porque proceden de familias rurales desarraigadas, perdidas en la ciudad, sin solar patrio. Tom y Ruth se parecian, sus historias respectivas se asemejaban, y al escuchar a Ruth se adivina que no fueron faciles. Tienen el mismo miedo de andar a la deriva, de llevar una vida que no habian deseado, pero se habian encontrado y prometido que seguirian juntos en la bonanza y en la adversidad, que se ayudarian a toda costa. Juntos eran fuertes, tenian un proyecto, construirian su vida y no permitirian que se fuese al garete. Antes de entregarse a este proyecto con todas sus fuerzas, de afincarse en un lugar gracias a los hijos, el trabajo, el pago de los prestamos, las servidumbres a las que, por otra parte, aspiraban, habian decidido concederse aquel ano de libertad y ver los dos solos el vasto mundo. A continuacion tomarian los arreos y ya no se detendrian, desarrollarian una vida tenaz y laboriosa en un pueblo de Escocia, entre el campo y la periferia industrial, donde llueve las tres cuartas partes del tiempo. Pero antes habria habido esto: la vuelta al mundo con la mochila a la espalda, las estaciones de autobus, los amaneceres y los crepusculos de los tropicos, los trabajos ocasionales en cada etapa para no gastar los ahorros, un mes lavando platos en una pizzeria de Izmir, otro en un astillero en el sur de la India, e imagenes, recuerdos que les durarian toda la vida. Se veian ya viejos, mirando las fotos de la gran aventura de su juventud en la casa construida por Tom, la casa donde habrian crecido sus hijos y a la que llegarian sus nietos. Pero ya no hay recuerdos posibles, proyectos posibles, si Tom ya no esta a su lado para compartirlos. La juventud de Ruth ha terminado y ya no quiere llegar a la vejez. La ola se ha llevado su porvenir al mismo tiempo que su pasado. Ya no tendra casa ni hijos. No serviria de nada decirle que a los veintisiete anos su vida no ha acabado, que al cabo de un tiempo de duelo encontrara a otro hombre con el que podra emprender otra cosa. Si Tom ha muerto, morir es lo unico que le queda a Ruth.
Al escucharla pienso: esta mujer lo ha perdido todo porque lo tenia todo, al menos todo lo que importa. El amor, el deseo y la voluntad de hacer que dure y la confianza: durara. Yo que tengo tantas otras riquezas, le envidio esta suya. Hasta ahora nunca he conseguido imaginarme la vida asi con una mujer. Nunca he creido realmente que envejecere al lado de la mujer con la que estoy, que ella me cerrara los ojos o que yo cerrare los suyos. Me digo que la proxima mujer sera por fin la buena, y al mismo tiempo no dudo de que, siendo como soy, la proxima no resolvera el problema, que no habra ninguna y que acabare solo. Antes de la ola, Helene y yo estabamos a punto de separarnos. Una vez mas, el amor se desmoronaba, yo no habia sabido preservarlo. Y mientras Ruth evoca, con su voz baja y atona, las fotos de su viaje de novios, la certeza de que las mirarian juntos cuando fuesen viejos, yo me descuelgo, salgo por peteneras, pienso en lo que seria para nosotros el equivalente de esas fotos. Unos meses antes he rodado una pelicula basada en mi novela
Helene y Jerome tienen los ojos brillantes, febriles, de los que vuelven del frente y han visto el fuego. Jerome le dice solo a Delphine que Juliette ya no esta en Matara, sino en Colombo, y que se las va a ingeniar para que puedan partir lo antes posible. Yo quiero arrastrar a Helene a nuestro bungalow para que descanse y me cuente, pero ella dice: mas tarde. Quiere quedarse con Ruth, a la que ha besado al llegar como si la conociera de toda la vida. Esta agotada, y el agotamiento la vuelve radiante. Estamos todos alrededor de Ruth, reunidos por la idea de que todavia podemos hacer algo por ella. Arrancarla del vacio ante el cual se mantiene inmovil, sin vernos. Salvarla. Es de nuevo Helene la que le pregunta si ha telefoneado a su familia en Escocia. Ruth menea la cabeza: ?para que? Helene insiste: tiene que hacerlo. La atroz incertidumbre que la devora respecto a Tom, deben de sentirla los suyos respecto a ella. No tiene derecho a dejarles sin noticias. Ruth intenta escabullirse: no quiere decir que Tom ha muerto. No necesitas decirles que ha muerto, sino solo que tu estas viva, dice Helene. Ni siquiera estas obligada a hablar, si quieres puedo hacerlo yo, solo tienes que darme el numero de telefono. Ruth duda y despues, sin mirar a Helene, dice las cifras una por una. Mientras Helene las marca en el teclado de su movil, yo pienso en el desfase horario, el telefono va a sonar en plena noche en un
Helene me conto aquella noche que habian tardado mucho en llegar a Matara. No esta muy lejos, pero la carretera estaba cortada regularmente, recogian y depositaban a autoestopistas, en cada puente habia que esperar porque en todos los rios repescaban cadaveres. Hubo un momento en que el camion paso por delante del centro de buceo donde pensabamos ir el dia de la ola: no quedaba nada del edificio ni del club de vacaciones del que formaba parte, y el policia al que Helene pregunto lo que habia sido de sus centenares de clientes suspiro: