Comprendio entonces muy bien la gran angustia del que se queda ciego. Sentia en los ojos extranas luces de tanto querer penetrar aquellas tinieblas; el esfuerzo de depender enteramente del tacto para avanzar por la oscuridad iba rindiendolo. Tenia a veces el irresistible deseo de dejarse caer y arrastrarse por el suelo sin fin alguno, hasta que el sueno y el olvido le amparasen. Otras veces sentiase invadido por un temor pueril que le hacia golpear las paredes de roca con furor o echar a correr alocadamente hasta tropezar con algun obstaculo y caer de bruces; o tambien detenerse para cesar en la lucha y maldecir su mala suerte, invocando la muerte para que acabase su agonia.
Sin embargo, el Santo continuaba su camino, aunque termino casi por no saber lo que hacia, y su paso se hacia cada vez mas lento, hasta que por fin se detuvo. Pero la razon le aconsejaba continuar. De sus secos labios salieron trozos de todos los cantos que habia oido, repitiendolos el eco en multiples matices. Una vez se quedo casi sordo a causa de una estruendosa risa, extrana, discordante, y solo a medias se dio cuenta de que era el quien reia. A veces hablaba, diciendo cosas sin sentido. Y al advertir tales sintomas de locura, se detenia para serenarse y obligarse a resistir el obsesionante silencio.
Y no le preocupaba su seguridad; a veces corria como si le persiguiesen, solo para tropezar de nuevo con algun obstaculo y dar con el cuerpo en tierra. Pero siempre se rehacia, impelido por el intenso afan de vivir, de salir de aquel averno. A veces blasfemaba; otras, oraba; pero metro tras metro proseguia el avance hacia la corriente que era su guia y esperanza.
Su voluntad de hierro le llevo cuando ya el cuerpo, maltrecho, exhausto, pedia descanso. Ya no veia la esfera del reloj: cada vez que miraba, no percibia mas que una mancha de luz que giraba vertiginosamente. Las horas habian cesado de significar algo para el…, en aquel vacio estigio no existia el tiempo, solo dolor y locura. La espesa oscuridad le obsesionaba; a veces se sorprendia queriendo cogerla como una cosa palpable. Pensaba en la luz, la divina luz del Sol, la suave luz de la mistica Luna, el vago destello del firmamento estrellado, la luz de la lampara de su casa, la de los faros, de las bombillas, de los rotulos de las calles de las grandes urbes. Penso en toda suerte de luces, hasta en la inexorable blancura del sol tropical llameante sobre los desiertos… Pero solo veia oscuridad, tinieblas… Y asi continuaba fatigosa e incansablemente…
Y de pronto, frente a el se despejo la oscuridad. Acababa de doblar la esquina de un pasaje, tropezando con una roca que percibio, pero que no tuvo fuerzas para esquivar. Y echado sobre el suelo, completamente agotado, vio que la roca emitia una palida luz plateada. El Santo se pregunto si al fin su razon habia sido vencida por la locura y si sus ojos veian alli donde nada habia que ver. Lentamente y con mucho miedo alzo la cabeza.
Podia distinguir toda la cueva: la anchura, la altura, la profundidad… La luz era tan debil, que en realidad solo era la oscuridad normal de la noche, pero tras las densas y horrendas tinieblas en que avanzara durante horas, el contraste se le antojo tan grande como el paso de la noche al dia. Casi sollozando de agradecimiento, se levanto y continuo, tambaleante. A cosa de cincuenta metros, la cueva torcia de nuevo hacia la derecha y, en el rincon que veia, la luz era un poco mas intensa. Llego por fin al recodo y lo doblo, lleno de temor de sufrir un nuevo desengano, pero vio ante si una cueva aun mayor, en cuyo extremo opuesto se percibia una abertura de forma irregular: el bendito cielo…, el firmamento cubierto de rutilantes estrellas.
Sacando fuerzas de flaqueza, alcanzo la abertura y pudo contemplar el esplendor de la noche radiante, el cielo enjoyado y el ancho mar en plena calma. Invadido de jubilo, continuo mirando aquellas maravillas como si nunca hubiese visto cosa semejante.
– ?Dios mio! -exclamo antes de caer desmayado.
Al cabo de tres horas volvio a abrir los ojos. Habia caido a la entrada de la cueva y desperto a causa de la luz de la Luna que le daba en el rostro. Lentamente abrio los ojos y miro el disco luminoso que iba surgiendo del agua. Vagamente recordo las horas pasadas en las horrendas tinieblas subterraneas y se puso en pie dando un grito. El movimiento le desperto por completo, y se encontro apoyado en la pared, latiendole el corazon con fuertes golpes y respirando fatigosamente. El descanso le habia sentado bien, la obtusa sensacion del cerebro habia desaparecido y las fuerzas iban volviendo poco a poco. Tenia los codos y las rodillas doloridos; los nudillos, en carne viva; la cabeza, llena de chichones; todo el cuerpo, transido de dolor; pero no en balde se habia entregado siempre a un duro entrenamiento; tan grande era su capacidad de recuperacion, que en seguida pudo empezar a ejercitar brazos y piernas para comprobar si podia seguir.
Oyo el debil ruido de una maquina, tal vez de un motor. Se puso a escuchar atentamente, preguntandose si sus oidos le enganaban. Pero de nuevo oyo el suave rodar de una maquina, muy distante y confuso pero inequivoco.
Se asomo a la abertura y pestaneo, incredulo.
El islote llamado 'Casa Vieja' estaba al alcance de su vista. Un poco mas lejos se veia aun la esbelta silueta de un barco anclado en las quietas aguas, inundado por la luz de la Luna…, un cuadro encantador para un artista y un marino. Y de pronto, mientras el Santo escuchaba, el ruido del motor ceso de nuevo y luego, a la sombra de la isla, surgio una lancha que avanzaba lentamente en direccion al barco. El Santo vio que en la embarcacion habia algunas cajas y percibio el roce de los remos.
– ?Bendito sea Dios! -exclamo, sorprendido y gozoso.
Ahi estaba el, vivo y mas o menos bien, cuando logicamente deberia haberse ahogado o perdido en la intrincada red de cuevas subterraneas. El destino le habia llevado al sitio exacto en que le convenia estar y precisamente a la hora deseada, con la enorme ventaja de que el Tigre se mecia tranquilamente en la seguridad de haberse quitado por fin la espina que durante tanto tiempo llevara clavada.
A aquella avanzada hora de la noche, Horacio, Patricia y Carn habrian revuelto todo Baycombe en busca de el, encontrando tan solo el agujero de la antigua fonda por donde se precipito. Le habian tenido por muerto durante muchas horas, pero no quedaba mas remedio que retrasar el regreso durante algunas mas. De este modo, le cabia la seguridad de que Patricia no corria ningun peligro, porque sin el no podia intervenir en el asunto; solo lamentaba la falta de Horacio. De todos modos, la cosa quedaba bastante equilibrada, y si continuaba la milagrosa suerte, el asunto terminaria mucho antes, ahora que todo estaba dispuesto para coger al Tigre…
– El Santo contra el Tigre -murmuro Templar.
El Santo volvia a encontrarse en su elemento, animado por su desbordante optimismo. Desde luego, estaba cansado, pero se creia capaz de vencer todos los obstaculos que la banda del Tigre pudiese oponer a sus designios. Nunca como aquella vez habia deseado tanto que llegase el momento decisivo de la lucha, que por todas las circunstancias habia de ser la ultima de sus aventuras, y su sentido de histrion exigia que el espectaculo fuese digno fin de su carrera.
Busco sus armas y las encontro en su sitio. Los cigarrillos, que acaso hubiesen podido ser utiles, estaban estropeados por el agua; pero la pitillera, con la finisima hoja de acero de uno de sus bordes, representaba una valiosa ayuda en casos de apuro. La puso en el bolsillo posterior del pantalon. La americana la dejo en la cueva.
Mirando abajo, vio que solo le separaban unos doce metros de la playa y que, a la luz de la Luna, no era tarea dificil descender aquel trozo. Resuelto, salio por el agujero de la cueva, encontrando suficiente apoyo en los salientes de la roca, y pocos minutos despues se hallaba abajo con el agua hasta las rodillas. La distancia que tenia que recorrer a nado era larga, pero ya entonces se creia capaz de salvarla. Entro en el agua hasta que esta le llego a la cintura y luego empezo a nadar con brazadas silenciosas, dando un gran rodeo, para alejarse de la zona peligrosa entre la 'Casa Vieja' y el barco, desde donde seria facil que le viese alguien, porque la luz de la Luna era cada vez mas clara.
Sin embargo, a pesar del rodeo, no tardo en llegar a estribor del buque, despues de recorrer los ultimos cien metros debajo del agua, saliendo solo tres veces y con gran precaucion para respirar. Una vez alli, se detuvo un momento para descansar; luego se dirigio hacia la proa, sin apartarse del casco. Trepar por la cadena del ancla, expuesto a ser visto desde la isla o desde el puente, era muy peligroso. Pero no habia mas remedio, porque las portas estaban demasiado altas para alcanzarlas.
Una vez mas le favorecio la suerte. Mientras nadaba lentamente a lo largo del casco, reflexionando sobre el problema, tropezo con una escala de cabo que pendia desde la cubierta. El capitan debio de ponerla para que subiese el Tigre y sus complices, y desde entonces debio de quedar olvidada por haber hecho la marea girar el barco. Precisamente lo que le convenia a el.
El ruido de la maquina y el chirrido de las cabrias que subian el oro a bordo era ahora mas fuerte; ademas, percibia pasos a bordo y murmullo de voces. Por lo que podia juzgar al ir trepando por la escala, la gente trabajaba en la escotilla de popa, dado que directamente encima de el no percibio ruido alguno.