La llegada del Santo, propagada a los cuatro vientos por el propio Templar, habia eclipsado la modesta figura de Carn, desviandole de su mision durante algun tiempo. Pero hubiera sido necesario mas de una legion de Santos para alejar totalmente a nuestro eficiente Carn.
Carn sabia que el Santo perseguia de cerca al Tigre, aunque no mas que el. Con estilo pausado habia prestado bastante atencion a sir John Bittle y sabia muchas cosas de aquel hombre impopular y de su casa sospechosamente fortiticada. Tambien habia investigado el caso de Bloem, pero este era un tipo huidizo, y poco logro saber de el. Por tal motivo, la subita aparicion en escena de Bloem fue para el una sorpresa. Recobrado de su asombro, no habia tenido aun tiempo de seguir las huellas que el Santo le habia procurado involuntariamente. Carn vigilaba tambien a Agata Girton; conocia la secreta amistad de ella con Bittle, pero, aparte sospechar que podia pertenecer a la pandilla, nada habia logrado saber. Quedaba Algy. Carn estaba dispuesto a creer cualquier cosa de el, pero no le prestaba demasiada atencion, porque su aspecto era inofensivo. A Shaw, Smith y Lapping los excluyo de la investigacion. Aparte el Santo, sir Michael Lapping era el unico de Baycombe que conocia la verdadera personalidad de Carn. Lapping era a la sazon juez de paz, y Carn, esperanzado en el exito, tenia al ex juez por un valioso aliado, pues llevaba una orden de arresto, en la que solo faltaba la firma de Lapping, para cuando pudiese conocer el verdadero nombre del Tigre. En resumen, Carn se creia tan bien informado como el Santo. Solo que no conocia a Fernando y, por lo tanto, desconocia la importancia de la 'Casa Vieja'.
Desde su llegada, Carn se habia aficionado a la radio, y se dedicaba a ella con tanto entusiasmo como a sus mariposas y cetonidos, pero reservandose tal placer para las horas en que estaba solo. El telefono mas proximo se hallaba en Ilfracombe, y, por orden de Carn, todas las cartas dirigidas a Baycombe se abrian en la oficina de correos de Ilfracombe, donde se copiaba el texto, se comprobaba que no hubiese anadidos en tinta invisible y, una vez informado Carn del resultado, se mandaban a sus respectivos destinatarios. A causa de ciertos detalles descubiertos asi, Carn se convirtio en un entusiasta radioaficionado.
Al dia siguiente a la aparatosa entrada de Bloem en casa de Carn, el policia vio justificada su aficion por las ondas. Al quedarse solo despues de comer, cerro la puerta, abrio su mesa de escritorio y dejo al descubierto una serie de 1laves, roscas, valvulas y alambres. La antena se hallaba instalada en el tejado de la casa, habilmente oculta, lo mismo que los demas alambres y enchufes. Era preciso proceder de este modo porque Carn empleaba a una mujer del pueblo para cuidar de su estomago. Las mujeres del pueblo son, naturalmente, muy dadas a hablar, y la menor mencion de que en Baycombe existiera otro aficionado a la radio, si llegase a oidos del Tigre, hubiera dado al traste con una prometedora posibilidad de investigacion.
El detective se coloco los auriculares. No era facil para Carn emplear aquel arma, aunque estaba convencido de su utilidad. Jamas sabia a que hora comunicaba el Tigre con su gente, pero sabia que aquel siempre utilizaba distintas longitudes de onda. Por dos veces habia logrado escuchar el final de una conversacion, mas, despues de anotar la exacta longitud de onda en que sonaba la voz, no pudo volver a encontrarla. Seguramente la longitud de onda cambiaba de acuerdo con un plan previamente establecido entre el Tigre y sus secuaces.
Carn estuvo de suerte. El Tigre empleaba una onda muy larga, y Carn, en contra de lo acostumbrado, comenzo por las ondas largas. Al cabo de cinco minutos percibio el sonido que caracterizaba la emisora clandestina, y apenas hubo ajustado su aparato, cuando oyo claramente una voz:
– No empiece a entrar hasta que sea de noche. Tenga mucho cuidado. Fijese bien en que no haya luz alguna en el buque. Avance a media maquina cuando este a dos millas de distancia. Conecte entonces los motores electricos, porque Templar monta guardia y tiene el oido muy fino.
– ?Podria guiarnos de algun modo? -pregunto otra voz.
– Pondre a un hombre en la 'Casa Vieja', en la parte que da al mar, con una linterna verde.
– ?Cree usted que habra problemas?
– No lo se. Espero deshacerme de Templar esta tarde, pero ha nacido de pie y acaso pueda escaparse. Tenga mucho cuidado. Por otra parte, acabo de oir que el y la Holm se entienden, de modo que es posible que por ella abandone Templar la empresa e informe a la policia, dejando a esta arreglar el asunto. Creo que llegaran tarde, pero mas vale estar preparado a todo.
– Asi lo hare.
– Muy bien.?Tiene la tripulacion completa?
– Faltan los engrasadores, que no han venido. Creo que se emborracharon, pero no he querido esperar, porque usted me dijo que fuese puntual.
– En efecto, pero asi solo seran once, con usted.
– Asi es, pero nos arreglaremos.
– No habra mas remedio… Ahora escuche. Quiero que la primera lancha la envie al muelle del puerto. No estaran los pescadores, porque se hacen a la mar a las diez. Bittle y Bloem estaran conmigo, y tal vez Templar tambien. Eso depende de lo que suceda y lo que decida hacer con el. Su criado quedara despachado poco mas o menos a la hora en que usted nos recoja. Y tal vez lleve tambien a la chica. Aun no se si Templar le ha dicho algo. En todo caso, es demasiado peligrosa. Estoy esperando mas detalles, y entonces podre determinar lo que convenga.
– Eso de meter las faldas por en medio no lo ha hecho usted hasta ahora, patron.
La voz del Tigre era agresiva al contestar:
– Eso solo me importa a mi, Maggs. Cuando necesite su opinion, se la pedire. Lo que debe hacer es tener dispuestos los camarotes y enviar esa lancha al muelle. Todas las demas lanchas que pueda tripular mandelas a la 'Casa Vieja'. Puede enviar tres y aun tener guardia a bordo. Y que el maquinista se quede abajo, por si hubiese necesidad de huir de improviso. Sus hombres solo tienen que remar, y si cojo a alguno que tosa o hable, se acordara de mi toda la vida. Digaselo de mi parte. Tendre dispuestos algunos hombres en la isla para ayudarles. Alli hay una pequena grua para manejar las cajas. Si trabajan todos como es debido, a las cuatro de la madrugada estaremos listos para hacernos a la mar.
– Descuide, patron.
– Mucho ojo, Maggs;?ha comprendido todo?
– Todo, patron.
– Llameme a las siete, por si hubiese que cambiar algo. Adios.
La transmision del Tigre acabo con un fuerte chasquido. Carn se quito los auriculares y se recosto pensativo en el sillon.
Casi lo unico que faltaba era la revelacion de la identidad del Tigre. La voz del llamado patron era fingida. El Tigre no se aventuraba a correr el riesgo de ser reconocido. Habia hablado con una voz gangosa que podia ser de cualquiera. Por otra parte, Carn sabia muy bien como se desfiguraba la voz humana en la transmision por radio. No hubiese podido acusar a nadie de ser el Tigre guiandose solo por aquella
Lo que mas le llamaba la atencion era la referencia a una casa vieja, que al parecer estaba sobre una isla. Carn se levanto y se dirigio a la pared en la que habia un mapa del distrito. Estaba cubierto de muestras de varios colores, en apariencia producto de las investigaciones geologicas del doctor Can, pero en realidad era un mapa para un plan de ataque. Pronto descubrio la isla con la casa vieja, que el ya habia advertido durante sus excursiones 'cientificas', sin llegar a imaginar que aquella roca mereciese el nombre de isla.
Alli estaba la 'Casa Vieja' desde la cual habia que transportar algo durante la noche a bordo de un barco. Carn sabia muy bien que.
Lo habia descubierto en pocos minutos. Cogio una silla y empezo a llenar la pipa. A pesar de su sangre fria, sintio que los dedos le temblaban ligeramente. Su agitacion era perdonable, puesto que la busca y captura del Tigre era la mayor empresa de su vida. Ahora ya sabia donde estaba el oro, y lo consideraba alli tan seguro como si estuviese en el Banco de Inglaterra. Aun en el caso de que el Santo tambien lo supiera, Carn no podia imaginarse que este, a pesar de su gran inteligencia y habilidad, fuese capaz de apropiarselo sin ayuda y en una sola noche, especialmente estando guardado por varios complices del Tigre. Y este habia tenido la amabilidad de informar a Carn donde le podria encontrar por la noche. Habria algunos hombres en el muelle, entre ellos el Tigre. No seria dificil descubrir su identidad. El pensamiento de que acaso tratarian de suprimir al Santo preocupaba a Carn. Su primer deseo era advertirle del peligro que corria y, despues, hacer que le protegiesen. Era una cosa indiscutible, porque aunque el Santo no era aliado suyo, no era ningun criminal y su vida valia tanto como la de cualquier honrado ciudadano. Pero el tiempo apremiaba.
Ahora bien, Baycombe estaba sumamente aislado. No tenia ni telefono ni telegrafo. Para hacerse con la ayuda necesaria aquella noche, era preciso ir a Ilfracombe, y el viejo 'Ford' que el tabernero del pueblo solia alquilar a los que deseaban ir a la ciudad tardaria mucho en hacer el camino; Bittle tenia un 'Rolls-Royce', pero seria