente la masa gris, que estaba demasiado sonrosada. Era el cerebro mas rojizo que Bruna habia visto jamas, y habia visto algunos. La pinza emergio de la grasienta masa neuronal con una pequena presa agarrada en el pico: era un disco diminuto de color azul. Una memoria artificial, penso Bruna con un escalofrio, y seguro que no era el implante original. Desde la pantalla, la voz del forense estaba recitando los resultados: «Puesto que el sujeto tecnohumano tenia 3/28 anos de edad y estaba aun lejos del TTT, podemos descartar que el deceso sea natural. Por otra parte, el implante de memoria encontrado carece de numero de registro y sin duda proviene del mercado negro. Este forense trabaja con la hipotesis de que dicho implante este adulterado y haya causado los edemas y hemorragias cerebrales, provocando un cuadro de inestabilidad emocional, delirios, convulsiones, perdida de consciencia, paralisis y, por ultimo, muerte del sujeto por colapso de las funciones neuronales. Se ha enviado el implante al laboratorio de bioingenieria de la Policia Judicial para que pueda ser analizado.»
Pobre Cain. Le parecio que podia volver a ver a su vecina arrancandose el ojo con su blando y horrible sonido como de trapos rasgados. Le parecio que escuchaba otra vez sus palabras alucinadas y que sentia su angustia. Cuando llegaron los de Samaritanos ya estaba rigida, por eso no le extrano que cuatro horas despues llamaran para comunicarle que habia muerto. En el entretanto, Bruna fue a la conserjeria del edificio y entro en el piso de la mujer junto con uno de los porteros. Asi se entero de que se llamaba Cata Cain, que era administrativa, que esa casa habia sido su primer domicilio despues de la paga de asentamiento, porque solo tenia tres anos rep, o veintiocho virtuales, demasiado joven para morir. Segun el contrato de alquiler llevaba once meses en el apartamento, pero el lugar parecia tan vacio e impersonal como si nadie lo habitara. De hecho, no se veia ninguno de los pequenos recuerdos artificiales siempre tan comunes, la consabida foto de los padres, el holograma de la ninez, la velita sucia de una vieja tarta, el poster electronico con las dedicatorias de los amigos de la universidad, el anillo que los adolescentes solian regalarse al dejar de ser virgenes. No habia replicante que no guardara esa coleccion de basurillas; pese a conocer su falsedad, los objetos seguian manteniendo una especie de magia, seguian ofreciendo consuelo y compania. Asi como los paraplejicos sonaban con andar cuando utilizaban las gafas virtuales, los reps sonaban con tener raices cuando contemplaban las piezas artificialmente envejecidas de su utileria: y en ambos casos, aun sabiendo la verdad, eran felices. O menos desgraciados. La propia Bruna, tan reacia a las efusiones emocionales, no habia sido capaz de desprenderse de todos sus recuerdos prefabricados. Si, habia destruido las fotos familiares y el holograma de la fiesta de su abuela (cumplia ciento un anos; murio poco despues; esto es, murio supuestamente), pero no pudo tirar el collar del perro de su infancia,