Lo dijo con rabia. Con odio.

– Lo que pasa es que no confio en ti, Lizard.

– Yo tampoco en ti. Porque estas loca. Quedate con tu zoo sideral y dejame en paz -escupio el.

Y se marcho dando un portazo.

La androide se volvio hacia Maio, que estaba recuperando lentamente su color tornasolado habitual.

– Y tu, a ver, dime, ?por que demonios no puedes leer sus pensamientos?

El omaa se oscurecio un poco.

– Solo puedo meterme en la cabeza de aquellos seres con los que he estado cerca.

Bruna se inquieto.

– ?Como de cerca?

– Muy cerca. Totalmente cerca, intimamente cerca. Todo lo cerca que pueden estar dos seres. Cuando dos seres hacen guraam, se rozan los kuammiles y a partir de entonces se pueden leer mutuamente el pensamiento. Guraam significa conexion. Es lo que vosotros llamais…

Bruna levanto una mano.

– No sigas.

– No sigo.

Estaba otra vez de color rojizo amarronado.

Cuatro anos, tres meses y quince dias, penso Bruna para pensar en algo que no fuera el omaa. Se fue al cuarto de bano por si la nausea que sentia acababa en un vomito, pero no paso nada. Se mojo la cara con su preciosa y precaria reserva de agua. Cuatro anos, tres meses y quince dias. Lo que se hubiera reido Merlin de todo esto.

Regreso a la sala y Maio estaba soplando de nuevo en su pequeno trozo de madera. O de algo parecido a la madera. Era como una flauta, solo que en uno de los costados habia unas estrias que recorrian el instrumento de punta a punta. Y se tocaba transversalmente, como las armonicas, pasando los labios sobre las ranuras. Producia un sonido embelesante, un siseo liquido delicado y hermoso. Bruna se sento en el sillon y dejo que la musica alienigena la relajara. Eran unas notas que parecian acariciar la piel. Que entraban por la epidermis, no por los oidos. Al rato, Maio se detuvo, tan opalino y multicolor como siempre.

– ?Todos los omaas tocan asi de bien?

El bicho sonrio.

– No. Yo soy ambalo. Quiere decir virtuoso del amb, que es este instrumento. Soy musico.

Entonces Bruna tuvo otra idea luminosa. La segunda gran idea del dia. Y rogo mentalmente a Gabriel Morlay que esta vez saliera bien.

Llegaron al circo entre la funcion de la tarde y la de la noche. En esta ocasion Bruna no desconecto su movil, porque tenia una razon comprensible y legal para visitar a Mirari. El trayecto hasta alli fue bastante desagradable: no era el mejor momento de la historia para que un alien zarrapastroso y una replicante de combate cruzaran Madrid codo con codo. Por no mencionar a Bartolo, que iba montado a caballito en el poderoso cuello del omaa. Formaban un grupo llamativo, pero el miedo que provocaban era mas fuerte que el rechazo, y los humanos iban desapareciendo a toda velocidad delante de ellos. Las calles, los trams y las cintas rodantes se vaciaban a su paso como si fueran radiactivos. Si no hubiera sido tan deprimente hasta habria resultado divertido.

Encontraron a la violinista en su camerino comiendo una pizza. Les miro impasible y Bruna envidio su temple, o quiza su experiencia. Probablemente Mirari habia tratado antes con alienigenas.

– ?Que pasa?

– Hola. Este es Maio. Es musico. Me gustaria que lo escucharas tocar.

Mirari torcio la cabeza para observar con atencion al alienigena. La mujer parecia un pajaro con el rostro rematado por la brillante corona de su pelo, blanco y tieso como una cresta plumosa.

– Un flautista omaa… Dicen que son buenos. ?Quereis una pizza?

Manipulo la pequena cocina-dispensadora que tenia en el cuarto y enseguida aparecieron en el cajetin dos humeantes pizzas vegetales extragrandes y una de tamano pequeno para Bartolo. Masticaron todos en silencio durante algunos minutos hasta terminar con la ultima miga. Luego se lavaron las manos en un chorro de vapor.

– A ver que sabes hacer -dijo Mirari, arrellanandose en el asiento.

Maio se llevo el amb a los labios y comenzo a soplar. Liquidos sonidos nacieron de su boca, hilos rumorosos que parecian deslizarse por la habitacion dejando un rastro de luz. Bruna aguanto la respiracion, o mas bien olvido respirar durante unos segundos, sumergida en la musica como quien se zambulle dentro del agua.

Algo semejante a un delicado, conmovedor lamento resono a su lado. La rep volvio el rostro y vio que Mirari estaba de pie, tocando su violin. Las voces de ambos instrumentos se fueron trenzando en el aire, la flauta sinuosa y apaciguadora junto con el quejido en carne viva del violin, formando un todo tan profundo e inmenso que Bruna sintio que por sus venas fluian sonidos en vez de sangre. El tiempo se deshizo, el pasado se fundio con el presente y Merlin volvio a estar vivo porque en esa melodia primordial cabia absolutamente todo menos la muerte. Y entonces el arco de crines resbalo y el violin chirrio, rompiendo el hechizo.

– ?Mierda! -grito Mirari, fuera de si, arrojando el arco al suelo.

Dejo el violin sobre el asiento y empezo a darse punetazos en su agarrotado brazo bionico con la otra mano. Debio de parecerle poco, porque luego se acerco a la pared y, balanceando el cuerpo con movimiento de latigo, estrello repetidas veces el brazo contra el quicio de la puerta. Estaba furiosa y el estruendo de chatarra aporreada parecia avivar su frenesi. Al fin se detuvo, acezante y agotada, su blanquisimo rostro enrojecido con incendiados parches de rubor, el brazo artificial colgando laciamente del hombro, descuajeringado. Mirari resoplo, aparto el violin con mano temblorosa y se dejo caer sobre el asiento. Maio y Bruna la observaban en silencio. La violinista fue recuperando el ritmo de la respiracion. Luego miro con inquina el miembro ortopedico y se puso a revisarlo y a moverlo. Chirriaba.

– Ya me lo he vuelto a cargar… -musito, taciturna.

Se estiro para recoger el arco del suelo.

– Por lo menos esto no se ha roto.

Levanto la cara y miro al alienigena.

– Eres muy bueno, omaa. Eres maravilloso. Lastima.

Hizo una mueca que tal vez pretendiera ser un gesto duro pero que en realidad resultaba desolador, y abriendo una caja roja que tenia en el suelo, saco un destornillador electronico y se puso a hurgar en las junturas del brazo.

– Espera, Mirari. Yo se un poco de esto. Creo que puedo ayudarte -dijo Bruna.

Y era cierto: la dotacion de serie de los tecnos de combate incluia una formacion de grado medio como mecanicos electronicos, para que, en una emergencia, pudieran reparar sobre el terreno armas, perifericos y vehiculos.

La violinista le paso el destornillador y se recosto en el respaldo. Se la veia agotada. Acuclillada junto a ella, la rep se puso a estudiar el funcionamiento de la ortopedia.

– Me contaste el otro dia que tu violin era un Sten… un no se que, una pieza muy cara. ?No podrias venderlo y comprarte un buen brazo? -comento mientras apretaba unos remaches.

– Un Steiner… Todos decian que yo era una buena violinista. En realidad decian que era muy buena. No lo cuento por vanidad, sino para que comprendais lo que sucede. El caso es que yo confiaba en mi musica y queria crecer… Seguro que tu me entiendes, omaa. Queria crecer y para eso necesitaba un buen violin. Me enamore de ese Steiner y ya no podia pensar en nada mas, de manera que pedi dinero prestado y me lo compre. Pero hubo unas cuantas cosas que me salieron mal y de pronto no pude seguir pagando el prestamo, asi que hice un par de saltos, me teleporte un par de veces a las minas exteriores para sacar dinero. Y lo que paso es que a la vuelta del segundo viaje, en mi cuarto salto, el desorden celular hizo que este brazo llegara sin huesos. Solo quedaba la ultima falange del dedo anular; el resto del tejido oseo se habia volatilizado y la extremidad era una piltrafa de carne que hubo que amputar. Asi que perdi el brazo para adquirir el violin, y ahora no estoy dispuesta de ninguna de las maneras a vender el violin para conseguir un brazo. Por eso me he metido en los otros negocios subterraneos: para reunir ges y hacerme con una buena pieza de ingenieria bionica. Aunque, con la suerte que tengo, seguro que antes acabare en la carcel.

Bruna nunca le habia escuchado a Mirari una parrafada tan larga. Tenso con cuidado un cable del codo y luego miro a la violinista.

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