– No, ya no. No puedo. Ahora te lo he dicho todo. Me debes diez mil.

– ?Para que puedas drogar a tu hijo?

– No es ningun hijo, tonto. No es nada. Solo un grano de arena. No puedo dejarlo ahora. Lo dejare manana. Te lo prometo. Solo que no ahora. ?Dos mil? ?Que son dos mil para ti? Nada.

Erlendur volvio a acercarse a ella.

– Pero lo has intentado. Quieres dejarlo. Yo te ayudare.

– ?No puedo! -grito Eva.

Tenia la cara llena de sudor y trataba de disimular el temblor que le sacudia el cuerpo.

– Por eso has venido a verme -dijo Erlendur-. Podrias haber ido a buscar dinero a otra parte, lo has hecho en otras ocasiones. Pero has venido a mi porque quieres que…

– No digas chorradas. Vine porque mama me pidio que lo hiciera y porque tu tienes dinero. Solo por eso. Si tu no me das el dinero lo buscare en otra parte. No es ningun problema. Hay muchos tios que estan dispuestos a pagarme.

Erlendur no dejo que le pusiera nervioso.

– ?Has estado embarazada alguna vez?

– No -dijo Eva Lind, y aparto la vista.

– ?Quien es el padre?

A Eva Lind le faltaron las palabras y miro fijamente a su padre.

– ?Eh! -le chillo finalmente-, ?es que tengo aspecto de haber salido de la jodida suite nupcial del Hotel Saga?

Antes de que a Erlendur le diera tiempo a reaccionar, Eva Lind salio corriendo del piso y bajo las escaleras hasta la calle, donde desaparecio entre la fria lluvia otonal.

Erlendur cerro la puerta con suavidad pensando si se habia comportado adecuadamente con ella. Al parecer, eran incapaces de tener una conversacion sin acabar enfadados y hablar a gritos el uno con el otro. Eso le entristecia.

Habia perdido el apetito, asi que volvio a sentarse en el sillon del salon, donde se quedo preocupado pensando en lo que seria de su hija. Al fin cogio un libro que habia estado leyendo y que tenia abierto sobre la mesa, a su lado. Se titulaba Muertes en la meseta de Mosfell y era una narracion que trataba de infortunios y vidas malogradas durante travesias de alta montana. Uno de sus temas favoritos.

Siguio leyendo desde donde lo habia dejado y enseguida estuvo absorto y sumergido en medio de una gran tormenta de nieve, en la que varios hombres jovenes perdieron la vida congelados.

Capitulo 3

La lluvia caia a chorros cuando Erlendur y Sigurdur Oli salieron del coche, subieron corriendo las escaleras de un bloque de viviendas en la calle Stigahlid y llamaron al timbre. Habian pensado esperar en el coche hasta que dejara de llover, pero a Erlendur le falto paciencia y salio disparado. Sigurdur Oli no queria quedarse solo. Se empaparon al momento. A Sigurdur Oli el agua se le deslizaba por el pelo y el cuello, hasta mojarle la espalda. Miraba malhumorado a Erlendur mientras esperaban a que les abrieran la puerta.

En una reunion celebrada aquella misma manana, los policias que se ocupaban de la investigacion habian estudiado las posibilidades del caso. Una de las teorias era que Holberg habia sido asesinado sin ningun motivo y que el asesino habia estado vagando por el barrio durante algun tiempo, quizas incluso algunos dias. Un delincuente al acecho, en busca de un lugar para robar. Seguramente habia llamado a la puerta de Holberg para averiguar si habia alguien en casa y habia perdido los nervios cuando su propietario le abrio la puerta. El mensaje que dejo seria solo para despistar a la policia. No se les ocurria otra explicacion.

El mismo dia que se descubrio el cadaver de Holberg, la policia recibio un comunicado de los inquilinos de un piso de Stigahlid en el que denunciaban que un hombre joven, vestido con una chaqueta militar verde, habia atacado a dos mujeres, dos hermanas gemelas. Entro en el rellano y llamo a su puerta. Cuando le abrieron, se metio dentro del piso a la fuerza, cerro la puerta de golpe y les exigio dinero. Las hermanas se negaron, y entonces le pego un punetazo en la cara a una de ellas y tiro a la otra al suelo de un empujon. Antes de salir corriendo le dio una patada.

Una voz les hablaba por el interfono. Sigurdur Oli se presento. Se oyo un zumbido y abrieron la puerta. La escalera estaba mal iluminada y olia a sucio. Cuando llegaron al segundo piso, una de las mujeres les esperaba en la puerta.

– ?Lo habeis atrapado? -les pregunto.

– Me temo que no -respondio Sigurdur Oli sacudiendo la cabeza-, pero queriamos hablar contigo acerca de…

– ?Lo han atrapado? -se oyo decir a alguien desde dentro de la vivienda.

Al momento aparecio una replica exacta de la mujer que estaba hablando con ellos. Tendrian aproximadamente unos setenta anos, pelo gris, entrada en carnes; ambas vestian falda negra y jersey rojo. En sus caras redondas era evidente la expectacion.

– No -dijo Erlendur-, aun no.

– Era un desgraciado, el pobre -dijo la primera mujer.

Se llamaba Fjola. Los invito a entrar.

– No le tengas compasion -repuso la segunda mujer, y cerro la puerta. Se llamaba Birna-. Era un bruto con cara de pocos amigos y te pego en la cara. Vaya inutil, ?uf!

Se sentaron en el salon con las dos mujeres, observaron a una y a otra, y luego intercambiaron miradas entre ellos. El piso era pequeno. Sigurdur Oli se fijo en que habia dos dormitorios, uno al lado del otro, y una pequena cocina contigua al salon.

– Hemos leido vuestra declaracion -dijo Sigurdur Oli, que la habia ojeado en el coche de camino al piso de las hermanas-. La cuestion es si nos podeis dar mas informacion sobre el hombre que os ataco.

– ?Hombre? -dijo Fjola-. Mas bien era un chico.

– Lo bastante mayor para atacarnos a nosotras -aclaro Birna-. Lo bastante mayor para eso. Me tiro al suelo y me dio una patada.

– No tenemos dinero -anadio Fjola.

– No guardamos dinero aqui -insistio Birna-, se lo dijimos.

– Pero no nos creyo.

– Y nos ataco.

– Estaba excitado.

– Y tan malhablado. Lo que nos llego a llamar…

– Y esa horrible chaqueta. Como un soldado.

– Tambien las botas, altas y negras, de las que se atan por delante.

– De todas maneras no estropeo nada.

– No, salio corriendo.

– ?Y no se llevo nada? -pregunto Erlendur.

– Parecia estar fuera de si -dijo Fjola intentando por todos los medios encontrar algo positivo en el comportamiento de su atacante-. No estropeo nada ni se llevo nada. Solo nos ataco cuando supo que no teniamos dinero. Pobrecillo.

– Drogado perdido -dijo Birna con desprecio, y se dirigio a su hermana-: ?Pobrecillo? A veces parece que estas mal de la cabeza. Estaba drogado perdido. Lo vi en sus ojos, duros y brillantes. Y ademas estaba sudando.

– ?Sudando? -pregunto Erlendur.

– El sudor le goteaba por la cara.

– Era la lluvia -dijo Fjola.

– No. Y tambien temblaba.

– La lluvia -repitio Fjola, y Birna la miro con reproche.

– Te golpeo en la cara, querida Fjola, eso no es nada bueno.

Вы читаете Las Marismas
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×