fe, de nuestras creencias, y no nos ofrecen a cambio nada que tenga valor espiritual. Yo no pienso abandonar a Dios porque los cientificos hayan escrito un libro y sostengan que es un mensaje de Vega. No voy a idolatrar la ciencia. No voy a desafiar el primer mandamiento. No me voy a postrar ante un Becerro de Oro.

De joven, Palmer Joss llego a ser muy conocido y admirado por su trabajo en ferias itinerantes. El dato no era ningun secreto puesto que hasta lo habia publicado Timesweek en su biografia. Para ganarse la vida, se hizo tatuar en el torso un mapa de la Tierra en proyeccion cilindrica, y solia exhibirse en ferias de atracciones desde Oklahoma hasta Misisipi, uno de los ultimos vestigios de la epoca de entretenimientos rurales ambulantes.

En la gran extension de mar azul estaban los cuatro dioses de los vientos, con sus mejillas hinchadas. Flexionando los pectorales, conseguia que soplara el viento norte sobre el Atlantico medio. A continuacion, declamaba ante su azorada audiencia, un pasaje de la Metamorfosis, de Ovidio.

Con ayuda de las manos, demostraba el desplazamiento de los continentes, apretando el Africa Occidental contra Sudamerica, de modo que se reunian, como piezas de un rompecabezas, casi en la longitud perfecta de su ombligo. En los letreros lo anunciaban como «Geos, el Hombre de la Tierra».

Joss tenia gran aficion por la lectura. Como su educacion formal no habia ido mas alla de la escuela primaria, nadie le habia dicho que la ciencia y los clasicos no atraian demasiado a la gente comun. En cada pueblo donde llegaba, se hacia amigo de las bibliotecarias del lugar y averiguaba que libros serios debia leer para cultivarse. Fue asi como se instruyo acerca de la forma de ganar amigos, de invertir en bienes raices y de intimidar a las personas sin que estas lo notaran, pero esos libros le resultaban poco profundos. Por el contrario, en la literatura antigua y la ciencia moderna le parecia hallar calidad. Cuando la estancia en un pueblo se prolongaba varios dias, buscaba en seguida a la bibliotecaria de la zona. Son salidas de trabajo, le explicaba a Elvira, la Chica Elefante, que lo interrogaba sobre sus frecuentes ausencias. Ella sospechaba que tenia romances por todas partes — una bibliotecaria en cada puerto, llego a decir —, pero no podia dejar de reconocer que Joss mejoraba cada dia su espectaculo. El contenido seguia siendo muy elevado, pero las explicaciones resultaban sencillas.

Asombrosamente, el pequeno numero de Joss comenzo a dejar pingues ganancias para la feria.

Un dia estaba demostrando al publico la colision de la India con Asia y el consiguiente plegamiento que dio origen a los montes Himalaya cuando, del cielo azul, cayo un rayo que le dio muerte. Habia habido tornados en el sudeste de Oklahoma y extranas manifestaciones meteorologicas en todo el sur. Joss experimento con toda lucidez la sensacion de abandonar su cuerpo — tristemente desplomado sobre la tarima cubierta de aserrin, observado con asombro por la escasa concurrencia —, y de elevarse en una suerte de largo tunel oscuro que lentamente se dirigia hacia una luz brillante. En medio del resplandor distinguio una figura de heroicas, y por cierto divinas, proporciones.

Al despertarse, una parte de si sintio desilusion por el hecho de estar vivo. Se hallaba tendido en un catre, en un dormitorio de modesto mobiliario. Sobre el se inclinaba el reverendo Billy Jo Rankin, no la persona posteriormente conocida por ese nombre sino su padre, venerable predicador de los ultimos anos del siglo XX.

En un segundo plano, a Joss le parecio distinguir una decena de siluetas encapuchadas que entonaban el Kyrie Eleison, pero no estaba muy seguro.

— ?Voy a vivir o morir? — pregunto el joven en un susurro.

— Las dos cosas, hijo mio — le respondio el reverendo.

Muy pronto tuvo la impresion de que comenzaba a descubrir la existencia del mundo.

Pero en cierto sentido esa sensacion se oponia a la imagen beatifica que antes habia contemplado, y la infinita felicidad que esa imagen presagiaba. Percibia ambas sensaciones en pugna dentro de su pecho. En varias ocasiones, a veces en la mitad de una oracion, tomaba conciencia de alguna de las dos sensaciones. Al cabo de un tiempo, sin embargo, aprendio a convivir con ambas.

Realmente habia estado muerto, le aseguraron con posterioridad. Un medico lo declaro muerto. Pero los demas oraron por el, entonaron himnos e incluso trataron de revivirlo con masajes (principalmente en la zona de Mauritania), y le devolvieron la vida. Literalmente habia renacido. Dado que la explicacion encajaba tan bien con su propia percepcion de la experiencia, acepto de buen grado el relato, convencido de lo importante que habia sido el suceso. No habia muerto por nada. Habia resucitado para algo.

Bajo la tutela de su protector, comenzo a estudiar las Escrituras. Lo conmovio enormemente la idea de la resurreccion y la doctrina de la salvacion.

Al principio ayudaba al reverendo Rankin en tareas menores, y con el tiempo llego a reemplazarlo cuando le tocaba ir a predicar a los sitios mas lejanos, en especial cuando el joven Billy Jo Rankin partio rumbo a Odessa (Texas) respondiendo a la llamada de Dios.

Muy pronto Joss encontro su propio estilo oratorio. Con un lenguaje sencillo y metaforas comunes, explicaba el bautismo y la vida en el mas alla, la relacion entre la revelacion cristiana y los mitos de la Grecia y la Roma clasicas, la idea del plan de Dios para el mundo y la concordancia entre la ciencia y la religion cuando a ambas se las entendia como corresponde. No era una predicacion convencional — quiza demasiado ecumenica para el gusto de muchos —, pero si misteriosamente popular.

— Como tu has renacido, Joss — le dijo un dia Rankin —, tendrias que cambiarte de identidad, pero Palmer Joss es un nombre tan adecuado para un predicador, que seria muy tonto no conservarlo.

Al igual que los medicos y los abogados, los vendedores de religion no suelen criticar la mercancia de sus colegas, observo Joss. No obstante una noche concurrio a una iglesia a escuchar a Billy Jo Rankin hijo, que gloriosamente habia regresado de Odessa y tenia que dirigir una homilia ante una multitud. Billy enunciaba una severa doctrina de recompensa, castigo y extasis. Sin embargo, esa noche estaba destinada a las curaciones. El instrumento de curacion — segun se le dijo a la feligresia — era la mas santa de las reliquias, mas sagrada que una astilla de la verdadera cruz, incluso que el hueso del brazo de Santa Teresa de Avila que el generalisimo Francisco Franco guardaba en su despacho para intimidar a los piadosos. Lo que Billy Jo Rankin exhibia era, ni mas ni menos, el liquido amniotico que habia rodeado a Nuestro Senor, cuidadosamente conservado en un antiguo recipiente de barro que pertenecio — se decia — a Santa Ana.

La mas minima gota de ese liquido, prometia el reverendo, servia para sanar todas las dolencias mediante un acto especial de la gracia divina. Esa noche estaba ahi presente la mas bendita de las aguas.

Joss quedo anonadado, no tanto por el hecho de que Rankin fraguara un engano tan obvio, sino porque los fieles fueran tan credulos como para aceptarlo. En su vida anterior, habia presenciado numerosos intentos de estafar al publico. Pero aquello era entretenimiento, y esto, supuestamente, religion. La religion era demasiado importante para colorear la verdad, y mucho menos para inventar milagros. Asi, pues, se consagro a denunciar esa mentira desde el pulpito.

A medida que crecia su fervor, comenzo a denostar otras formas desviadas del fundamentalismo cristiano, incluso a los aspirantes a herpetologos que ponian a prueba su fe acariciando viboras para cumplir con el precepto biblico segun el cual los puros de corazon no deben temer al veneno de las serpientes. En un sermon que fue ampliamente citado, parafraseo a Voltaire. Nunca penso — sostuvo — que conoceria clerigos tan venales como para prestar su apoyo a los blasfemos para quienes el primer sacerdote habia sido el primer delincuente que se topo con los dedo en el aire.

Joss aseguraba que cada culto tenia una linea doctrinaria que no habia que sobrepasar para no insultar la inteligencia de los creyentes. Las personas sensatas quiza no se pusieran de acuerdo respecto de donde debia trazarse tal linea, pero las religiones se excedian en su marcacion, y eso constituia un riesgo. La gente no era tonta, decia. El dia antes de morir, cuando ponia sus asuntos en orden, el mayor de los Rankin le mando a avisar a Joss que no queria volver a verlo jamas.

Al mismo tiempo, Joss comenzo a predicar que tampoco la ciencia tenia todas las respuestas. Encontraba puntos debiles en la teoria de la evolucion. Segun su parecer, las cosas que los cientificos no podian explicarse, las barrian debajo de la alfombra. No tenian como probar que la Tierra tuviese cuatro mil seiscientos millones de anos de antiguedad. Nadie habia visto suceder la evolucion ni nadie habia marcado el tiempo desde la creacion.

Tampoco se habia demostrado la teoria de la relatividad, de Einstein, quien habia asegurado que es imposible viajar a mas velocidad que la de la luz. ?Como lo supo? ?A que velocidad cercana a la luz habia viajado el? La relatividad era solo un modo de entender el mundo. Einstein no podia poner limites a lo que el hombre fuese capaz de hacer en el futuro. Y por cierto, tampoco podia ponerle limites a las acciones de Dios.

?Acaso Dios no podria viajar mas rapido que la luz si lo deseara? ?Acaso Dios no podria hacernos viajar a

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