un error y termina en presidio. Puede haber nacido para su carrera delictiva como el primero, o tambien puede empezar su carrera delictiva porque le parezca que asi saca mas provecho de su astucia que en el trabajo honrado. Pero siempre es un cobarde, una vibora y, desde luego, tampoco es a esta clase a la que pertenece Templar. Aunque sea hilar muy fino, creo que se puede decir que el criminal de la segunda clase es hombre que no puede reir como un ser normal, y precisamente Templar tiene un sentido delicioso del humor. El tercer y ultimo tipo es muy corriente en las novelas y en las peliculas, pero en la vida real solo se da rarisimas veces, y su existencia se debe mas bien al deseo de emociones que a otra cosa. Es muy facil que Templar sea de este ultimo tipo, que es siempre noble cuando ama a una mujer. Esto es lo peor que se puede decir de Templar, comprensible por su impetuosidad juvenil y su anhelo de aventuras.?Esta usted satisfecha?
Lapping habia hablado en tono carinoso, como un hombre que ha visto mucho mundo y no quiere juzgar a sus semejantes para no perdonar mucho tambien. Patricia se resistia a dudar de su sinceridad.
– Es usted un hombre maravilloso, sir Michael -dijo-. Ha expresado mas o menos mis pensamientos… Es un consuelo saber que no estoy sola.
– No obstante -advirtio el-, yo, en su lugar, le diria que le hablase claro. Si tiene confianza en usted y si es lo que creo, no le ocultara nada.?No le ha dicho nada acerca de si mismo?
– ?A que se refiere? -pregunto Patricia con cautela.
– ?Que se yo! Es logico que el comprenda que usted ha de sentir curiosidad por todo lo sucedido.
– Solo me dijo que debia tener paciencia y que tuviese confianza en el. Anadio que seria peligroso para mi saber demasiado, pero que, una vez todo resuelto, podria explicarse mejor.
– ?Quien es su misterioso enemigo?
– El senor Templar dice que se llama el Tigre…, no se por que.
Lapping fruncio el ceno, pensativo.
– Me parece que recuerdo el apodo. Espere…?No se hablo hace anos en la prensa de un caso sensacional? Una banda de Chicago, llamada 'Cachorros del Tigre', revento la caja de un banco, llevandose una cantidad enorme de oro… Algo asi fue.
Patricia no se inmuto.
– No lo recuerdo -dijo-. No me dice nada.
– No estoy seguro de los detalles -contesto el ex juez-, pero recuerdo el hecho.?Pensar que en Baycombe se halla la banda de Chicago! Eso es tener mucha imaginacion…
– Ya lo se -convino la joven-, pero tambien pasa lo mismo con lo que le he contado antes.
Lapping la toco en el brazo volvio a sonreir…, una sonrisa amable, casi irresistible a pesar de que Patricia se sentia obligada a recelar de todo y de todos. Una cosa detuvo su impulso a creer en Lapping y a buscar al enemigo en otra parte. Al mirar detenidamente, hubiera jurado que en sus ojos habia un destello de burla reprimida.
– ?No le parece que lo mejor sera dejarlo? -pregunto sir Michael-. Podriamos discutirlo horas y horas, sin llegar a ninguna parte. Todo lo que puede usted hacer es armarse de paciencia. Mas tarde o mas temprano, los hechos diran si su intuicion es correcta o no, y entonces podra decidir mejor. Entre tanto, usted solo puede actuar al dictado de su corazon. Es el unico consejo que un anciano puede ofrecerle.
Patricia se echo a reir.
– ?Que tonto es usted! De todos modos, le estoy muy agradecida.
– ?Que le parece si tomasemos el te al que usted misma se invito?
Patricia acepto agradecida, y sir Michael entro en su casa para dar las ordenes oportunas y para arreglarse un poco.
Patricia se alegro del respiro que la ausencia de Lapping le ofrecio, porque le resultaba pesado obedecer las instrucciones del Santo siguiendo en aquel papel, que era una mezcla de sabueso, conspirador y fugitivo que tiene la cabeza puesta a precio. Y Lapping, despues de brindarse a llevar la conversacion al terreno deseado, no habia servido a sus propositos. Era muy amable, muy carinoso, pero no salia de su reserva ni dejaba traslucir la culpabilidad que ella buscaba. Sin embargo, Patricia tenia la vaga sensacion de que Lapping se burlaba de ella, que sus torpes manejos para sonsacarle solo servian para que se riera de ella. No le habia revelado nada, y esto afirmo a la joven en la idea de que el ex juez tenia algo que ocultar.
Le resultaba desconcertante tener que enfrentarse con la realidad de que Lapping no se habia dejado enganar por su fingida candidez y que comprendia que ella no era ni mas ni menos que una enviada del Santo.?Acaso era posible que un hombre de leyes, por liberal que fuese, pudiera mostrarse tan tolerante? Patricia empezo a dudarlo, aunque al mismo tiempo se dijo que en realidad no tenia motivos para ello. Si Lapping ocupaba un puesto relevante en la banda de1 Tigre, no podia menos de ser un hombre muy inteligente y, como tal, sabria que tratar de apartarla del Santo con falsas insinuaciones no conduciria mas que a despertar recelo; mientras que, poniendose de parte del Santo, podria esperar induciria a considerarle como posible aliado. Pero?como era posible que un juez cuya vida se habia desenvuelto siempre publicamente entrase a formar parte de una banda de criminales? Patricia se devanaba los sesos para encontrar la solucion, y por primera vez se dio cuenta de lo complicado que era el lio en que se habia metido.
Lapping salio por fin de la casa llevando una mesa plegable, seguido de una criada con la bandeja del te. La joven sintio de pronto panico.?Y si Lapping pertenecia, en efecto, a la banda del Tigre, si era el mismo Tigre y, habiendo descubierto la finalidad de su visita, habia decidido quitarla de enmedio? El te podia estar envenenado, lo mismo que las pastas. Con gran dificultad pudo dominar el primer impulso de salir huyendo; despues penso en Simon Templar:?que haria el Santo en tales circunstancias? Seguramente no sentiria miedo; de modo que ella tampoco debia entregarse a tan inutil emocion. Razonando asi, vio la situacion de modo distinto. Fuese lo que fuese, Lapping no podia atreverse a hacer nada contra ella en aquel momento, porque habia de contar con la posibilidad de que el Santo estuviese vigilando. Patricia recobro la serenidad, saludo a Lapping con una amable sonrisa cuando llego junto a ella y en tono de excusa le dijo:
– ?Cuantas molestias le estoy dando!
– En absoluto, senorita Holm. Para mi es un placer. A pesar de ser soltero… soy hombre casero. Ofrecer un te a mis visitas es una de mis grandes aficiones.
Mostrabase cordial y sin reserva alguna. Ya no pudo observar la burla oculta que creyo advertir antes. O ya no veia el lado divertido del asunto, o le divertia tanto, que se veia obligado a ocultarlo mejor. Patricia volvio a sentirse subyugada por la encantadora amabilidad del ex juez, pero el recuerdo de aquella burla en su mirada continuaba obsesionandola. Un hombre que no tenia nada que ocultar habria mostrado francamente que le divertia que una joven le pidiese consejo en asuntos amorosos, si de verdad lo encontraba comico.?Que otra explicacion cabia, pues, sino que el juego de Lapping era muy sutil y profundo?
Tal vez el Santo se lo podria explicar. Era preciso consultarle pronto, contandole todo lo que habia pasado. Mientras llegaba ese momento, Patricia desecho su intranquilidad, continuo charlando con amable soltura e hizo todo lo posible por estar a la altura de su papel. Debio de hacerlo bien, porque Lapping se sorprendio cuando vio que ella se disponia a dar por terminada la entrevista.
– ?Tan pronto tiene que marcharse?
– Prometi a mi tia verla antes de las siete -contesto-. Quiere hablar conmigo sobre asuntos de negocios…, una inversion de fondos. Me aburren los asuntos financieros, pero es preciso escribir esta misma noche una carta para que salga manana a primera hora.
– Inutil decirle que me causa usted un grave disgusto -observo Lapping, estrechando cordialmente la mano de la joven-. Espero que volvere a verla. Le prometo que la escuchare con gran atencion. Comprendo muy bien sus dificultades y, con el debido respeto para la senorita Girton, creo que soy la persona mas indicada de Baycombe para aconsejarla.?No podria usted venir con el senor Templar? No hace falta que sepa que usted me ha dicbo nada.
– Procurare que le vea.
– Su visita me encantaria. No tengo nada que hacer; de modo que pueden venir cuando quieran sin temor a molestar. En cualquier momento me encontraran a sus ordenes.
Patricia le dio las gracias, y Lapping la acompano a la puerta de la verja. Ya iba a marcharse, cuando de pronto tuvo una idea.
– A proposito -dijo-:?como esta Harry-le-Duc?
La pregunta salio de su boca con tanta naturalidad, que cogio a Lapping por sorpresa. Ella le miro escrutadoramente, porque sabia cuanto importaba captar su reaccion a la imprevista pregunta. Pero el rostro de