– ?Que?

– Nopal. ?Que te ha dicho?

– ?Por que miras por encima del hombro para ver quien me llama? ?Esa ausencia del mas minimo respeto forma parte de la brutalidad policial?

– Te he visto. He visto esa mirada de refilon que me has echado. No era una buena mirada.

– ?Oh, por todas las malditas especies…! ?No me fastidies con tus paranoias!

– ?Por que te has puesto tan nerviosa cuando te ha llamado? Nunca te habia visto asi. ?Que te pasa con ese hombre? No confies en Nopal, Husky.

Vaya, antes la llamaba Bruna. Habia regresado a la formalidad del apellido. Los ojos verdes del policia se veian muy oscuros, casi negros. Duras bolas brillantes de expresion temible atrapadas como insectos bajo sus gruesos parpados.

– Pablo Nopal es un asesino. Lo se. Mato a su tio y probablemente al secretario. Todo le incrimina sin ninguna duda, pero se salvo porque no pudimos encontrar el arma. Uso una pistola antigua, un arma de polvora con municion metalica de 9 mm. Probablemente una P35…

– Una Browning High Power… Esa pistola es de hace mas de un siglo…

– Si, un trasto viejo, pero con capacidad de matar.

Las armas de polvora habian sido retiradas de circulacion tras la Unificacion con la famosa Ley de Manos Limpias, que limito tambien de manera estricta el uso del plasma a las fuerzas de seguridad y al ejercito. Las viejas pistolas y revolveres fueron rastreados con eficaces escaneres capaces de detectar sus aleaciones metalicas, y las pistolas de plasma necesitaban para su fabricacion una lamina de celadium, el nuevo mineral de las remotas minas de Encelado, en donde cada una de las laminas era registrada, numerada y dotada de un chip localizador. Pese a todas estas precauciones, en la Tierra abundaban las armas ilegales de todo tipo, reliquias de la era de la polvora y plasmas variopintos.

– Lo que quiero decir es que es un hombre sin escrupulos y sin moral. Un tipo verdaderamente peligroso.

Y ha sido memorista… Tal vez sea el quien este haciendo los contenidos de las memas adulteradas. ?Para que te llama? ?Se ha ofrecido quiza para ayudarte? ?No te parece raro? No se que poder tiene sobre ti, no se por que te turba tanto, pero se que te esta enganando.

– Oh, dejame en paz -barboto Bruna.

Lo que queria decir era: no sigas, callate, no quiero escuchar mas, estoy confundida. Pero la confusion le provocaba inseguridad, y la inseguridad la ponia furiosa.

– Estoy harta. Me voy.

Dio la espalda a Lizard y se alejo con nerviosas zancadas calle abajo. Iba ya a saltar a una cinta rodante cuando, de pronto, se le ocurrio una idea maravillosa. Una idea increiblemente sencilla, deslumbrante. Volvio la cabeza: le llevo unos segundos divisar los grandes hombros del inspector y su cuello recio sobresaliendo por encima de la gente. Corrio detras de el y lo alcanzo justo cuando el hombre iniciaba la complicada maniobra de plegar su corpachon para meterse en el coche.

– Lizard… Paul… por favor, espera…

Tomo aire y dibujo una amplia sonrisa en sus labios. No le fue dificil: estaba tan encantada con la idea que habia tenido que sentia ganas de reir.

– Te pido disculpas. Me estoy comportando como una estupida. Estoy… nerviosa.

– Estas inaguantable -dijo el en un tono neutro y aplomado.

– Si, si, perdona. El labarico me saco de quicio. La situacion entera me saca de quicio. Pero dejemos eso. Hablabas antes de tomar algo. Me parece bien, pero vamos a mi casa. Preparare cualquier cosa de comer y de paso quiero ensenarte algo.

– ?Que?

– Ya lo veras.

En el coche oficial llegaron enseguida, pero a Bruna se le hizo eterno. Le costaba contener la excitacion. Subieron en el ascensor sin decir palabra y al llegar a la planta la rep se abalanzo a su puerta y la abrio. Una extrana musica lleno el descansillo. De pie en medio del salon-cocina, el bicho estaba soplando una especie de flauta. Se detuvo y bajo el instrumento.

– Hola, Bruna.

– Hola, Maio -dijo ella, por primera vez verdaderamente contenta de verlo.

La rep miro a Lizard. El hombre estaba pasmado. Al fin habia logrado quebrar su estupido aire de flematico sabelotodo. Volvio a contemplar al alienigena: enorme, tan alto como Lizard pero aun mas ancho, con esa cara increible de perro gigante y con el torso desnudo y una algarabia de palpitaciones y colores, de tremulas visceras y jugos interiores atisbandose a traves de su piel traslucida. Guau. Bruna estaba empezando a acostumbrarse al bicho, pero desde luego era una vision impresionante.

– Perdon -rumoreo Maio con su voz de arroyo.

Cogio la vieja camiseta y se la puso.

– Me la quite porque es molesta, lo siento.

No era de extranar que le molestase: entraba a reventar sobre su gran torax y parecia apretarle como una faja.

– Tu debes de ser un refugiado omaa… -murmuro el policia, aun algo aturdido.

– Asi es.

– Lizard, este es Maio. Me lo encontre un dia en… la calle. En fin, ayer le dije que se podia quedar a dormir en el sofa… hasta que busque algun lugar donde meterse. Y, Maio, este es el inspector Paul Lizard, que me esta ayudando con mi ultimo caso. Por favor, Lizard, explicale lo que haces…

– ?Que le explique que?

– Si, vamos, cuentale que estas investigando el asunto de las muertes de los reps… Y que hemos estado colaborando juntos…

Mientras hablaba, Bruna miraba intensamente al omaa a los ojos, como intentando pasarle una senal. Luego se dio cuenta de su estupidez, y empezo a decirle mentalmente al bicho: metete en su cabeza. Metete en la cabeza de este tipo y dime que piensa. Dime si me oculta algo. Dime si quiere hacerme dano.

– No puedo… -dijo el omaa.

– ?No puedes que? -pregunto Lizard.

– ?Como que no puedes? -grito ella.

– ?Que es lo que no puede? -insistio el policia.

El omaa bajo la cabeza y repitio:

– ?No puedo!

Sono como quien lanza el contenido de un cubo lleno de agua contra un muro.

– Pero ?por que? -se desespero Bruna.

El alienigena empezo a cambiar de color. Todo el se oscurecio, adquiriendo una tonalidad pardo-rojiza.

– ?Que te ocurre? -se preocupo la rep.

– Es el kuammil. Es una consecuencia de una emocion intensa. Como cuando quieres hablar pero no debes.

– ?Que esta pasando aqui? -mascullo Lizard con irritacion.

Algo le dijo a Bruna que no debia ahondar en el asunto. No por el momento.

– Entonces, ?de verdad que no puedes?

Maio nego con la cabeza. La rep se volvio hacia el inspector.

– Mira, perdona, mejor lo dejamos y te vas. Ademas, no tengo nada de comer. Ya hablaremos otro dia.

Lizard la miro con los ojos mas abiertos que nunca. En ese momento el hombre advirtio que Bartolo le estaba royendo los bajos del pantalon y, sacudiendo el pie, lanzo a la criatura a medio metro de distancia. El bubi chillo.

– ?Que haces, bruto! -grito la rep, furiosa, agachandose a coger al tragon en sus brazos y sin darse cuenta de que ella habia hecho lo mismo dos dias antes.

La indignacion parecia haber arrebatado a Lizard toda su somnolencia.

– Estas loca -barboto.

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