Zarco, grabado con el nombre del animal, ni una foto de su ninez de cuando tenia alrededor de cinco anos, perfectamente reconocible ya y con los ojos tan cansados y tan tristes como ahora.

Pero Cain no tenia ni un solo objeto personal en su piso. A que terrible grado de desesperacion y de desolacion debia de haber llegado. La imagino recorriendo la noche con ansiedad de adicta, husmeando en los mas oscuros rincones de la ciudad en busca de un alivio, de una memoria en la que poder creer, de unos recuerdos que la permitieran descansar durante cierto tiempo. Bruna pensaba que podia entenderla, porque ella misma se habia sentido asi bastantes veces, ella tambien se habia ido en ocasiones de su casa como si escapara, habia salido para abrasar la noche en busca de algo imposible de encontrar. Y en mas de una madrugada habia estado tentada de meterse por la nariz un tiro de memoria, un chute de vida artificial. No lo habia hecho y se alegraba de ello. Cata Cain se habia reventado el cerebro con una dosis de recuerdos ficticios. Tal vez hubiera llegado a la ciudad una partida de implantes adulterados; ya habia pasado otras veces, aunque nunca de manera tan letal. Si era asi, habria mas muertes de reps en los proximos dias. Pero ese no era su problema. Ella lo unico que queria era saber que habia sucedido con su vecina, y eso ya estaba resuelto.

Se volvio a mirar al joven forense. Se le veia sudoroso y muy sofocado, probablemente a causa del conflicto emocional de tener que obedecer a alguien por miedo, cosa que solia provocar, sobre todo en machos jovenes, un cortocircuito de ira reprimida y humillacion, un revoltijo hormonal de testosterona y adrenalina. Ahora se odiaba a si mismo por haber sido cobarde, y eso haria que no la denunciara. Ademas, ?que podria denunciar? Ella no le habia hecho nada. Bruna empujo los dos billetes de cien sobre la mesa y sonrio.

– Muchas gracias, muy amable. Esto es todo lo que queria saber. Dale recuerdos a Gandara de mi parte.

En el enrojecido rostro del medico, los implantes esteticos de silicona resaltaban en un tono blanquecino. Bruna casi sintio un pellizco de compasion hacia el, un conato de debilidad superado enseguida. Nunca le hubiera roto la nariz, naturalmente, nunca le hubiera tocado ni un pelo de la cabeza, pero eso el pobre tipo no lo sabia. Era una de las pocas ventajas que tenia el hecho de ser distinta: era despreciada por ello, pero tambien temida.

Tres dias mas tarde murio otro replicante en parecidas circunstancias, con el agravante de que en esa ocasion asesino antes a dos tecnos. El asalto tuvo lugar en un tranvia aereo, de manera que el incidente fue grabado por las camaras de seguridad de la compania de transportes. Bruna vio el video en las noticias: era un androide de exploracion, de cuerpo pequeno y huesudo, pero domino con facilidad a dos personas mas corpulentas que el. El agresor estaba sentado en la parte de atras del tram; de pronto se levantaba, se dirigia con paso rapido hacia las primeras filas y, agarrando del pelo a un rep, echaba su cabeza hacia atras mientras con la otra mano lo degollaba limpiamente. Como el arma utilizada tenia una hoja tan fina y estrecha que casi resultaba invisible, el efecto era desconcertante, mas incomprensible que violento: de repente saltaba un chorro de sangre y uno no acababa de entender por que. El cuerpo de la victima aun seguia erguido en el asiento y los vecinos todavia no habian terminado de abrir las bocas para gritar, cuando el asesino sujetaba de la misma manera a una mujer que estaba al otro lado del pasillo y tambien le rebanaba el gaznate. A continuacion, el pequeno tecno se clavaba el cuchillo o punzon en un ojo y se desplomaba. Toda la escena duraba menos de un minuto; era una matanza asombrosamente rapida, una carniceria espectacular, con tantisima sangre en tan poco tiempo. Bruna penso: es muy dificil cortar una garganta con esa velocidad y esa destreza, la carne es inesperadamente dura, los musculos se tensan, el cuerpo se retrae defensivamente, la traquea es un obstaculo tenaz. Y, sin embargo, los cuellos estaban casi seccionados, las cabezas quedaban grotescamente caidas hacia atras mostrando la risa obscena del gran tajo, eso no era facil ni con un bisturi de cirujano, tal vez con un cuchillo laser, pero parecia una hoja normal. Y tambien penso: a mi no me podria haber agarrado de los cabellos. Por eso muchos replicantes de combate se rapaban. Para no dar ventajas al enemigo. La diferencia era que, al contrario que otros, ella habia continuado afeitandose el craneo despues de licenciarse de la milicia. A fin de cuentas, seguia teniendo un trabajo de riesgo.

Un trabajo, ademas, en numeros rojos. Hacia casi dos semanas que Bruna habia terminado su anterior encargo y no tenia demasiados ahorros de los que tirar. Los EUT arrastraban una perpetua crisis economica desde la Unificacion, pero ultimamente parecia que habia una crisis dentro de la crisis y todos los negocios estaban muy parados. Le urgia encontrar algun cliente, de modo que decidio salir y hacer lo que ella llamaba «una ronda informativa»: dar un par de vueltas e intentar hablar con sus contactos habituales, a ver que se cocia por ahi y si habia alguien a quien poder ofrecer sus servicios. Miro el reloj: las 23:10. Podia acercarse al garito de Oli Oliar y de paso comer algo. Pese al frenesi de sangre y deguello que acababa de ver, estaba hambrienta. O quiza estaba hambrienta justamente por eso. Nada abria tanto el apetito como el espectaculo de la muerte de los otros. Cuatro anos, tres meses y veinticuatro dias.

Era el mes de enero, el mas fresco del corto y suave invierno, y hacia una noche perfecta para caminar. Utilizando en algunos tramos las cintas rodantes, Bruna tardo veinte minutos en llegar al bar de Oli. Era un local pequeno y rectangular, ocupado casi en su totalidad por una gran barra que, a su vez, estaba casi totalmente ocupada por el enorme corpachon de Oli. Por sus carnes opulentas y su igualmente desmesurada hospitalidad. Oli nunca le hacia ascos a nadie, asi fuera un tecno o un bicho o un mutante. Por eso su parroquia era instructivamente variada.

– Hola, Husky, ?que te trae por aqui?

– El hambre, Oli. Ponme una cerveza y uno de esos bocadillos de algas y pinones que te salen tan buenos.

La mujer sonrio ante el cumplido con placidez de ballena y se puso a preparar la comanda. Sus movimientos siempre eran asombrosamente lentos, pero de alguna manera inexplicable se las arreglaba para atender ella sola de forma eficiente todo el local. Desde luego era un sitio pequeno, diez taburetes a lo largo del mostrador y otros ocho pegados a la pared de enfrente, junto a una pequena repisa de apoyo que recorria el muro; pero el lugar tenia su exito, y en los momentos algidos llegaban a apretujarse alli hasta una treintena de parroquianos. Ahora, sin embargo, estaba medio vacio. Bruna miro alrededor; solo habia una persona a la que ya habia visto por alli otras veces. Estaba sentada al otro extremo de la barra y era una mujer-anuncio de Texaco-Repsol. Llevaba un horrible uniforme con los colores corporativos coronado por un ridiculo gorrito, y las Pantallas del pecho y la espalda reproducian en un bucle infinito los malditos mensajes publicitarios de la empresa. Normalmente no dejaban entrar a los seres anuncio en los bares porque resultaban muy molestos, pero Oliar tenia un corazon tan grande como sus pechos colosales y permitia que se pusieran al fondo, siempre que bajaran el volumen de la publicidad lo mas posible. Lo cual tampoco solia ser mucho, por desgracia, porque las pantallas no podian ser silenciadas ni desconectadas. Hacia falta ser un pobre desgraciado y haber tenido muy mala suerte en la vida para acabar cayendo en un empleo asi; los seres anuncio solo se podian quitar la ropa durante nueve horas al dia; el resto de la jornada tenian que estar en lugares publicos, lo que significaba que, como no eran admitidos en ningun local, se pasaban los dias vagando por las calles como almas en pena, con los lemas publicitarios atronando de manera constante en sus orejas. Por esa tortura apenas les daban unos cientos de gaias, aunque en este caso, con la Texaco-Repsol, la mujer seguramente tendria tambien el aire gratis. Lo cual era importante, porque cada dia habia mas gente que no podia seguir pagando el coste de un aire respirable y que tenia que mudarse a alguna de las zonas contaminadas del planeta. En realidad, muchos matarian por conseguir esta porqueria de trabajo. Bruna recordo su magra cuenta bancaria y se volvio hacia la duena del bar.

– ?Que hay de nuevo por aqui?

– Nada. Aparte de las muertes de los reps.

Otra cosa que le gustaba a Bruna de la gorda Oli era que no se andaba con remilgados eufemismos. Siempre llamaba reps a los reps, y era mucho mas amigable y respetuosa que los que no paraban de hablar de tecnohumanos.

– ?Y que se cuenta de eso, Oli? Del tipo del tranvia, digo. ?Por que crees que hizo lo que hizo?

– Dicen que se habia metido algo. Una droga. Dalamina, quiza. O una memoria artificial.

– La semana pasada hubo un caso parecido, ?te acuerdas? La tecno que se saco el ojo. Y se que llevaba un implante de memoria.

La mujer puso el bocadillo delante de Bruna; luego se inclino hacia delante, desparramando sus uberrimos senos sobre el mostrador, y bajo la voz.

– La gente tiene miedo. He oido que puede haber muchos muertos.

– ?Que pasa, ha entrado una partida de memas adulteradas?

– No se. Pero dicen que esto no ha hecho mas que empezar.

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