detras de mi hay una serie de altos profesionales y empresarios de Nueva Barcelona… Gente bastante conocida… Hemos formado un grupo supremacista de presion, un grupo clandestino porque somos partidarios de la accion directa. Estamos asqueados de los partidos tradicionales, que nos han conducido a esta situacion de indignidad. Pero hemos pensado que el PSH tal vez sea distinto… Te hemos seguido, hemos escuchado lo que dices y nos ha gustado… Y al ver que pedias un PeEfe hemos pensado que era una buena oportunidad, y que eso podia indicar que planeabas algo… Aunque te dire que todavia no estamos convencidos de que seas de verdad nuestro hombre.

El rostro de Hericio era un catalogo de emociones contrapuestas: vanidad, avidez, desconfianza, excitacion, temor, indecision. Gano la avidez.

– ?Y que tendria que hacer para convenceros?

– Di mas bien que tendrias que haber hecho. No creemos en las palabras, sino en los actos. Asi que cuentame a que os dedicais de verdad en el PSH.

El hombre parecia estupefacto.

– No te entiendo.

Bruna le clavo la mirada.

– Entonces hablemos claro. En Nueva Barcelona algunos hemos pensado que el PSH ha tenido algo que ver con las muertes ultimas de los replicantes… De Chi y los demas.

Ahora gano la desconfianza. Hericio se puso tan nervioso que su voz sono medio tono mas aguda.

– ?Nos estas acusando de asesinato?

– Solo hemos pensado que era una campana maravillosamente hecha para azuzar el resentimiento y despertar la adormilada conciencia de la gente. Una obra de arte de la agitacion social, en realidad.

– ?Tu quien eres para salir de pronto de la nada y acusarnos de algo asi?

– No salgo de la nada. Me consta que me habeis investigado a conciencia. Sabeis toda mi vida. Incluso sabes el dinero que tengo en el banco, por lo que veo. Soy una profesora competente y conocida. Ahora soy yo quien te digo lo que tu dijiste antes. Si quieres, confias en mi y me demuestras que nosotros podemos confiar en ti, y entonces los diez millones seran tuyos. Pero si no quieres, me voy por esa puerta tan tranquilamente.

Hericio trago saliva.

– No veo claro el negocio. Ni siquiera se si dispones de verdad de todo ese dinero.

– Y yo no veo claro si estamos de verdad en la misma onda y si queremos lo mismo.

Hubo un pequeno y pesado silencio.

– Estas llena de cardenales -dijo el tipo, senalandola con el dedo.

– Son marcas de nacimiento -respondio la rep con corrosivo sarcasmo.

El hombre la miro con incredulidad y luego retomo el tema.

– ?Y que quieres que te diga, Annie? He celebrado cada uno de los asesinatos de los reps… y sobre todo el vergonzoso final de ese engendro de Chi. Incluso me alegre, y esto lo negare si lo repites en publico, pero me alegre de la matanza de humanos que provoco esa tecno que se hizo reventar… esa Nabokov. Toda muerte es una tragedia, y mas si hay ninos, como en ese caso; pero esa carniceria ha sido fundamental en la concienciacion de la gente, y ya se sabe que no hay revolucion sin victimas… A decir verdad, me parece un precio bastante barato si con ello nos salvamos de la degeneracion social. Pero ni mi partido ni yo hemos tenido nada que ver con todo eso.

– Ya veo. Y de ahora en adelante, ?que pensais hacer?

– Liderar el cambio, naturalmente. Estamos en contacto con otros grupos supremacistas en distintos puntos del planeta… Ha habido bastantes movimientos reivindicativos por el mundo en la ultima semana… Nada comparable con lo nuestro, pero es evidente que se esta gestando una reaccion global contra tanta ignominia.

– Todo eso esta muy bien, pero estoy hablando de aqui y ahora… De hechos, no de palabras. Concretamente, ?cual va a ser vuestro siguiente paso? Porque ahora se necesita un buen golpe de efecto… El aguijon final. Por ejemplo, ahora seria perfecto que un rep asesinara a… a Chem Cones, pongamos. Chem es uno de tus discipulos, es un supremacista conocido y ahora esta en primera linea de actualidad al haber asumido la presidencia en funciones de la Region. Imaginate que magnifico acicate para la causa seria su muerte…

Un chispazo de emocion atraveso el rostro de Hericio como una linea de luz. Bruna se inclino hacia delante y susurro:

– Nosotros te podriamos ayudar con eso. Una ayuda profesional, eficiente y segura…

Pero la luz ya se habia apagado. El hombre se levanto y empezo a caminar en circulos.

– No te dire que no tengas razon. Una muerte asi seria muy provechosa. Un martir. Si, eso es, nuestro movimiento necesita un martir… -barboto.

Se detuvo en medio del despacho y la miro.

– Pero no puede ser. No puede ser. Nunca participare en algo asi ni permitire que el PSH participe. ?Y sabes por que, Annie Heart? ?Sabes por que? No por falta de temple o decision. No por gazmoneria moralista, porque se bien que un pequeno mal queda de sobra corregido por un bien mayor. Pero cuando haces algo asi corres el peligro de que se acabe sabiendo. Seguramente no sucedera en tu epoca, seguramente mientras vivas te las arreglaras para que todo quede oculto. Pero ?y despues de muerto? Despues llegan los historiadores y los archiveros como buitres y lo remueven todo. Y yo tengo que cuidar mi prestigio, ?comprendes, Annie Heart? Yo estoy destinado a ser una de las grandes figuras de la Historia. Soy el regenerador de la raza humana. El salvador de la especie. Las futuras generaciones hablaran de mi con agradecimiento y veneracion. ?Y yo tengo que cuidar ese legado! No debo dar argumentos al enemigo ya que no podre estar ahi para defenderme, para explicarme… Hasta ahora no me he tenido que manchar las manos, y no voy a empezar a hacerlo en este momento, cuando ya he alcanzado las puertas de la posteridad.

Esta hablando en serio, se dijo Bruna, atonita. Tan atonita, de hecho, que advirtio que tenia la boca abierta y la cerro. Por supuesto que nunca habia esperado que el lider especista le confesara abiertamente su participacion en la conjura: solo queria sacar el tema para ver como se lo tomaba. Echar el sedal en las aguas revueltas, como decia Merlin. Pero no se esperaba una reaccion asi. El tipo se lo creia. Era un imbecil. Tuvo la intuicion, casi la certidumbre, de que Hericio no habia tenido nada que ver con las muertes de Chi y de los otros reps. O eso, o era un actor descomunal. De pronto sintio que un aro de fuego le apretaba las sienes. Era el precio a pagar por la tension de fingirse quien no era y de seguirle la corriente a ese supremacista repugnante. De aparentar que odiaba a los reps, e incluso creerselo un poco para resultar convincente. Toda esa disociacion le habia partido la cabeza. Cuatro anos, tres meses y trece dias. Cuatro anos, tres meses y trece dias.

– Esta bien. Creo que ya tengo clara tu posicion -dijo la androide levantandose del asiento.

– ?Y que… que pasa con el dinero?

– Lo hablare con los demas -contesto de manera ambigua.

Hericio arrugo la cara, contrito, despidiendose mentalmente de los diez millones.

– Podriamos hacer muchas cosas juntos… -apunto ya en la puerta, contemporizador.

– Podriamos. Si cambias de opinion sobre lo que te dije, deja un mensaje a mi nombre en el hotel Majestic… Llamare todos los dias durante un mes a ver si hay algo.

La puerta se cerro a su espalda y Bruna dio un pequeno suspiro de alivio. Atraveso el breve pasillo y salio al antedespacho. El chico de los correajes y las pistolas seguia ahi, pero lo peor era que tambien estaba Serra. Por el gran Morlay… la jaqueca le taladraba el craneo. El lugarteniente se acerco a ella, achulado y meloso.

– Un robot te llevara lo que querias dentro de dos horas a tu hotel. Tendras que pagar con billetes. Cinco lienzos. Precio de amigo.

Quinientos ges por una pistola de plasma. No estaba nada mal. Si funcionaba.

– Asi que he pensado que podriamos ir a tu cuarto a esperar el robot… -musito Serra, arrimandose a ella.

Bruna le puso una mano en el hombro y le aparto. Quiso hacerlo con suavidad, pero estaba cansada y debio de resultar demasiado brusca, porque el lugarteniente se encrespo.

– Pero ?que pasa! ?Ya has sacado todo lo que querias de mi y ahora pretendes dejarme tirado? ?Tu te crees que yo soy una persona de la que puede reirse una rubia como tu?

Oh, oh, oh… Los fuegos artificiales habituales. Golpes de pecho de chimpance para asustar. Bruna tomo aire e intento contenerse y concentrarse entre los latigazos de dolor que cruzaban su frente.

– No se me ocurriria reirme de ti, Serra. Lo que pasa es que no me siento bien. Me duele mucho la cabeza.

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