sociedad ACEA a la Cofidis: por lo demas el asunto es practicamente igual. Etienne declara en la audiencia que el tipo efectivo global, llamado TEG, no se menciona en la oferta de credito, y lo considera irregular. Nadie, aparte de Juliette, esta al corriente del exito de su primera ofensiva, nadie sabe que prepara una segunda. El abogado de la ACEA, sin desconfiar, esgrime, por tanto, el argumento que habia previsto aducir en el caso previsible de que el tiquismiquis reincidiera. La irregularidad, si la hay, incumbe a un orden publico de proteccion, no es competencia del juez.
El orden publico de proteccion es otro hallazgo mas del tribunal de casacion, que desde los anos setenta lo distingue del orden publico de direccion. El primero no afecta a la sociedad, solo al individuo. Es el quien tiene que defender su derecho, y el juez, que representa a la sociedad, no tiene por que interesarse de oficio. El orden de direccion es otra cosa: afecta al interes general y, en particular, a la organizacion del mercado. El juez, por ende, puede y debe senalar su violacion.
A Etienne esta distincion le parece debil. Dice: he juzgado casos de derecho penal en el norte, ahora vuelvo a hacerlo en Lyon. En nombre del orden publico acepto realizar esta funcion sumamente desagradable que consiste en encarcelar a individuos. En nombre del orden publico acepto mandar al trullo a magrebies que han robado radios de automoviles. La justicia es una cosa violenta. Acepto esta violencia, pero con la condicion de que el orden al que sirve sea coherente e indivisible. El tribunal de casacion dice que al proteger a los senores Fredout y Giner solo se les protege a ellos dos, que deberian ser lo bastante avispados para protegerse solos, y de lo contrario alla ellos. Yo no estoy de acuerdo. Considero que al proteger a Fredout y a Giner protejo a toda la sociedad. Considero que solo hay un orden publico.
Una de las ventajas del derecho comunitario es que no se conforma con promulgar normas: dice el proposito que persigue al promulgarlas y es, por tanto, legitimo alegar este proposito. El de la directiva a la que me refiero, continua Etienne, es perfectamente claro y liberal. Se trata de organizar la libre competencia en el mercado del credito. Por eso impone en toda Europa la obligacion de que los contratos mencionen el TEG: para que la competencia actue con plena transparencia. No mencionarlo es una irregularidad, todo el mundo esta de acuerdo a este respecto, pero el tribunal me prohibe senalarla so pretexto de que al hacerlo me ocupo solo de las personas -orden publico de proteccion- y no del mercado: orden publico de direccion. En consecuencia, pregunta al TJCE: ?la mencion del TEG se hace para proteger al prestatario o para organizar el mercado? Como la directiva dice con toda claridad que se hace para organizar el mercado, mi pregunta, de hecho, es todavia mas simple: diganme si he leido bien. De ser asi, la jurisprudencia del tribunal de casacion no tiene sentido.
Etienne, viendo las cosas con perspectiva, estima que el dictamen del caso Fredout esta mal redactado y es incluso un poco espurio. A su juicio, el TJCE habria podido rechazarlo, pero sospecha que lo ha aprobado por oscuras razones: porque no queria desaprovechar una ocasion de oro de sentar su preeminencia sobre el derecho nacional. Del fallo del caso Giner, por el contrario, se siente muy orgulloso. Es un objeto juridico que le encanta. Primero porque no es una sentencia de izquierdas. Etienne no se ve en absoluto como el izquierdista peligroso que denuncian los abogados de Cofidis. Se define como socialdemocrata, pero cree en las virtudes de la competencia: es aun mas placentero atrapar en su propia logica, con un argumento que podria suscribir Alain Mine, a una entidad crediticia ultraliberal. Sobre todo le gusta el estilo, el contraste entre la enormidad del problema planteado -?que es el orden publico?- y la falsa ingenuidad desconcertante, socratica, de la pregunta que lo resuelve: ?he leido bien? Le gusta esta forma simple y evidente de dar en el blanco. Lo comprendo. Es lo que tambien me gusta a mi en mi trabajo: cuando es simple, evidente, cuando da en la diana. Y, por supuesto, cuando es eficaz.
Hablemos de la eficacia. Antes de abandonar su puesto en Vienne, Etienne pudo pronunciar en el caso Fredout la prescripcion de los intereses adeudados a la sociedad Cofidis. En el caso Giner, el acreedor sintio el cambio de viento y prefirio desistir. Esta doble victoria, y sobre todo el hecho de que sentase jurisprudencia, granjearon a Juliette y Etienne, cosa de la que el se jacta, «insultos en Dalloz» por parte de profesores de derecho que presentan «al juez de Vienne» corno una especie de enemigo publico numero uno. A mas largo plazo, el efecto de su lucha es que la ley sobre la prescripcion ha sido modificada, el oficio del juez ampliado, y aliviadas con toda legalidad las deudas de decenas de miles de pobres gentes. Es menos espectacular que, pongamos, la abolicion de la pena de muerte. Es suficiente para decirse que ha servido de algo, e incluso que Etienne y Juliette han sido grandes jueces.
Etienne dice que pidio el traslado a Lyon como juez de instruccion porque estaba agotado al cabo de ocho anos en el juzgado de primera instancia, y ademas porque si algun dia tenia que irse, mas valia que fuese con una victoria. Los abogados de Vienne insinuan a sus espaldas que el traslado era una sancion: jorobaba a la gente, el ministerio no lo podia ni ver. Sea cual sea la verdad, es el primero en reconocer que no era un ascenso, que Vienne fue el puesto de su vida, y que en el futuro quiza haya en su carrera algunos mas prestigiosos, pero le extranaria que fuesen mas estimulantes.
Abandonar la primera instancia significaba tambien abandonar a Juliette. De Vienne a Lyon solo hay media hora de coche, pero sabian muy bien que la argamasa de su amistad era el companerismo cotidiano, los expedientes que examinaban juntos, poder en todo momento empujar la puerta del despacho del otro, vivir juntos en el trabajo como otras parejas viven juntas en su casa. En los primeros tiempos de su separacion hubo algunos almuerzos a solas, algunos domingos con las familias respectivas, pero se les hizo tan evidente que no
Una manana de diciembre, un ruido de respiracion oprimida desperto a Patrice. Juliette, a su lado, sollozaba y a la vez se ahogaba. Intento calmarla. Entre dos espasmos, ella consiguio decirle que no sabia lo que le pasaba, pero que presentia que era algo grave. Patrice obtuvo una cita de urgencia con el internista de Vienne. Como era sabado y las ninas no iban al colegio ni a casa de la senora que cuidaba a la pequena, tuvieron que ir los cinco. Durante la consulta, Amelie y Clara hicieron dibujos en la sala de espera. El internista envio a Juliette a hacer una radiografia de los pulmones, asimismo urgente. Para distraer a las ninas, que empezaban a impacientarse, Patrice las llevo a una libreria donde habia una estanteria para ninos que ellas desordenaron. Con Diane llorando en sus brazos, Patrice ordenaba pacientemente los libros, detras de las dos mayores, disculpandose ante la librera, que por suerte tenia tambien hijos y sabia lo que eran. Volvieron a la consulta de radiologia y despues, ya con la radiografia, a la del internista, que la cogio con aire preocupado y dijo que fuesen a Lyon de inmediato para un escaner. Volvieron al coche. Las pruebas habian durado toda la manana, las ninas no habian comido, no habian dormido la siesta, a Diane no le habian cambiado los panales, las tres gritaban a cual mas en el asiento trasero,