rompecabezas. El Ojo de Dios. El hermoso, helado e indiferente ojo que nos mira.

Tras desayunar a toda prisa unas hamburguesas de proteinas con sabor a pavo, metio la desastrada pistola de plasma en la mochila, convencida de que el mundo exterior iba a estar un poco mas desagradable que el dia anterior, y salio a la calle. Y, en efecto, el buen tiempo parecia haber anadido combustible al fuego del odio. Grupos de manifestantes rodeados por cordones policiales chillaban consignas que Bruna no alcanzo a entender, mientras las pantallas publicas derramaban sobre su cabeza torrentes de violencia. Habia coches volcados, escaparates rotos, recicladores ardiendo. Al pasar por el parque-pulmon vio que varios de los delicados arboles artificiales habian sido desgarrados y arrancados. Las bocacalles estaban tomadas por el Ejercito y Bruna tuvo que ensenar su chapa civil en dos controles. Temio ser cacheada y que le encontraran el plasma, pero por fortuna no sucedio. Llego a casa de Yiannis con los nervios de punta.

El piso del archivero era tan a la antigua usanza como el. Estaba en un hermoso edificio de unos tres siglos de antiguedad que habia sobrevivido a las diversas guerras sin danos excesivos, pero se encontraba sin reformar. La casa tenia pasillos oscuros, habitaciones inutiles y un incomprensible monton de cuartos de bano. Yiannis hacia toda su vida en las dos estancias principales, una convertida en salon y otra en dormitorio, pero utilizaba el resto de la casa de almacen para la infinidad de trastos que guardaba, entre ellos una asombrosa cantidad de antiguos y valiosos libros de papel. En una de esas habitaciones forradas de libros habia vivido Bruna durante algunos meses despues de la muerte de Merlin. El humano Yiannis habia cuidado de ella, de la misma manera que la tecno Maitena habia cuidado de Lizard. Pero ahora las relaciones entre las especies se estaban pudriendo.

Nada mas franquear la puerta, Bruna advirtio algo nuevo: la mesita de la entrada, que normalmente era un revoltijo, habia sido despejada y mostraba como unico objeto un jarron azul con tres tulipanes amarillos. ?Flores naturales! La rep se quedo pasmada.

– Vaya, has arreglado la mesa…

– Psi… -contesto el viejo ambiguamente, haciendo un vago movimiento con la mano.

Recorrieron el pasillo y entraron en la sala, y ahi estaba ella sonriendo modosamente. De primeras le costo reconocerla sin estar empaquetada dentro de los paneles de mujer-anuncio.

– Hola, Bruna. Me alegro mucho de verte -dijo RoyRoy con entusiasmo.

– Yo tambien… -contesto la rep de manera automatica-. Aunque sobre todo me has dado una sorpresa. ?Has dejado el empleo de Texaco-Repsol?

La mujer miro a Yiannis con gesto un poco turbado.

– Bueno, yo la he… La he ayudado a liberarse de ese trabajo de esclavos. ?Digamos que la he manumitido! - contesto por ella el archivero.

Y luego rio su propio chiste nerviosamente.

– Ejem, quiero decir que le he prestado dinero hasta que encuentre algo mejor y ademas esta… esta viviendo en casa.

– Ah. Bien. Vale. Genial -dijo Bruna.

– Yiannis es muy generoso. Bueno, tu ya lo sabes -anadio RoyRoy.

Si, la androide lo sabia. El archivero no estaba haciendo por la mujer-anuncio mas de lo que habia hecho por ella misma. Y ademas a Yiannis se le veia… entusiasmado con RoyRoy. Y a ella tambien se la veia cambiada. Mas joven. Mas segura. Era como para estar contenta por su amigo. La rep se dejo caer en el viejo sillon verde y Yiannis se sento en el sofa junto a la mujer. Hacian una estupenda parejita.

– No, no, la que es generosa es RoyRoy. No sabes cuanto me ha apoyado en todo esto. Menos mal que anoche estaba ella aqui. Como puedes comprender, volvi deshecho de la entrevista con la supervisora.

– Si, claro.

La mujer no podia llevar mas de dos o tres dias en casa de Yiannis, pero ya se veia su huella por todas partes. Los muebles estaban colocados de manera distinta y las estanterias bien ordenadas. La pantalla emitia imagenes sucesivas del nino de Yiannis y de un adolescente que la rep supuso que era el hijo de RoyRoy. Oh, si, una pareja perfecta y entranablemente unida por el culto a sus muertos. Se mordio los labios y le parecio que le sabian a veneno.

– Bueno, entonces, cuentame exactamente que te dijo ayer esa mujer -barboto.

?Por que estaba tan irritada? ?Por que no se alegraba de que el pobre hombre se hubiera enamorado? ?No habia sentido ella que Yiannis la empujaba a aferrarse demasiado al dolor de la perdida de Merlin? ?Y no era mejor que hubiera encontrado otro duelo mas cercano con el que identificarse? El archivero estaba contando su historia, pero Bruna no podia concentrarse en lo que decia. Los veia ahi, sentados juntos, humanos, parecidos, mucho mas viejos que ella y aun asi probablemente mas longevos. Los veia unidos mientras ella estaba sola, perdidamente rara incluso entre los raros.

La pantalla se encendio de forma automatica con un avance informativo. Aparecio en imagen Helen Six, la periodista de moda, con un gesto tan aparatosamente tragico que Yiannis se callo y los tres se pusieron a mirar las noticias. Y entonces se enteraron: Hericio estaba muerto. Lo habian asesinado la tarde anterior. No solo lo habian asesinado, sino tambien torturado. Alguien le habia rajado el vientre de arriba abajo y sacado los intestinos mientras aun vivia. Habia sido un crimen espantoso.

Como el holograma de Chi, penso inmediatamente Bruna a pesar de haber quedado sumida en una especie de estupor. Yiannis la miro.

– Pero… ?tu no me dijiste que ayer ibas a verle?

RoyRoy dio un respingo, abrio mucho los ojos y se tapo las mejillas con las manos.

– ?Bruna! ?Que has hecho? -gimio.

– ??Yoooo?! -salto la rep indignada.

Entonces sucedio algo muy extrano: el archivero levanto la mano en el aire como si fuera a decir algo, luego se la llevo a la garganta y se desplomo de lado muy despacio.

– ?Yiannis! -jadeo la mujer, inclinandose hacia el hombre y derrumbandose tambien sobre el.

Bruna salto del sillon y se acerco a los dos cuerpos inanimados. Pequenas burbujas amarillas salian de la boca de RoyRoy. Entonces noto el olor, un sutil aroma a peligro. Habia algo en el aire, una amenaza quimica. Contuvo la respiracion, pero ya era tarde. Noto que las piernas le pesaban, que el cuerpo dejaba de sostenerla. Cayo al suelo, aunque no se rindio. Con un improbo esfuerzo de la voluntad, y protegida por su extraordinario vigor fisico, se arrastro penosamente a gatas hacia la ventana. Tenia que llegar, tenia que abrirla. Concentro toda su mente en la distancia que debia cubrir. Un centimetro adelante y otro mas y todavia otro mas. Pero iba muy despacio y no podria seguir aguantando el aliento durante mucho tiempo. Aun le quedaba la mitad del camino cuando un movimiento reflejo le hizo tragar una bocanada de aire. Lo noto inundar deliciosamente sus pulmones, liberarla de la angustiosa asfixia; y noto tambien como la envenenaba. Fue como un rapido borron sobre los ojos. Y despues la oscuridad y la nada.

Alzo los parpados. La casa zumbaba y trepidaba. Por el techo corrian sombras liquidas que parecian perseguirse las unas a las otras. Le costo unos instantes comprender que el estruendo se debia al tranvia aereo que pasaba justo por delante de la ventana. De su ventana. Ahi venia otro. Nuevamente el ruido y el revuelo de sombras. Bruna respiro hondo mientras la angustia se abatia sobre ella. Sabia lo que tenia que hacer y era terrible.

Miro el reloj: lunes 31 de enero de 2109,09:30 horas. Tenia que apresurarse. Cuatro anos, tres meses y once dias. ?Cuatro anos, tres meses y once dias? ?Que significaba eso? ?Por que habia aparecido de repente ese computo temporal en su cabeza? Se levanto de la cama profundamente desasosegada. Estaba vestida. Mejor: menos perdida de tiempo. Se sentia mareada, confusa. Una patina de irrealidad parecia cubrirlo todo, como si la vida resbalara por encima de la superficie de las cosas. No reconocia su casa, por ejemplo. Sabia que era su casa, pero no conseguia recordarla. Sin embargo, todo eso no importaba. Lo importante, lo urgente, lo espantoso era la mision que tenia que desempenar para poder salvar al pequeno Gummy de un destino atroz. Bruna se estremecio. Eso si estaba claro. Su mision y la situacion en la que estaba el nino destacaban con total precision por encima de la irrealidad general, como la imagen fija y detallada de un caballo corriendo sobre un fondo borroso. Eso era todo lo que necesitaba hacer. Eso era todo lo que necesitaba saber.

Sobre la mesa estaba el cinturon, primorosamente extendido y colocado como si fuera una joya. Y, junto al cinto, un pequeno holograma de Gummy. El nino riendo a carcajadas, los ojitos achinados y chispeantes, los mofletes tan tersos. Tenia dos anos y medio. Bruna se recordo besando esa piel nueva, esa carne dulce y deliciosa, y lagrimas ardientes de terror y dolor empezaron a caer por sus mejillas. Las aplasto de un manotazo

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