contra su cara, como quien mata a un bicho, y, haciendo un esfuerzo de autocontrol, se cino el cinturon. Conocia bien como funcionaba: primero tenia que quitar el seguro y luego pulsar la membrana tactil durante por lo menos veinte segundos; cuando volviera a levantar el dedo, las diminutas ampollas se abririan, dejando salir el gas letal. Por lo menos seria una muerte rapida: menos de un minuto hasta la asfixia. No como lo que habian prometido hacerle a Gummy si ella no cumplia lo pactado. Una interminable, sadica agonia. Bruna reprimio una arcada. Calma, se imploro a si misma. Tenia que concentrarse. El fragor ensordecedor de un nuevo tram la impulso a la accion; debia abrir las ampollas en el intercambiador central de tranvias para aprovechar la afluencia de gente y el hecho de que fuera un espacio cerrado, y el lugar estaba a cuatro manzanas de distancia. Apago la bola holografica y se la metio en el bolsillo, y ya se iba a marchar cuando se dio cuenta de que no llevaba el movil puesto. Que raro. Echo una ojeada alrededor y no lo vio. Busco con mas cuidado, entre las sabanas arrugadas, en el bano, por el suelo. No estaba.

– Pantalla, localizame el movil.

No obtuvo respuesta. Miro la pantalla: era un modelo muy viejo. Intento pasar a manual y teclear un numero. El ordenador no admitio la llamada. Que extrano. La sensacion de irrealidad se acentuo, la irrealidad zumbaba en torno a ella como un moscardon. Entonces el rostro de Gummy volvio a encenderse dentro de su cabeza con nitidez helada. Que importaba que tuviera el movil o no. De todas maneras iba a morir en pocos minutos.

Y, sin embargo…

Cuatro anos, tres meses y once dias. De nuevo esa absurda letania cruzandole la mente. El ascensor tenia puesto el cartel de estropeado, de modo que Bruna bajo a pie las sordidas escaleras sintiendo que llevaba una piedra en el corazon, un peso cada vez mas grande que entorpecia sus pasos. El numero que habia intentado marcar en el ordenador era el de Paul Lizard. ?Y quien era Paul Lizard? Un conocido, quiza un amigo. El nombre de Lizard emergia de la confusion como un puerto seguro en un mar tormentoso. Un rincon de luz entre sombras glaciales. ?Una posible ayuda? Con cada escalon que descendia, Bruna se sentia mas desgarrada entre la obligacion de cumplir su mision y el horror que la matanza le producia. Pero no lo podia evitar. Tenia que hacerlo.

Y, sin embargo…

Llego a la planta baja y advirtio que el edificio parecia ser una especie de apartotel. Que raro no acordarse. En el mugriento y oscuro vestibulo habia un exiguo mostrador de recepcion y un panel electronico que mostraba los precios. La luz estaba encendida, pero no habia nadie. De pronto, los pies de Bruna la llevaron hasta el chiscon. Miro la pequena pantalla: estaba abierta. Tecleo el numero de Lizard antes de darse cuenta de que lo estaba haciendo, y al instante aparecio el rostro del policia. Porque era un policia. Bruna se sobresalto al recordarlo, y al mismo tiempo con solo ver los rasgos del hombre le dieron ganas de llorar de alivio.

– ?Bruna! ?Donde diablos estas? -chillo Lizard.

– Yo… en mi casa -balbucio.

– ?No estas en tu casa, porque yo estoy en tu casa! Bruna, ?que ocurre? Estas desconectada, ?que pasa con tu movil? Se lo de Yiannis y RoyRoy…

Yiannis y RoyRoy. Los nombres originaron ondas concentricas en su nublada mente, como piedras cayendo en agua cenagosa. Empezo a escuchar un sordo zumbido dentro de los oidos.

– Me tengo que ir. Debo hacer algo horrible -gimio.

– ?Espera! Bruna, ?que dices? ?Que te ocurre?

– Tengo que matar. Tengo que matar a mucha gente.

– ??Como!? Pero ?por que?

– Si no lo hago torturaran a Gummy -lloro.

– ?Gummy? ?Quien es Gummy?

– ?Mi hijo! ?Mi hijo! -grito ella.

Lizard la miro anonadado. Parecia alguien a quien acabaran de golpear en la cabeza.

– Tu no tienes hijos, Bruna… -susurro.

El zumbido era ya atronador.

– Me tengo que ir.

– ?No! Espera, ?donde estas? Escucha lo que digo: no puedes tener hijos, ?eres una rep!

Cuatro anos, tres meses y once dias.

– ?Que significa «cuatro anos, tres meses y once dias», Lizard? Tu lo tienes que saber.

El inspector la miro desconcertado.

– No tengo ni idea… Por favor, dime donde estas, Bruna. Ire a buscarte…

Ella nego con la cabeza.

– Lo siento. Si no lo hago torturaran a Gummy.

– ?Aguarda, por favor! ?Y como sabes… como sabes que no le haran nada? Tal vez mates a esa gente que tienes que matar y luego de todas formas le hagan dano…

Bruna se quedo pensando unos instantes. No. No le harian nada. Lo sabia con total claridad y certidumbre. Si ella cumplia su parte, el nino se salvaria.

– ?Estas en la calle Montera! Te he localizado. ?No te muevas, tardo cinco minutos! -grito el hombre.

– No puedo. Me voy.

– ??Adonde?! -pregunto Lizard agonicamente.

– Al intercambiador de trams -dijo Bruna.

Y, dando media vuelta, salio al exterior, mareada, con nauseas, ensordecida.

Camino deprisa, encerrada en la burbuja de su pesadilla, ajena a las predicas de los apocalipticos, al alboroto de las pantallas publicas, a las miradas de miedo o de repulsa que iba suscitando a su paso. Camino como una automata, concentrada en su deber. Pero cuando llego a la altura del gigantesco intercambiador con forma de estrella, sus pies se detuvieron. De nuevo arrecio el zumbido dentro de su craneo, un ruido que empezaba a resultar doloroso. Visualizo la hoja redonda de una sierra dentada cortando su cerebro por la mitad y se estremecio. Entonces le vino a la memoria, salida de no sabia donde, la figura de una mujer con una linea negra dibujada alrededor de su cuerpo, una mujer partida por su tatuaje. Cuatro anos, tres meses y once dias. Durante unos instantes no pudo moverse y apenas si pudo respirar. Luego el rostro de Gummy estallo en su cabeza y todo volvio a ponerse en movimiento. Comprobo que el cinturon estaba preparado y decidio cruzar por la pasarela elevada para entrar por la puerta lateral del edificio. En ese momento, un coche paro chirriando en la acera junto a ella y de el salio un hombre. Era Lizard. Bruna retrocedio unos pasos y se puso en guardia, dispuesta a luchar si intentaba detenerla. Pero el tipo se quedo a unos metros de distancia.

– Bruna… Tranquila…

– No te acerques.

– No me voy a acercar. Solo quiero hablar. Cuentame, ?a quien tienes que matar? ?Como vas a hacerlo?

– Dejame pasar. No puedes impedirlo.

– Escucha, Bruna… tu cerebro ha sido manipulado. Creo que te han metido un implante de comportamiento inducido. Te han hecho creer que tienes un hijo, pero no es verdad. Tenemos que quitarte ese implante antes de que acabe contigo.

El zumbido arrecio. Tal vez Lizard tuviera razon. Tal vez fuera verdad lo del implante. Pero su hijo seguia estando en manos de esos monstruos. Pequeno, aterrado e inerme. El pavor que imagino que debia de estar pasando el nino casi la hizo gritar. Quito el seguro al cinturon y acerco la mano a la membrana tactil.

– Me han dicho las cosas que le haran a Gummy si no obedezco -la voz se le rompio-. No puedo resistirlo. Tengo que soltar el gas antes de las doce. Si no puedo hacerlo en el intercambiador lo hare aqui mismo.

– ?Espera, espera, por todas las malditas especies, por favor! No lo hagas… Si es un gas no tendra el mismo efecto aqui al aire libre que en el intercambiador, ?no? No querran que lo desperdicies aqui…

– Quiza. Pero es un neurotoxico muy efectivo. Se que mata en un minuto y que es muy potente. Tambien aqui valdra.

Paul miro alrededor. A pocos metros pasaba una cinta rodante cargada de gente. Y luego estaba la transitada pasarela, los coches, los edificios.

– Mierda, Bruna, te ruego que esperes un momento… Por favor, ?por favor!… He llamado a un amigo tuyo… Y debe de estar al llegar. Por favor, espera.

La rep entro en panico. Toco la membrana con dos dedos. Los dejo ahi, apretados contra el cinturon.

– Si has pedido refuerzos… si estas pensando en dispararme… He pulsado ya el interruptor. Si quito los dedos

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