pastosa.

– Evidentemente… Darte una ducha, comer algo… Te he dado una autorizacion basica domestica. No querras que te abra mi vida por completo de la noche a la manana…

Paul hablaba con un tono risueno, pero Bruna enrojecio.

– Yo no quiero nada -gruno.

Al otro lado de las ventanas el mundo estaba envuelto en un quieto y rechinante manto blanco.

– Anoche me drogaste.

– ?Como?

– Me diste un somnifero sin yo saberlo.

– Me parece que te vino muy bien.

– No vuelvas a hacerlo.

Lizard se encogio de hombros con cierto fastidio.

– Descuida, no lo hare… Y de nada, ?eh? De nada. No hace falta que me abrumes con tu gratitud -anadio sarcastico.

Se embutio dentro de un enorme abrigo polar con capucha y abrio la puerta para irse.

– ?Lizard!

El inspector se detuvo un instante en el umbral.

– Esa… esa historia de Maitena y de tu infancia, ?es verdad?

– ?Por que iba a mentirte? -respondio Paul sin volverse.

Luego le lanzo una ojeada sobre el hombro derecho.

– Por cierto, hablando de mentiras… Anoche y esta manana te han estado llamando insistentemente al otro movil… Ya sabes cual te digo… el ilegal.

Dicho lo cual, se marcho.

El Caiman siempre conseguia sobresaltarla.

Cuando llego al hospital, Bruna habia conseguido quitarse subrepticiamente el movil de Mirari, que solia llevar pegado al estomago, y, tras enrollar la fina lamina traslucida, la habia escondido dentro de un bolsillo interior de su mochila. Sin embargo ahora el ordenador movil estaba extendido sobre la mesa, junto a ella. Lo agarro de un manotazo: en efecto habia seis llamadas perdidas de Serra, el lugarteniente de Hericio. Hizo un esfuerzo de concentracion para introducirse en el personaje de Annie Heart y pulso el numero del supremacista. La desagradable cara del hombre lleno la pantalla. Parecia suspicaz e irritado.

– ?Donde te has metido? -ladro.

– No es asunto tuyo.

– Claro que lo es. Eres demasiado misteriosa, guapa. De repente apareces de la nada, de repente desapareces… Y ademas estoy harto de no verte. Todo ese asunto del movil no rastreable, de la falta de imagen cuando hablamos… Empiezo a pensar que ocultas algo… Y si lo haces, te aseguro que te vas a arrepentir.

Bruna tomo aire.

– Dejemos claras unas cuantas cosas: primero, esos no son modos de tratar a un posible donante. Segundo: todavia no estoy segura de que quiera daros el dinero. Tercero: no se te ocurra volver a amenazarme o no sabras mas de mi. Llamame cuando sepas cuando y donde me vere con Hericio -dijo en tono gelido.

Y corto la comunicacion. Aguardo durante dos larguisimos minutos con los ojos fijos en la pantalla. Al fin las letras azulosas se encendieron: «A las 16:00 en el bar de tu hotel.» ?Bien! Seguro que el Permiso de Financiacion no les habia dado el resultado previsto, se dijo la rep: parecian seguir ansiosos por llenar las arcas. Sin duda la recogerian en el bar del hotel para llevarla a algun lado. Perfectamente. No eran mas que las 10:00. Habia tiempo de sobra.

Bruna se tanteo las costillas: seguian doliendo, pero menos. El regenerador oseo que le habian infiltrado en el hospital parecia estar funcionando. Aparto la manta y se puso en pie con mucho cuidado. En realidad, y teniendo en cuenta la reciente paliza, se encontraba bastante bien. En el gran espejo de la pared comprobo que seguia llevando la ropa del dia anterior, desgarrada, manchada de sangre y demasiado liviana para el frio que debia de estar haciendo fuera. Abrio los cierres y la dejo caer: tenia el cuerpo cruzado por las marcas de los golpes. Un mapa a todo color de la paliza. Los moretones subian como una enredadera hasta su rostro, y ademas llevaba una venda medicada cubriendo la herida de la muneca. Si iba a ver a Hericio, tal vez tuviera que maquillar y disimular todo eso.

Todavia desnuda camino hacia la zona de la cocina. Tenia un hambre de ogro y el olor a cafe y tostadas que Lizard habia dejado en el ambiente le llenaba la boca de saliva anticipatoria.

– Pantalla, soy Bruna -ordeno.

– Dispongo de autorizacion para dos Brunas. Por favor, dime tu segundo nombre -contesto la suave voz femenina del ordenador.

La rep se pico: ?Como que dos Brunas? ?O sea que el lagarto Lizard se pasaba la vida trayendo mujeres a dormir a su casa?

– Soy Bruna Husky -gruno.

– Bienvenida, Bruna Husky. ?En que puedo ayudarte?

La rep pidio un desayuno gigantesco y lo devoro mientras seguia rumiando su malhumor. Luego tomo una ducha de vapor y saqueo el armario de Lizard para vestirse con ropa de abrigo, disfrutando vagamente con la sensacion de que por fin algo le quedara enorme: estaba acostumbrada a tener que llevar siempre los pantalones demasiado cortos y las espinillas al aire. Habia abierto la puerta y salia ya del piso cuando, en un subito arranque, volvio a entrar.

– Pantalla, soy Ingrid -dijo, forzando la voz para que sonara mas aguda.

Era un nombre que se habia puesto de moda unas cuantas decadas atras y habia una ridicula cantidad de Ingrids pululando por ahi: tal vez Lizard tuviera autorizada a alguna. En fin, solo era por comprobar la facilidad con que el hombre concedia sus privilegios domesticos.

– No eres Ingrid. Eres Bruna Husky. ?En que puedo ayudarte? -contesto la voz electronica con imperterrita amabilidad.

Los ordenadores de ultima generacion eran bichos peliagudos de enganar.

Salio a un Madrid escarchado que parecia estar envuelto en encaje blanco. Apenas circulaban coches y la mitad de las cintas rodantes no funcionaban, a pesar de las cuadrillas de operarios que intentaban descongelarlas con pistolas de vapor. El suelo estaba crujiente y resbaladizo incluso para ella, que tenia reforzados geneticamente el sentido del equilibrio y la coordinacion motora. Aqui y alla, los humanos carentes de esas mejoras se pegaban unas culadas estrepitosas: ese tambien podia ser otro de sus motivos para odiar a los reps, se dijo la androide acidamente. La abultada ropa termica y las grandes capuchas tenian la ventaja de unificar a las personas, y aun mas si llevaban, como ella, gafas oscuras para mitigar el resplandor. Era practicamente imposible reconocer que tipo de sintiente era cada cual, lo que suponia un alivio porque las pantallas publicas seguian hirviendo de odio pese al frio reinante y por todas partes se hablaba de una inminente crisis dentro del Gobierno Regional. El metro circulaba normalmente pero debia de estar atiborrado, y a Bruna no le apetecio confinarse en un pequeno espacio con una horda de humanos furibundos, de manera que decidio ir andando hasta el hotel Majestic. Los termometros marcaban menos veintitres grados. No era de extranar que hubiera tan poca gente caminando y que los operarios de las cintas rodantes parecieran moverse con irreal lentitud de astronautas en gravedad cero, abultados y entorpecidos como iban por capas y mas capas de baratos tejidos termicos. Pero el cielo era una laca china de color azul intenso y contrastaba maravillosamente con el blanco todavia impoluto de la nieve recien caida. No habia nada de viento y el frio era una presencia quieta y colosal. Bruna empezo a disfrutar del paseo.

?Por que no la habian matado los asesinos del memorista pirata? Habian tenido la posibilidad de hacerlo, desde luego. Y, si no la querian matar, ?por que la habian agredido? Hubieran podido irse sin dificultad y sin haber sido vistos, ?para que arriesgarse en atacarla? ?Querian darle un susto? ?Pretendian herirla con la suficiente gravedad como para quitarla de en medio? ?O lo hicieron tal vez para robarle el arma? Esta posibilidad resultaba inquietante: tendria que atreverse a preguntar a Lizard si habia encontrado su pistola de plasma.

Por otra parte, ?quien sabia que ella iba a ver al memorista asesinado? Por supuesto, Pablo Nopal. Pero le parecia absurdo e innecesariamente alambicado montar todo ese escenario, arreglarle una cita con el memorista pirata, prestarle su propia casa, asesinar al tipo mientras ella estaba presente y despues darle tambien a ella una paliza. No le parecia logico que Nopal hubiera ideado ese guion complicadisimo, cuando seguramente podria haber

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