puso de un humor de perros. Decididamente, este no era su dia, se dijo, mientras arrojaba los andrajos al incinerador.

Por lo menos salio con tiempo de casa y despues de tomar el metro y dos trams llego al lugar acordado, que estaba en las afueras de Madrid. Era una antigua zona industrial en la actualidad muy decaida: casi todos los locales se encontraban cerrados y buena parte de ellos estaban en ruinas. Las malas hierbas crecian en las grietas de los muros y pequenas montanas de vetustas basuras se habian fosilizado en los callejones, creando un todo apelmazado que el tiempo y la lluvia descolorian. Apenas circulaban vehiculos por las bacheadas calles dispuestas en cuadricula, y en los diez minutos que anduvo dando vueltas hasta dar con el almacen no se cruzo con ningun viandante. Un sitio encantador.

La nave 17-B del sector cuatro parecia una ruina mas, por eso a Bruna le costo localizarla. La zona entera carecia de marcas de GPS, lo que indicaba su nivel de arcaico deterioro. La detective tuvo que buscar el sitio visualmente, aunque casi todos los rotulos estaban arrancados o pintarrajeados hasta hacerlos ilegibles. De hecho, el cartel de laton del 17-B estaba en el suelo, junto a la puerta. Parecia que se habia caido, pero cuando Bruna lo quiso levantar advirtio que estaba clavado al pavimento. El porton corredero de la nave, unica entrada visible, estaba deformado, carcomido por el oxido y torcido, como si no hubiera sido abierto durante decadas y no pudiera volver a abrirse nunca jamas.

– ?Hola? ?Hay alguien ahi?

Aporreo la corroida chapa unas cuantas veces sin mucho entusiasmo, preguntandose si no se habria equivocado de direccion. Iba ya a llamar a Nopal para confirmar la cita, cuando de repente el porton se alzo con facilidad y sin ruido; Bruna dio un paso adelante y la puerta volvio a descender silenciosamente a sus espaldas. Evidentemente se trataba de un cerramiento nuevo y en buenas condiciones; el aspecto roto y corroido que mostraba al exterior era un simple camuflaje. La detective miro alrededor: estaba en un pequeno vestibulo blanco y vacio.

– Entra en el ascensor y pulsa el boton B -ordeno una voz sintetizada por ordenador.

Era un montacargas gris, una reliquia industrial del siglo XXI. Solo tenia tres botones: A, B y C. Pulso el que le habian dicho y la caja retemblo y se puso en marcha muy lentamente. Cuando se detuvo y abrio sus puertas, Bruna se encontro en un gran salon opulentamente decorado en estilo neocosmico. Divanes flotantes y sofas abrazadores a la ultima moda se alternaban con selectas piezas de anticuario: un escritorio art deco, un armarito chino. Los muros mostraban imagenes animadas de una vista panoramica: una hermosa playa solitaria y, a lo lejos, un pueblo blanco al pie de una montana. El paisajismo interiorista estaba muy bien hecho y verdaderamente parecia que todas las paredes de la sala eran grandes vidrieras al exterior; las imagenes incluso mantenian la continuidad, de modo que si un perro cruzaba corriendo uno de los muros, pasaba al muro siguiente guardando la adecuada perspectiva. Un trabajo carisimo.

– Entra. Ven aqui.

El sitio era tan grande y estaba tan lleno de muebles que al principio a Bruna le costo ver de donde salia la voz. Al fin localizo al tipo en un grupo de divanes rojos. Se estudiaron mutuamente mientras se acercaba: era un chico joven y muy delgado. Pero cuando llego junto a el, la rep advirtio que esa carita tersa y aninada era producto de la cirugia: sin duda era mucho mayor de lo que aparentaba a primera vista. De cerca, tenia un aspecto plastico e inexpresivo. Desagradable.

– Parece que lo de ser un memorista pirata da bastante dinero… -dijo Bruna a modo de saludo.

El hombre hizo un gesto raro con la boca que probablemente fuera una sonrisa. Pero estaba tan estirado que las comisuras se resistian a curvarse.

– Si, el negocio no va mal… Tomare tu observacion como un cumplido… porque te estoy haciendo el favor de recibirte… para darte cierta informacion que te interesa… Asi que no voy a pensar que seas tan necia como para insultarme nada mas llegar… No, lo que hare sera pensar que te ha sorprendido esta bonita casa y que tu frase es un reconocimiento implicito de lo preciosa que es.

Bruna trago saliva. El hombre tenia razon. Se maldijo a si misma por bocazas y sobre todo maldijo la agresividad que le despertaban los memoristas. El recuerdo de Nopal y de los brazos de Nopal mientras bailaban paso por su memoria como un viento caliente. Y aun era peor si no le despertaban agresividad.

– En efecto, es un cumplido. Es que a los replicantes de combate se nos dan mal las cortesias sociales. Me he quedado impresionada con tu casa, desde luego. ?Puedo sentarme?

El tipo asintio con un gesto de cabeza y Bruna se dejo caer en el divan de enfrente. El mueble se mecio levemente en el aire al recibir su peso.

– Y estoy aun mas impresionada por el hecho de que hayas aceptado verme y hablar conmigo. ?Por que lo haces?

– Eso tienes que agradecerselo a Nopal -contesto el pirata agitando una mano esqueletica frente a el.

– ?Sois amigos?

El hombre resoplo sarcasticamente.

– ?Amigos? No diria yo eso… Mmmmmm… No. Exactamente amigos, no. Pero te veo porque el me lo pidio.

– Pues Nopal debe de ser muy convincente… porque ademas me has recibido en tu propia casa… Extraordinario. Muy… intimo.

El tipo volvio a componer ese gesto raro con la boca que tal vez fuera una sonrisa. Su excesivo y zafio trabajo de cirugia plastica no casaba con la exquisitez del lugar, penso la rep. Tambien su ropa parecia vulgar, un terciopelo negro ostentoso y hortera, por no hablar de las cadenas de oro que estrangulaban su pescuezo pellejudo. Desde luego el hombre no tenia nada que ver con el refinamiento del ambiente.

– No tengo mucho tiempo. ?Vas a perderlo hablando de Pablo Nopal? -gruno el hombre.

– Prefiero que hablemos de las memas.

– ?De cuales?

– De las adulteradas. De las que estan volviendo locos a los replicantes y despues los matan.

– Yo de esas no se nada. Nunca mate a nadie. Pirata si, asesino no. Solo trabajo con traficantes de confianza. Gente seria. Ellos tienen la clientela, consiguen el hardware… Yo me limito a escribir el contenido.

– Ya. Y supongo que tampoco sabes nada de quien puede estar detras de los implantes mortales, claro…

– Bueno, algo se oye por ahi. Se que es alguien que viene de fuera.

Labari, penso Bruna de inmediato.

– ?De fuera de la Tierra, quieres decir?

– De fuera del oficio.

– ?Lo tuyo es un oficio? -gruno decepcionada.

– Tanto como lo tuyo, con la diferencia de que yo soy mejor profesional que tu.

Bruna suspiro.

– No lo dudo. Disculpa. Pero si de verdad eres tan bueno, te llamarian para que hicieras las memas asesinas…

– Te he dicho ya que no.

– ?Cuantos sois? ?Cuantos memoristas ilegales como tu hay en el mercado?

– Como yo no hay nadie. Soy el mejor. Pero luego puede haber media docena.

– ?Y cual de ellos podria haberlo hecho?

– De esos, ninguno.

– ?Por que?

– La mayoria de los memoristas piratas son muy malos. Utilizan tramas aleatorias compradas en el mercado negro e imagenes sintetizadas por ordenador. Sus memas son una basura. Pero esas memorias asesinas son increibles… Raras, muy raras. Nunca he visto nada igual. Muy violentas y llenas de odio, pero tambien llenas de veracidad. Ahi detras hay un escritor. Alguien que ansia expresarse. Son breves, apenas cuarenta escenas, pero buenas. Los piratas que conozco nunca hubieran sido capaces de hacerlas.

– Me dejas asombrada: ?como es que conoces el contenido de las memas asesinas?

– Bueno, todos tenemos contactos… Y es mi profesion. Mas aun, se puede decir que me va la vida en esto…

– Dices que son muy raras… ?Por eso crees que han llegado nuevos traficantes a la ciudad?

– No, no. Yo no he dicho eso. Ahi esta lo extrano del asunto. No hay nuevos traficantes. No hay nuevos

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