– ?No me lo digas! ?No me lo digas! ?No quiero saber donde te escondes! Es mas seguro para todos. ?Imaginate que me cogen y me hacen lo que le hicieron a Hericio! ?Lo contaria todo!

La rep le miro un poco desconcertada. Habib parecia descompuesto.

– Vale. Esta bien. Tienes razon.

El androide hizo un esfuerzo por serenarse.

– Perdona. Todo es tan terrible que… Tengo los nervios destrozados. Manana estoy citado con Chem Cones, y tres horas despues con la delegada del Gobierno Terrestre. Voy a explicarles nuestra vision de las cosas. Les dire por que pensamos que se trata de una conspiracion contra los reps, y les pedire que pongan fin a esta locura. Tambien hablare de lo tuyo. ?Puedo contar todo lo que me has dicho?

– Todo menos la participacion de Lizard, Nopal y Gandara.

– Claro. Por supuesto. Bueno, deseame suerte. Te llamare despues.

Corto y el pequeno resplandor azuloso de la pantalla desaparecio como un fuego fatuo entre las sombras. Inmediatamente despues, Bruna escucho algo. Un roce casi inapreciable. Una levisima vibracion del aire. Alarmada, se sento en la cama. Y de pronto todo parecio detenerse: el tiempo, el rotar de la Tierra, su corazon. Salto como un resorte y se arrojo de cabeza al suelo antes de saber por que lo hacia, y mientras rodaba sobre la tarima vio como un silencioso y deslumbrante hilo de luz reventaba el camastro. Plasma negro. Gateo, llevada por su intuicion, de una esquina a otra del cuarto, perseguida por los disparos de esa muerte callada, que iba abriendo boquetes detras de ella. Sus ojos mejorados de rep pudieron distinguir la silueta del atacante pese a la oscuridad: estaba junto a la puerta, cuya cerradura sin duda habia forzado con extraordinario sigilo; era de estatura mediana y llevaba un casco de localizacion termica, que permitia ver al objetivo en medio de la noche y a traves de obstaculos materiales como el biombo. Todo esto lo percibio Bruna en un instante mientras se arrastraba y corria como una cucaracha entre las sombras, totalmente segura de que el agresor conseguiria matarla en el proximo tiro o en el siguiente. No habia manera de acercarse a el sin exponerse y no habia otro lugar por donde salir salvo la puerta que el atacante bloqueaba.

De pronto lo vio aparecer detras de el, enorme, rozando el dintel con la cabeza. Era Maio. El bicho levanto su brazo colosal y descargo el puno sobre el craneo del agresor, que cayo al suelo. Pero el casco debio de protegerle, porque se revolvio como una alimana sobre su espalda, apuntando con la pistola al alien. Bruna imagino el ancho pecho traslucido y las visceras tornasoladas explotando a consecuencia del impacto: un tiro de plasma negro lo mataria. Entonces se lanzo hacia el atacante como un felino, toda intuicion, codificacion genetica y entrenamiento. Salto feroz y furiosa, eficiente y cruel, y agarrando por detras la cabeza del tipo, la torcio de un tiron. Fue un movimiento seco que ejecuto sin pensar y sin sentir, un perfecto golpe de verdugo. El cuello crujio y el hombre se desmadejo entre sus manos. Estaba muerto.

– Bruna…

Maio encendio la luz y hablo con su voz rumorosa.

– Bruna… Te senti, supe que estabas en peligro y por eso vine…

La rep seguia arrodillada en el suelo. Entre sus piernas, el cuerpo desbaratado del asaltante. Le quito el casco: era un hombre joven, desconocido. La cabeza habia quedado inclinada hacia un lado de un modo grotesco y el rostro tenia una expresion relajada y triste. Hacia menos de un minuto estaba vivo y ahora era un cadaver. Un torrente de imagenes terribles inundo la cabeza de la androide. Cuchillos de sangre atravesaban su memoria, y esta vez se trataba de su memoria verdadera, de su pasado autentico: nada que ver con el miedo imaginario de la falsa ninez. No era el primer muerto de Husky: los anos de milicia fueron duros. Pero no era algo a lo que uno pudiera acostumbrarse.

– Bruna, Bruna… Te senti antes y tambien te siento ahora -susurro Maio.

Se acerco a ella y coloco suavemente una de sus grandes manos con demasiados dedos sobre la rapada cabeza de la androide. Tibieza, suavidad, cobijo. El remolino de punzantes cuchillos amaino un poco. El pasillo se habia llenado de gente: Mirari con el bubi en brazos, otros artistas del circo, gente del publico que estiraba el cuello para ver mejor. La salida del omaa de escena a todo correr en mitad del espectaculo debio de llamar bastante la atencion. Por no hablar del alboroto provocado por la pelea: el camerino estaba destrozado. Ahora todos esos humanos la contemplaban con ojos redondos y aterrados. Bruna se vio a si misma arrodillada con el cuerpo exangue de su victima apoyado en el regazo. Era como una imagen de La Piedad. Era la Piedad de los impios. No lo sentia por el hombre, que era un asesino; lo sentia por ella, por su automatismo letal. No hubiera sido necesario matarlo, pero ni siquiera tuvo tiempo para pensar antes de hacerlo. Una mujer se abrio paso entre el gentio y la apunto con un plasma reglamentario.

– Policia. Quedas detenida, Bruna Husky.

La mujer policia que la habia detenido estaba tan excitada y tan contenta como si le hubiera tocado la Loto Planetaria, pero enseguida llego su inmediato superior y se hizo cargo de Bruna, tambien exultante y felicisimo; y este tampoco duro mucho en la alegria, porque la custodia de la rep le fue rapidamente arrebatada por su siguiente jefe. Y asi, en cosa de un par de horas, la androide fue pasando de mano en mano y ascendiendo de manera imparable por la jerarquia policial, como un rico botin disputado por piratas. Despues de las fuerzas del orden le llego la vez a los politicos, que, con hambriento frenesi de tiburones, tambien intentaron quedarse con un buen bocado de la captura, hasta que a las cuatro de la madrugada decidieron meterla en un calabozo de alta seguridad que habia en el Palacio de Justicia, a la espera de que llegara una hora mas razonable y pudiera hacerse una grandiosa presentacion mediatica del evento. Querian sacarle todo el jugo posible a la detencion. Bruna hablo dos minutos con un abogado de oficio, un apatico humano a quien por supuesto dijo que era inocente, ademas de pedirle que avisara a los letrados del Movimiento Radical Replicante. Despues de eso se quedo sola en el modernisimo calabozo, un lugar constantemente iluminado y monitorizado, e intento controlar la angustia y descansar un poco. Todavia se sentia bastante mal fisicamente.

Pero, para su sorpresa, a las cinco y media de la manana vino en su busca la policia primera junto con otro companero. Ahora la mujer estaba malhumorada y taciturna, tal vez por la amargura de haber comprobado lo poco que rinden los exitos personales cuando se tienen demasiados jefes por encima. Ordeno con sequedad a Husky que se levantara y cambio el programa de sus grilletes electronicos para que la tecno pudiera caminar. Habian trabado a Bruna con toda clase de aparatos de contencion: grillos en los pies, pulseras paralizantes e incluso un collar noqueador, capaz de provocar un paro cardiaco por control remoto. Era evidente que los humanos le tenian miedo. Muchisimo miedo. Y haberla encontrado con un tipo al que acababa de romper el cuello entre los brazos no mejoro precisamente la situacion.

La policia taciturna echo una enorme capa gris oscura por encima de los hombros de la rep para cubrir toda la quincalleria presidiaria y le metio un gorro de malla negra hasta las cejas. Con lo alta que era, la capa arrastrando y el gorro calado, debia de tener un aspecto rarisimo, penso Bruna; si con eso pretendian que pasara desapercibida, el intento era sin duda un completo fracaso.

Asi ataviada, la androide fue conducida por la pareja de policias a traves de los silenciosos y vacios corredores del Palacio de Justicia. Cuando tomaron la escalera de servicio y bajaron a las plantas de almacen y equipamiento, Bruna comenzo a inquietarse; atada, electronicamente bloqueada e inerme como estaba, cualquier imbecil podria hacer con ella lo que quisiera. Pregunto adonde iban, pero ninguno de los dos policias se digno contestar. Todavia no habia amanecido y esa zona del edificio solo estaba iluminada por las luces de emergencia. Era una atmosfera irreal y angustiosa.

Atravesaron un inesperado gimnasio en el segundo sotano, salieron a un parking subterraneo y subieron a un coche del mismo modelo y color que el de Lizard: sin duda un vehiculo policial, aunque no llevara los distintivos oficiales. La mujer oscurecio los cristales y metio manualmente la direccion, de manera que Bruna siguio sin conocer su destino. Veinte minutos mas tarde se detuvieron ante otra puerta trasera de un enorme edificio. Pero ahora la rep ya sabia donde estaban: en el Hospital Universitario Reina Sofia. Llamaron, se identificaron y la puerta se abrio. Un guardia de seguridad les condujo por un nudo de pasillos hasta llegar a una zona que pertenecia al servicio de psiquiatria. O eso ponia en la pared con grandes letras. Entonces el hombre abrio con llave la puerta de un cuarto y le indico con la cabeza a la rep que entrara. Eso hizo Bruna y la puerta se cerro a sus espaldas. Miro alrededor: estaba sola. Era una habitacion muy grande, mas bien una sala, iluminada por la desangelada y mortecina luz de unos cuantos tubos electroecologicos. En un lateral habia una mesa de despacho con dos o tres asientos delante; en el otro lado de la estancia habia una veintena de sillas dispuestas en un doble semicirculo. Lo mejor del lugar eran las grandes ventanas que daban al patio interior del Reina Sofia, que era

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