tan facil, no te creas… Y, para colmo, la herida apesta… Puag. Ya queda menos. Creo que voy a cortar otro poco por aqui… Aja. Y ahora con la punta del cuchillo saco las tripas… Esto es. Bueno… Ha quedado estupendo. Se parece bastante al holograma amenazador que recibio Myriam Chi… ?Recuerdas lo que decias hace un rato? ?Eso de que un pequeno mal queda corregido de sobra por un bien mayor? Pues tu has sido mi pequeno mal de hoy, mi pobre Hericio. Pero espera, no puede ser, ?estas moviendo un ojo? Ah, no. No hay que preocuparse. No es mas que una lagrima.

Deberia estar contento, porque era la respuesta que estaba buscando cuando mando su memorandum; pero en realidad se sentia amedrentado y nervioso. Yiannis siempre habia sido una persona de orden, un tipo meticuloso y legalista, y el haber cometido no una, sino dos faltas administrativas garrafales, era algo que le desasosegaba profundamente, por mas que hubiera quebrantado las normas a proposito. Ademas la reaccion habia sido mucho mas fulminante de lo que se esperaba y eso tambien avivaba su inquietud. No habia pasado ni una hora del envio de su escrito cuando el secretario de la supervisora ya le habia convocado a una cita de urgencia para esa misma tarde. Y no se trataba de un encuentro holografico, sino de una cita presencial, cosa verdaderamente inconcebible. ?Y, ademas, en sabado! Aqui estaba ahora Yiannis, en la antesala del despacho de la supervisora, sentado en un modernisimo sofa flotante y esperando a ser recibido. Llevaba casi una hora de planton, a pesar de las prisas que le habia metido el secretario. Claro que podia ser algo premeditado… Una tactica de desgaste para ponerlo todavia mas nervioso. Si era eso lo que trataban de hacer con la larga espera, habia que reconocer que lo estaban logrando. Yiannis se removio en el asiento y el sofa se mecio suavemente en el aire como una cuna. Estos malditos muebles de diseno.

– ?Yiannis Liberopoulos? La senora Yulia te esta esperando.

Al fin. El archivero siguio a la muchacha que habia venido a buscarle. Llevaba una linea de implantes capilares bajando como un cepillo por su largo cuello, al estilo de los balabies. El peinado alienigena se habia puesto de moda entre los jovenes terricolas y ahora todos parecian caballos con las crines recortadas.

– Pasa, pasa, amigo Yiannis. Sientate, por favor.

?Amigo Yiannis? Era la primera vez que veia a esa mujer en su vida. Titubeo unos instantes sin saber muy bien donde instalarse, porque la habitacion estaba decorada a la ultima moda minimalista, con muebles etereos y apenas visibles. Al fin se decidio por una linea de luz azulada y se sento en ella con cuidadosa aprension. La linea se adapto a su cuerpo y formo un respaldo. La supervisora ocupaba otro sillon parecido ante una mesa semitransparente que se fundia con la enorme pantalla circular. La decoracion debia de haber costado una millonada. El Archivo, una de las instituciones mas poderosas de los EUT, era propiedad de la gigantesca empresa privada PPK, aunque el Estado Central Planetario tenia voz y voto en el consejo de gestion. Y sin duda era un negocio fabuloso, puesto que todos los ciudadanos de la Tierra tenian que pagar un canon cada vez que accedian a la informacion.

– He leido tu memorandum, y en primer lugar quiero agradecerte tu interes y tu celo profesional. Porque estoy segura de que lo has hecho movido por las mejores intenciones. Pero veras… En todo el tiempo que llevo en el cargo, nadie habia recurrido al protocolo de emergencia CC/1. No se si sabes que al activarse el protocolo se manda automaticamente una copia de tu mensaje a la administracion central del Estado. Y eso, te voy a ser sincera, nos resulta a todos muy fastidioso… Ahora vendran los funcionarios, nos haran una investigacion…

– Pero eso esta bien, eso es perfecto. Necesitamos que los servicios de seguridad de los EUT investiguen urgentemente las irregularidades.

La supervisora torcio la cabeza hacia un lado, como un pajaro, y clavo la mirada en el hombre. Era una mujer flaca y fibrosa, con unos ojillos duros que casi no parpadeaban.

– Ay, Yiannis, Yiannis… No me estoy explicando o no me estas entendiendo. Tu memorandum es una equivocacion. Un error. Un exceso de celo, precisamente -lo decia con dulzura, como si el archivero le diera pena, pero en su voz vibraba un filo cortante.

– ?Un exceso de celo? Pero ?como…? ?De verdad has leido mi escrito? ?Y los otros documentos? Es innegable que alguien esta manipulando las entradas…

– He leido todo, he estudiado todo, y tambien lo han estudiado mis expertos. No hay nada. Estas viendo fantasmas. No hay mas que algunos pequenos errores sin importancia aqui y alla. Las erratas habituales.

– Pero…

– ?Las erratas habituales! Mucho mas grave que esos errores nimios es tu comportamiento. Has sacado un articulo de la cadena de edicion, interrumpiendo el flujo de informacion, y lo que es aun peor, has hecho una copia privada e ilegal de un texto aun no autorizado. Es una conducta inadmisible.

Yiannis advirtio que se ruborizaba. No pudo evitar sentirse un malhechor: a el tambien le parecia inadmisible. En su boca empezaron a agolparse frases automaticas de remordimiento y de disculpa.

– Segun la Ley General de Archivos, sacar una copia ilegal puede ser considerada un acto de espionaje. Podrias ir a la carcel por ello -siguio diciendo la mujer.

La amenaza era tan excesiva y tan obvia que Yiannis se trago de un golpe las excusas que estaba a punto de ofrecer. Resoplo indignado.

– Dudo que alguien considere que soy un espia. Te informe inmediatamente de lo que habia hecho. Solo queria llamar tu atencion cuanto antes dada la gravedad del problema…

– Pero ?de que problema hablas? Estas viejo, Yiannis. Estas cansado. Estas viendo fantasmas. ?No decias que el profesor Ras no existe? Mira…

La mujer toco el ordenador y una cascada de imagenes inundo la gran pantalla. Lumbre Ras en su casa de Nueva Delhi, Lumbre Ras en una conferencia holografica interplanetaria, Lumbre Ras recogiendo el Nobel… Si es que ese hombrecillo aceitunado era de verdad el profesor Ras, tal y como sostenian los registros documentales que estaba viendo. Yiannis se quedo estupefacto: esa misma manana, apenas unas cuantas horas atras, no habia nadie de ese nombre en la Red. Nada. No existia. Y ahora la informacion se sucedia de modo torrencial. Tuvo un instante de vertigo: entonces, ?seria verdad que se habia equivocado?

– ?Ves? No hay ningun problema, Yiannis. El problema eres tu.

No. No era un error. Era una conspiracion. Alguien habia falsificado todas esas imagenes y las habia introducido en el sistema en tan solo unas horas. Sintio que su vertigo aumentaba. Le parecia estar flotando sobre un abismo.

– Si no tomas en serio mi denuncia, hablare con el comite de gestion… -dijo debilmente.

– Tu no hablaras con nadie, Yiannis Liberopoulos. Estas despedido. Y, por cierto, nos hemos incautado de tu pantalla central.

– ?Que? ?Mi ordenador? ?Habeis entrado en mi casa? Pero ?como os habeis atrevido? -balbucio el hombre.

– Por el articulo 7C/7 de la Ley de Archivos… Recuperacion de material robado. Hemos ido con la policia. Todo perfectamente legal. Y no mires hacia tu movil, porque tampoco tienes ahi la copia que hiciste esta manana. La hemos borrado por control remoto desde tu consola. Asi que no tienes nada. Y tampoco trabajo. Y aun puedes dar gracias, porque no vamos a denunciarte.

Y ahora, si no te importa…

Yiannis se levanto como un cordero y salio del despacho y luego del edificio de manera automatica, sin darse apenas cuenta de por donde iba. Le habian despedido. El Archivo era su vida y le habian despedido. Y encima habian entrado en su casa y le habian quitado el ordenador. Y ademas estaba sucediendo algo terrible… un golpe de Estado en la Region, o quiza en el planeta. La cabeza le daba vueltas y estaba empapado en sudor frio. Iba tan aturdido que no se fijo en el coche que se acercaba lentamente por la calle todavia nevada. Un vehiculo oscuro de cristales tenidos. De hecho, no lo vio hasta que no lo tuvo encima. Hasta que el auto rugio y se abalanzo sobre el como una nube negra. Yiannis grito, dio un salto hacia atras, se torcio un tobillo; el coche derrapo, patino en el hielo y paso rozandolo: se habia salvado por un par de centimetros. El archivero se quedo sin aliento, fulminado por una sospecha aterradora. Me ha intentado matar, penso. Quieren asesinarme.

En ese momento el vehiculo consiguio enderezar su direccion. La ventanilla entintada del conductor bajo y asomo una cabeza de hombre que le miro indignado.

– ?Imbeeeeciiiiiiil! -grito el tipo mientras se alejaba.

Yiannis se quedo desconcertado. Y luego echo una ojeada a su alrededor. Estaba en medio de la calzada. Hizo un esfuerzo y reconstruyo mentalmente sus ultimos movimientos; iba tan fuera de si que habia debido de bajar de la acera sin fijarse en el trafico. No le habian intentado atropellar: el se habia arrojado sin mirar bajo las ruedas.

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