cabia en la cabeza que un hombre como el fuese destinado a un fin tan horrendo como el de morir ahogado como una rata en aquellas tinieblas. Acaso se habia mantenido a flote durante algun tiempo, mas si viviese habria contestado a sus gritos. Tal vez al caer se golpeara la cabeza… Pero pese a sentir un nudo en la garganta y vaciedad en el corazon, ya no temblaba. Iba serenandose; una extrana quietud la invadia…

Aquello era obra del Tigre; el era el hombre que habia causado la muerte de Simon Templar. Con amarga certidumbre se dio cuenta de que jamas podria descansar hasta encontrar al Tigre…

– Vengase conmigo, senorita -suplico Horacio-. No seamos pesimistas: no sabemos aun si cayo al pozo. Permitame que la lleve a casa para que descanse, mientras averiguo unas cosas. Tan pronto como sepa algo volvere.

– ?No!

Patricia lo dijo con voz clara y vibrante.

– Nada podemos hacer…

– Si, podemos y debemos hacer algo -dijo Patricia agarrando a Horacio fuertemente por el hombro-. Hemos de continuar la obra empezada por el Santo. Nos toca a nosotros completarla. A el no le gustaria que nos fuesemos a casa para llorarle, dejando, entre tanto, escapar al Tigre. No podemos permitir que su sacrificio sea inutil, Horacio…

– Si, senorita. Usted tiene razon; no podemos tolerar que el Tigre se salga con la suya. Mi senor no debe haber muerto en balde. Ahora soy criado de usted como lo he sido del Santo. -Se detuvo un momento-.?No seria mejor decirselo al doctor Carn, senorita? En realidad, es inspector de policia; el senor Templar me lo dijo, y tambien esta aqui para cazar al Tigre.

– Supongo que si…?Vamonos pronto!

Atravesaron el pueblo y subieron la cuesta con paso rapido, pese a que el renqueante Horacio tenia dificultades para seguir a Patricia.

La casita de Carn estaba a oscuras y, a pesar de que la muchacha llamo furiosamente, nadie le contesto, aunque se oia muy bien el timbre de la puerta.

– No esta en casa -dijo, desanimada.

Horacio vio que la muchacha estaba blanca y que apretaba los labios.

– Ahora recuerdo -dijo-. Esta tarde vino al torreon a avisarme a mi y al senor Templar de que el Tigre iba a atacarnos esta noche. Y le vi en un carro yendo a Ilfracombe. Algo trama.?Para que habra ido a Ilfracombe?

– Si ha descubierto algo, probablemente habra ido alli para buscar ayuda. Tal vez sepa que el barco va a entrar esta noche. En tal caso, volvera pronto.

– Es probable -convino Horacio-. Pero no podemos fiarnos de eso.

Patricia se mordio los labios.

– Es verdad. Hemos de arreglarnos sin contar con el. Si llega, tanto mejor. Por mas que… creo que prefiero encontrar al Tigre antes de que lo descubra Carn. Hemos de esperar hasta que venga por el oro. Lo mejor sera volver al torreon y cenar. Necesitaremos todas nuestras fuerzas y tambien ayuda. Los dos solos no podemos luchar contra la banda. Voy a ver al senor Lomas-Coper. Es el unico hombre en Baycombe en quien tengo confianza -concluyo Patricia.

– ?Ese? -exclamo Horacio con disgusto-.?Ese majadero?

– Yo se que no es tan tonto como aparenta. Sera para nosotros una valiosa ayuda.

Cuando se acercaban a la casa de Bloem, surgio de pronto de la oscuridad del seto una figura. Horacio dirigio sobre ella el haz de su linterna y descubrio la cara sonriente y bobalicona del propio Algy.

– ?Es usted, Patricia? -dijo-. Ya me parecio reconocerla por la voz.

Le sorprendio a Algy la firmeza con que la joven le estrecho la mano.

– A usted le buscaba -dijo Patricia con voz firme-. Vengase con nosotros al torreon. Vamos a cenar y luego hablaremos.

– ?Que? -balbuceo Algy.

– No me haga perder el tiempo. Ya se lo contare todo.

El tono de su voz fue tan autoritario, que Algy obedecio ajustando su paso al de ella.

En el torreon, Patricia se sento en seguida a la mesa. Algy se excuso.

Mientras cenaba, Patricia explico con frases breves y glaciales el asunto, de tal modo que el senor Lomas- Coper se a olvido de su locuacidad y escucho con gran atencion. Le conto la historia del principio al final, y Algy puso cada vez cara mas larga. Y cuando termino, ella le miro con ansiedad, queriendo saber si diria alguna tonteria, como, por ejemplo, que todo era debido al calor del dia y que a la manana siguiente se encontraria mejor, o si se acobardaria si realmente creia lo que acababa de oir.

Pero se vio satisfecha de ver confirmada su primera opinion. Al mirarle, vio que Algy cerro de pronto la boca con cierta energia, dando otro aire a su rostro. Sus ojos la miraban con firmeza y habia en ellos una luz muy distinta.

– Parece un folletin,?verdad? -dijo con calma pero sin ironia ni burla.

Patricia explico entonces el plan que se habia formado.

– ?Caramba, Patricia, que valor tiene usted! Pero…?no es cosa de Carn?

– Era idea del Santo, y el plan es tan atrevido, que tiene visos de salir bien. En cuanto a Carn, no podemos contar con el. Acaso no sepa tanto como suponemos: tambien puede que no haya ido a Ilfracombe por las razones que creemos. Pero hemos de estar preparados para realizar el plan sin el. Ademas, como usted comprendera, tengo motivos personales para encontrar al Tigre y hablar con el a solas…

Algy vio de pronto una amenaza de muerte en los ojos de la joven, pero el destello paso en seguida y Patricia volvio a manifestarse como un jefe frio y calculador que esboza los detalles de un ataque a fondo.

– Se que usted nada bastante bien.?Podra recorrer la distancia?

Algy asintio.

– Creo que si.

– ?Nos acompanara?

Algy tendio rapidamente la mano en senal de asentimiento.

15. Algy, en accion

Eran las diez de la noche.

– El buque debe de entrar ahora -observo Patricia, y salio fuera con Algy.

Se echaron sobre la hierba, al borde del acantilado, oteando el mar. El cielo estaba sin nubes y, aunque la Luna no habia salido aun, el brillo de las estrellas permitio ver bastante, y al cabo de un rato de mirar divisaron la islita llamada 'Casa Vieja' surgiendo del mar como un animal antediluviano.

– Ya veo el barco -exclamo Algy de pronto, emocionado.

Patricia se asio con fuerza de su brazo.

– Entonces, el Santo tenia razon -dijo.

Pero solo vieron el barco en forma de una vaga silueta en el oscuro horizonte; a juzgar por la falta de reflejo en las aguas, el buque estaba, cuando menos, a unas seis millas de la costa. Patricia estuvo mirandolo hasta que le dolieron los ojos.

– Deben de entrar muy lentamente. Como es natural, sabiendo que desde aqui el Santo puede vigilarlos, han de proceder con gran cautela.

Regresaron al torreon, y Patricia, despues de consultar el reloj, hizo algunos calculos.

– A este paso, estaran cerca de la 'Casa Vieja' a las once. Mas vale que se vaya usted a casa, Algy, y se ponga el traje de bano.?Tienen ustedes armas de fuego?

– Creo que tio Hans tiene una pistola.

Patricia sonrio y saco la suya del bolsillo.

– Ahora no la tiene; Simon se la quito anoche.

– Tal vez tenga otra. Me parece que alli hay una armeria. Hare lo que pueda.

– ?Cuanto tiempo tardara?

Algy reflexiono un instante.

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