– Te ha gustado Maio, ?no?

– Es esplendido. Podria dedicarse a eso. Se ganaria bien la vida. Los flautistas omaa son una rareza cotizada.

– Exacto… Es lo que pense. Me dije, ?no le interesaria a Mirari para su orquesta?

La violinista se enderezo en la silla y puso una expresion reconcentrada. Casi se podia oir el ruido de sus pensamientos.

– Un musico tan bueno y ademas alienigena… -dijo lentamente-. Si… estaria bien. Nuestra pequena orquesta mejoraria mucho. Podriamos renegociar nuestro contrato. Incluso pedir un porcentaje de las ganancias. ?A ti te interesa?

Maio sacudio afirmativamente la cabeza.

– Entonces de acuerdo. Todos a partes iguales. Pero yo soy quien mando, ?esta claro? Todavia tengo que consultarselo a los demas, pero diran que si. Siempre dicen lo mismo que yo digo.

El alien volvio a cabecear energicamente. Su corpachon se estaba encendiendo de vibrantes colores. Tal vez fuera una manifestacion de alegria.

– Una cosa mas: Maio no tiene lugar donde vivir… Y, ademas, tampoco me gustaria separarlo del tragon, ?se llevan tan bien! -dijo la rep, esperanzada: con un poco de suerte, podria librarse de los dos en una sola carambola.

Mirari se encogio de hombros.

– Pueden quedarse aqui, en el camerino. Hay una cama detras de ese biombo.

Y, sin darse cuenta, senalo hacia el fondo del cuarto con el brazo bionico, que se desplego docilmente en el aire.

– ?Ah! Vaya, ya funciona… -dijo, tentando con un dedo las articulaciones de metal.

– Si, funciona. Aunque procura no volver a machacarlo contra la pared hasta que no puedas comprarte un brazo nuevo.

Bruna estaba haciendo cola delante de la ventanilla de admision. Llevaba tiempo de pie y empezaba a cansarse; hacia calor, la sala carecia de ventilacion, el lugar era opresivo y deprimente. Cientos de personas se apretujaban en un espacio demasiado pequeno, de techos bajos y luces mortecinas. Habia viejos sentados sobre bultos, adultos que paseaban nerviosos, ninos que lloraban; fuera de esos llantos, reinaba un extrano silencio, como si la gente hubiera agotado las palabras con tan larga espera. Parecian refugiados de guerra, apatridas en busca de un asilo, y de alguna manera la rep sabia que era asi. Miro alrededor y se dijo que todos los que llenaban la sala, tecnos y humanos, mutantes y bichos, eran seres desesperados, aunque se tratara de una desesperacion fria, pasiva, resignada. De pronto, Bruna se encontro ante la ventanilla: al fin habia llegado. Una mujer se hizo cargo de sus documentos y un hombre la condujo hasta una puerta.

– Es tu turno -dijo.

Ante ella, bastante mas abajo, en una vision panoramica a sus pies, se abria el maravilloso espectaculo de una ciudad abigarrada y pletorica, un radiante charco multicolor por debajo de la oscura boveda del firmamento. Excitacion y vertigo. Dio un paso hacia delante pero alguien agarro su brazo y la detuvo.

– El no puede pasar.

La androide se volvio, sorprendida, y descubrio que Merlin estaba a su lado. Se encontraban cogidos de la mano.

– El, no -volvio a decir la voz, imperativa.

Merlin la miro y sonrio. Una sonrisa pequena y melancolica. Bruna quiso hablar con el, quiso dar la vuelta y regresar a la sala. Pero ya se habian puesto en movimiento, ya todo era imparable y era muy rapido. Bruna descendia volando hacia la ciudad y Merlin se iba quedando rezagado, Merlin era un peso muerto tirando de ella. La rep apreto la mano de su amante, apreto y apreto para no soltarse de el, para no separarse. Pero el hombre flotaba como un globo de helio y se quedaba atras, haciendo que su brazo se estirara dolorosamente.

– ?Nonononono! -grito la androide, sintiendo que se le escapaba.

En su desesperacion por no perderle le clavo las unas en el dorso, pero las sudorosas manos fueron resbalando y, de pronto, ya no se tocaban. Merlin, con las extremidades extendidas en el aire como una estrella, ascendia hacia el cielo negro e inacabable y desaparecia al fin a la deriva entre las sombras del nunca jamas.

Bruna se sento de golpe en la cama. Estaba empapada de sudor y jadeaba, porque el terror de la pesadilla todavia le aplastaba los pulmones. Miro la hora proyectada en el techo: 03:35. Del jueves. No, del viernes. Del 28 de enero de 2109. A una semana del final del mundo, segun los apocalipticos. Cuatro anos, tres meses y catorce dias.

Gimio quedamente porque el dolor la estaba matando. El dolor de la ausencia de Merlin, el dolor del recuerdo de su dolor. Si la gente viera morir a los demas de modo habitual, si la gente fuera consciente de lo que cuesta morirse, perderia la fe en la vida. Bruna tenso las mandibulas y rechino los dientes. Basta, penso. Se levanto de un salto, se puso el viejo equipo de deporte de la milicia y salio del apartamento a desfogarse. Madrid estaba desierto, mas solitario aun porque en la esquina ya no se encontraba apostado Maio: su presencia habia sido tan constante que ahora parecia haber dejado un hueco en el paisaje. Pero el bicho se habia quedado en el circo, con Mirari.

Bruna empezo a trotar por la calle vacia pero enseguida se puso a correr, salio disparada a toda velocidad sin siquiera esperar a calentar, corria y corria por encima de su capacidad y los muslos empezaron a dolerle y el aire penetraba en sus pulmones como si fuera fuego. Zancada-zancada-zancada, sus pies resonando sobre el duro asfalto, el corazon retumbando en la garganta, el cielo sobre su cabeza, tan negro y amenazador como el de su pesadilla. Ah, Merlin, Merlin. El sonido empezo a salir a presion entre sus dientes apretados, primero fue un grunido, luego un gemido, ahora Bruna habia abierto la boca de par en par y gritaba, aullaba con todas sus fuerzas, con su carne y sus huesos, cada una de las celulas de su organismo exhalaba a la vez ese alarido, corria y gritaba como si se quisiera matar gritando y corriendo, como si quisiera volver su cuerpo del reves. Las gruesas botas militares caian una y otra vez sobre la acera y el pesado golpeteo resultaba vagamente satisfactorio, le parecia estar pisoteando el mundo y dandole patadas a la realidad. Bruna corria con sana.

De cuando en cuando sombras fugaces como cucarachas desaparecian a toda velocidad delante de ella. Se abrieron algunas ventanas a su paso, se iluminaron luces. Cuatro anos, tres meses y catorce dias, penso la androide mientras chillaba a pleno pulmon. O tambien: 711 dias. Ya casi dos anos desde la muerte de Merlin. Entre los dos vectores, la suma ascendente de la memoria y la descendente de la propia vida, se abria el gran agujero de los terrores, el insoportable sinsentido. Imposible no desesperarse y no gritar.

Justo en ese momento vio que una pistola emergia frente a ella en la oscuridad.

– ?Alto! Policia. Identificate.

Era un PAC, un Policia Autonomo Contratado, un servicio mercenario que utilizaba el gobierno regional, siempre en perpetua crisis economica e incapaz de mantener sus propias fuerzas de seguridad. Las empresas de PACS variaban mucho en precio y calidad; este agente jovencito de voz indecisa y arma temblorosa debia de pertenecer a una contrata muy mala y muy barata. Sin detenerse, Bruna aprovecho el impulso de su furor y su carrera para arrancarle la pistola al muchacho de un puntapie y luego arrojarse sobre el. El chico cayo de espaldas al suelo y la rep quedo encima y atenazo su cuello. El policia ni siquiera intento defenderse: estaba livido, paralizado de terror. En un chispazo de cordura, la androide se vio a si misma desde fuera: con el rostro deformado por la ira y rugiendo. Porque ese ruido sordo que escuchaba era su propio rugido… un amenazador bramido de animal.

– Por-favor-por-favor-por-favor -farfullo el policia medio ahogado.

Era un nino.

– ?Por que me has apuntado?

– Perdona… Perdona… Los vecinos nos han avisado… yo era el que estaba mas cerca…

Eso queria decir que pronto vendrian mas.

– ?Que edad tienes?

– Veinte.

?Veinte anos! Bruna jamas habia tenido veinte anos, aunque los recordara. Experimento una punzada de odio tan inesperado y tan agudo que se sobresalto: un odio infinito hacia ese humano privilegiado que ni siquiera sabia lo mucho que tenia. Sus manos vibraron por un momento con el deseo de apretar los dedos. De cerrar las manos

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