Tengo entendido que no ha cambiado nada. Holberg era una especie de lider del grupo. Era el mas inteligente. Salio sin cargos del asunto de Kolbrun. Cuando yo iba preguntando por el, por aquel entonces, la gente estaba poco dispuesta a hablar. Gretar era un ser debil que los seguia, miedoso y sin iniciativa, aunque tuve la impresion de que escondia algo.

– ?Se conocian Runar y Holberg?

– No creo.

– Todavia no hemos hecho publica ninguna informacion -dijo Erlendur-, pero encontramos una nota sobre el cadaver.

– ?Una nota?

– El asesino escribio «Yo soy el» en una hoja de papel y la puso encima de Holberg.

– ?Yo soy el?

– ?No indicara eso algun parentesco?

– A no ser que sea un complejo mesianico. Un creyente perturbado.

– Prefiero pensar en un parentesco.

– ?Yo soy el? ?Que significa? ?Cual es el mensaje?

– Ojala lo supiera -respondio Erlendur.

Se levanto y se puso el sombrero. Tenia que irse a casa. Marion le pregunto por Eva Lind y el le dijo que estaba solucionando sus problemas. Marion le acompano hasta la puerta y se despidieron con un fuerte apreton de manos. Cuando Erlendur estaba bajando las escaleras, Marion le llamo:

– ?Erlendur! ?Espera un momento, Erlendur!

Erlendur se dio la vuelta y vio a Marion en la puerta. Se dio cuenta de como los anos habian marcado su venerable aspecto, como los hombros encorvados disminuian su dignidad y las arrugas de la cara evidenciaban una vida dificil. Hacia mucho tiempo que no la visitaba y mientras hablaban estuvo pensando en lo que el paso del tiempo hace a las personas.

– No te tomes demasiado a pecho lo que puedas averiguar acerca de Holberg -dijo Marion Briem-. No dejes que el mate en ti algo que no quieres perder. No dejes que el te gane. Solo queria decirte eso.

Erlendur se quedo quieto bajo la lluvia, inseguro del significado de las palabras de su consejera. Marion Briem se despidio con un gesto de la cabeza.

– ?De que robo se trataba? -pregunto Erlendur antes de que la puerta se cerrara.

– ?Robo? -Marion Briem volvio a abrir la puerta.

– El que cometio Gretar. ?Donde entro a robar?

– En una tienda de material fotografico. Parece que estaba obsesionado por las fotografias -dijo Marion Briem-. Tomaba fotografias.

Mas tarde, dos hombres vestidos con chaquetas de cuero negro y botas tambien negras, atadas hasta media pierna, llamaron a la puerta y despertaron a Erlendur, que estaba echando una cabezada en el sillon. Al llegar a casa habia llamado a Eva Lind. Como no obtuvo respuesta, se sento encima de los trozos de pollo que estaban en el sillon desde la noche anterior. Los dos hombres preguntaron por Eva Lind. Erlendur no los habia visto antes, ni habia visto a su hija desde la noche en que le preparo el delicioso cocido. Le preguntaron a Erlendur donde podian encontrarla con un tono agresivo, mientras intentaban echar un vistazo al interior de la vivienda, sin forzar directamente a Erlendur a que les dejara entrar. Erlendur les pregunto que querian de su hija y ellos le respondieron preguntandole a su vez si no estaria escondiendola en su casa, el viejo verde. Erlendur reacciono insinuando si no serian maricones y ellos le contestaron que cerrara el pico. Les dijo que se largaran y ellos, que se fuera a la mierda. Cuando Erlendur iba a cerrar, uno de ellos metio la rodilla entre la puerta y el marco.

– Tu hija es una maldita y jodida puta -grito el que llevaba pantalon de cuero.

Erlendur suspiro.

Habia sido un dia largo y duro.

Oyo como se rompia la rodilla cuando la puerta se cerro con un golpe tan fuerte que las bisagras superiores se soltaron.

Capitulo 20

Sigurdur Oli reflexionaba sobre como hacer la pregunta. Llevaba una lista con los nombres de diez mujeres que habian vivido en Husavik antes y despues de 1960 y que luego se mudaron a Reikiavik. Dos de las mujeres de la lista habian fallecido. Dos no habian tenido hijos. Seis de ellas habian sido madres durante los anos en que presuntamente se habia producido la violacion. Sigurdur Oli estaba frente a la puerta de la primera mujer de la lista. Vivia en la calle Barmahlid de Reikiavik. Divorciada. Tenia tres hijos ya adultos.

?Como podia formularle la pregunta a esta senora mayor? «Perdona, senora, soy de la policia y me envian aqui para preguntarte si alguna vez te violaron cuando vivias en Husavik.» Lo habia consultado con Elinborg, que tenia una lista con otras diez mujeres, pero ella no veia el problema.

Sigurdur Oli opinaba que todo lo que habia montado Erlendur seria inutil. Incluso si Ellidi habia dicho la verdad, si el lugar y la epoca fueran acertados y encontrasen a la persona indicada, ?que posibilidades habia de que la mujer les confesara una violacion? Despues de mantenerlo en secreto durante decadas, ?por que iba a querer hablar de ello ahora? Lo unico que le haria falta decir cuando Sigurdur Oli o alguno de los otros diez policias que llevaban una lista semejante llamara a su puerta era «no», y ellos unicamente podrian anadir «perdone la molestia».

– Es cuestion de reaccion, utiliza la psicologia -habia dicho Erlendur cuando Sigurdur Oli intentaba exponerle el problema-. Procura entrar en la casa, sentarte, aceptar una taza de cafe, charlar. Hacer de maruja.

– ?Psicologia! -Sigurdur Oli solto un bufido cuando salio del coche en la calle Barmahlid pensando en su companera Bergthora.

Nunca habia sabido utilizar la psicologia con ella. Se habian conocido hacia algun tiempo en circunstancias poco corrientes, cuando ella era testigo en un caso complicado. Despues de un corto noviazgo decidieron vivir juntos. Resulto que congeniaban bastante bien, tenian opiniones muy parecidas y a los dos les interesaba tener un hogar bonito con muebles exclusivos y articulos de arte, los dos eran trepas de corazon. Se saludaban con un beso al encontrarse tras un largo dia de trabajo. Se regalaban mutuamente pequenos detalles. Algunas noches abrian una botella de buen vino para tomarsela juntos. Otras veces se iban derechos a la cama al llegar a casa despues del trabajo, pero eso ultimamente sucedia con menos frecuencia.

Fue despues de que ella le regalara unas botas de agua finlandesas normales y corrientes por su cumpleanos. El procuro mostrarse feliz por el regalo, pero ella detecto la expresion de decepcion en su cara. La sonrisa no era sincera.

– Es que no tienes botas -se disculpo ella.

– No he tenido botas de agua desde que tenia… diez anos -dijo el.

– ?No te alegras? -le pregunto.

– Son estupendas -respondio Sigurdur Oli, sabiendo que no estaba contestando a su pregunta. Ella tambien lo sabia-. No, en serio, son fantasticas -anadio el, consciente de que estaba cavando su propia tumba.

– No estas contento, no te gustan -dijo ella abatida.

– Si me gustan -repuso el asombrado porque no podia dejar de pensar en el reloj de trescientos sesenta euros que le habia regalado a ella por su cumpleanos y que no se habia decidido a comprar hasta despues de una semana entera de visitas a joyeros por toda la ciudad y de escuchar prolijas explicaciones sobre chapados, maquinarias, fijaciones, impermeabilizantes e incluso sobre Suiza y sus relojes de cuco.

Habia utilizado todas sus habilidades de investigador para dar con el reloj adecuado. Al fin lo encontro y ella se mostro encantada con el. Su ilusion habia sido autentica y sincera.

Y estaba el frente a ella con una falsa sonrisa en la cara, intentando parecer feliz, sin lograrlo de ninguna manera.

– ?Psicologia! -bufo Sigurdur Oli.

Llamo al timbre dispuesto a formular la pregunta con tanta profundidad psicologica como le fuera posible,

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