Horacio volvio a entrar. Se habia quitado el delantal y llevaba puestos la chaqueta y el gorro. Uno de sus bolsillos estaba muy abultado.

– Voy a ver si puedo encontrarle, senorita. Con su permiso, la acompanare antes a su casa.

Ella se levanto.

– ?Adonde va?

– A ver por ahi, senorita. Me indico algunos sitios donde tal vez podria encontrarle. Dare con el, no se preocupe.

– Ire con usted.

Horacio movio la cabeza

– No puedo permitirlo. Si le pasase algo a usted, el senor me mataria.

– ?Adonde vamos primero? -pregunto la muchacha sin hacerle caso.

– ?Que adonde voy yo primero? -corrigio el criado del Santo-. Pues es facil decirselo.

Extrajo del bolsillo la carta de Templar y se la entrego. Ella la leyo con creciente angustia. No se le habia ocurrido pensar que el Santo emplearia la tarde en investigar lo que podia haber en la segunda 'Casa Vieja', la del mismo pueblo. Alli debio de ir. Tal vez le habian preparado una encerrona…

– Vamos -dijo con voz firme. Y echo a andar.

Tomo, resuelta, el camino que llevaba a la parte posterior de la aldea, en vez del que iba al pueblo mismo, que era el de su casa. Horacio corrio tras ella y la detuvo por un brazo.

– No es este el camino, senorita.

Ella le miro.

– Pues es el que yo voy a tomar.

– Lo siento, senorita -insistio Horacio-. No puedo permitirselo.

– ?Que no? -exclamo Patricia-. Pues veremos quien puede mas…

Y sin previo aviso se solto y avanzo corriendo. Percibio claramente los esfuerzos de Horacio para correr tras ella a pesar de su cojera, gritandole e implorandole al mismo tiempo para que se detuviese. Pero ella no le hizo caso.

Bajo la colina a gran velocidad, pero Horacio, aunque mas lentamente, no dejo de perseguiria con gran obstinacion. De pronto, la joven tropezo con una piedra y cayo. Antes de que pudiera levantarse, Horacio ya la tenia cogida.

– Lo siento de verdad, senorita, pero he de cumplir con mi deber y llevarla a su casa

Ella se levanto, tratando de recobrar el aliento, cerciorandose al mismo tiempo de no haber sufrido dano alguno.

Horacio noto que un objeto duro se apoyaba en sus costillas, y en seguida se dio cuenta de lo que era.

– ?Comprendera usted ahora que estoy decidida? -dijo Patricia jadeando aun-. Sentiria tener que hacerle dano, pero lo hare si me obliga con su terquedad. Quiero ir, e ire, sea como sea.

Le hubiera sido facil al criado de Templar forcejear con ella y quitarle el arma, pero el sollozo que advirtio en la voz de la muchacha le detuvo.

– Muy bien -dijo al cabo de un rato-. Si eso ha de tranquilizarla, vengase conmigo.

Entonces la joven se dio cuenta de que Horacio estaba temiendo lo peor.

Bajaron aprisa la colina. Ella recordo la cojera del criado y amoldo su paso al de el, aunque Horacio avanzo con bastante rapidez a pesar de su dificultad.

– ?Quiere usted guiarme, senorita? No conozco bien estos contornos -le dijo al llegar a la 'Casa Vieja'.

Patricia le llevo a la entrada de la casa, sin que tuviera necesidad de tomar las mismas precauciones que el Santo, porque la noche estaba oscura y la Luna no saldria hasta de despues de unas horas. Al llegar a la puerta, Horacio la detuvo.

– Dejeme entrar primero -dijo.

La aparto y bloqueo el camino, y ella, en vista de la superioridad fisica de el, se vio obligada a obedecerle.

Advirtio que buscaba algo en sus bolsillos y luego oyo que abria la puerta de una patada, al mismo tiempo que inundo el pasillo con un potente rayo de luz de la linterna que llevaba en la mano.

– ?Ve las huellas? -murmuro-. Aqui han estado no hace mucho algunas personas, y apuesto cualquier cosa a que se trata de la banda del Tigre.

El haz de luz ilumino la mesa que habia al final del pasillo. El Santo habia dado la vuelta a la caja y en esta posicion era mas facil deducir su finalidad. Horacio se mostro a la altura de las circunstancias, porque se detuvo y examino atentamente la puerta que acababa de trasponer. Encontro la parte astillada del marco, donde dio la bala, y volvio a salir para examinar el suelo.

– No -anuncio al fin-. Esa trampa no cogio al senor Templar, como me hubiese pasado ahora a mi.

De nuevo penetro en el pasillo, manteniendose en el centro, de tal modo que ella se vio obligada a ir tras el, protegiendose con su cuerpo. Patricia llevaba la mano sobre la pistola, y, aunque emocionada, permanecio serena y segura de si misma.

Horacio se detuvo frente a la puerta por la que penetro el Santo.

– Vamos a mirar primero aqui -dijo.

Ella miraba por encima de su hombro cuando Horacio hizo recorrer el haz de luz por la estancia vacia, y los dos tardaron en ver el agujero en el suelo a pocos pasos de la puerta.

Horacio percibio que la muchacha dio un grito ahogado. Ella hubiera querido apartarlo para entrar corriendo, pero el la agarro y no la solto, a pesar de que luchaba furiosamente.

– Espere… espere un momento -ordeno el criado con voz ronca.

La mantuvo a raya y probo la firmeza del suelo centimetro a centimetro hasta llegar al agujero. Solo cuando se convencio de que no ofrecia peligro llegar alla permitio a la joven acercarse tambien.

Los dos se arrodillaron y dirigieron la linterna hacia abajo. La luz se perdio en las profundas tinieblas, sin llegar al fondo. Por la disposicion de la parte superior del agujero se dieron cuenta de que se trataba de un antiguo pozo sobre el cual estaba asentada la casa. Patricia creyo ver un debil reflejo de luz de la linterna en la superficie del agua. Horacio fue a buscar una de las botellas vacias y la dejo caer en el pozo. Parecio que transcurria una eternidad hasta que percibieron el ruido de la caida de la botella en el agua.

– Calculo que hay unos treinta metros -dijo Horacio.

La muchacha se inclino sobre la boca del pozo.

– ?Simon!…?Simon!… -grito.

Solo le respondio el eco.

– ?Senor Templar…, soy Horacio! -grito tambien con voz estentorea el criado; pero tampoco oyo mas respuesta que el eco.

Patricia se cubrio el rostro con las manos, murmurando al mismo tiempo con gran desesperacion:

– ?Santo!…?Santo!…?Simon!…?Dios mio!

Despues miro a Horacio.

– ?Esta usted seguro de que se cayo en este pozo??No le sorprendio la otra trampa?

Horacio habia examinado los bordes del agujero y le enseno la prueba. Los bandidos habian cortado un trozo cuadrado del entarimado con una sierra finisima, dejando solo entera una parte minima, que el peso de un hombre podria romper facilmente. Era sencillo deducirlo por la parte astillada de la madera; de alli saco tambien el criado una hebra, que examino a la luz.

– Es de su traje -dijo con voz ronca-. Parece que la trampa no ha fallado… Pero no se apure usted, senorita… El senor Templar siempre ha sido hombre de suerte. Creo que ahora estara en algun sitio seguro, dejando que el Tigre crea haberlo cazado, y, cuando menos lo espere,?zas!, ahi estara el Santo para darle su merecido… Y una cosa es cierta. No puede haber ahora por aqui cachorros del Tigre… El ruido que hemos hecho los hubiese atraido como el panal a las moscas.

– ?No podriamos buscar una cuerda y bajar al pozo? -pregunto Patricia, tratando de serenar la voz.

– Vere a alguien del pueblo para que lo intente. Pero no creo que se pueda hacer nada… Hace muchas horas que debio de caer…

La joven se apoyo en la pared, cerrando los ojos, llorando en silencio, mientras Horacio trataba de consolarla.

La idea de que Templar estuviese muerto causo un terrible vacio en su corazon: no podia ni pensarlo. No le

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