La muchacha se levanto, haciendo crujir los documentos entre sus manos.
– Seria un acto muy bajo -exclamo con vehemencia-.?Que son unos miles de libras esterlinas para usted?
– Mucho. Significa nada menos que puedo dictar mis condiciones.
Patricia se quedo rigida. Hubo un silencio lleno de siniestros augurios. Luego, con voz cansada, pregunto:
– ?Que condiciones?
Sir John Bittle hizo un ademan de impaciencia.
– Por favor, nada de melodrama. Al fin y al cabo, la cosa no es nada del otro mundo. Yo quisiera que aceptara usted ser mi mujer.
La muchacha se quedo sin poder contestar durante un rato; la ultima lagrima desaparecio de sus ya blancas mejillas. Alzo los documentos exclamando:
– Aqui tiene mi respuesta,?sinverguenza!
Y rompiendo los papeles en varios trozos, se los lanzo a la cara, clavandole, iracunda, la mirada.
– ?Muy bien, chiquilla! -murmuro el Santo.
Bittle, sin embargo, se mostro imperturbable; de nuevo rio con risa bronca, sin que su rostro, impenetrable, rollizo e hinchado, revelase la menor emocion.
– No eran mas que copias -dijo con voz burlona.
El Santo penso en romper la tension del dialogo con un ligero comentario del tercero en discordia y se dispuso a salir a escena.
– ?Que tonta es usted! -anadio Bittle-.?Se ha figurado que hubiese podido subir desde abajo hasta llegar a ser lo que soy sin tener inteligencia??Cree usted que yo, que he vencido a los abogados mas listos de Londres, iba a permitir que una provincianita se burlase de mi??Bah! -Y tras breve pausa-: Hablemos con calma y no perdamos los estribos.?Nada de melodramas! El caso es muy sencillo: o se casa usted conmigo, o embargare a su tia todo lo que tiene. Elija lo que quiera, pero basta ya de escenas.
– Es verdad, basta ya de escenas -convino el Santo, que penetro alli sin que ninguno de los dos advirtiese su llegada.
Habia entrado ocultandose detras de la cortina, y de ella salio cuando hablo por primera vez. El efecto fue tan sorprendente como si hubiera llegado hasta ellos por arte de magia.
Patricia lo reconocio, dejando escapar un grito ahogado. Bittle se levanto profiriendo una maldicion. Primero palidecio y luego enrojecio. El Santo, con las manos en los bolsillos, le contemplo sonriendo amablemente.
– Senor… -empezo Bittle.
Pero Templar le interrumpio:
– Simon Templar, para servirle. -Y dirigiendose a la muchacha-: Buenas noches, Pat. Espero no molestar.
Y miro a los dos con expresion tan beatifica como si saludara a dos buenos amigos. Patricia se acerco instintivamente a el, y la sonrisa de Templar se hizo aun mas carinosa al ofrecerle la mano. Bittle trataba de dominarse, y lo logro no sin esfuerzo.
– Que yo sepa, senor Templar, no le he invitado esta noche -dijo amenazador.
– Tampoco lo sabia yo -dijo el Santo con gran aplomo-. Es extrano,?verdad?
Bittle temblaba de furia. No sabia cuanto tiempo habia estado aquel intruso escuchando la conversacion. Pero, ademas, temia otra cosa. El Santo era alto y, aunque no pesaba mucho, habia en su aspecto algo que indicaba que era un magnifico luchador, dificil de vencer. Y tambien en sus burlones y azules ojos habia una luz que impresionaba; la suavidad con que hablaba daba escalofrios a Bittle.
– ?No le parece, senor Templar, que…, vamos, creo que no es preciso andarse por las ramas…, que su llegada ha sido bastante inoportuna?
– ?Que se yo! -contesto el aludido de un modo vago, como si la pregunta encerrase un problema dificil-.?Que se yo!
Bittle se encogio de hombros y se fue a una mesita donde habia una jarra, un sifon y varias copas.
– ?Quiere una copa de whisky, senor Templar?
– Gracias -repuso el Santo-. La tomare cuando llegue a casa. Soy muy especial respecto a las personas con quienes bebo. Tuve un amigo que fue descuidado en este sentido, y un dia lo sacaron del canal de Soerabaya. Me disgustaria que me sacaran de un canal.
– Era para demostrar que no le guardo rencor…
– Si yo bebiese whisky, amiguito, me parece que me seria dificil guardarle rencor -observo Templar con doble sentido.
Bittle apago el cigarro en el cenicero y se quedo mirando al Santo, cuyo aspecto tranquilo le causaba cada vez mas miedo. Estaba aun en el mismo sitio en que aparecio por primera vez, no parecia haberse inmutado y no demostraba tener prisa. Daba la impresion de que esperaba algo, y Bittle empezaba a preocuparse.
– Creo que su proceder no corresponde al de un caballero, senor Templar -dijo el millonario.
– Es verdad -repuso el Santo con enfasis-. Gracias a Dios, no soy caballero. Los caballeros suelen ser tan absurdos… Por ejemplo, ningun caballero de estos contornos quiere tratos con usted (asi, cuando menos, me lo han dicho), pero a mi no me importa. Espero que usted y yo nos entenderemos perfectamente y que este encuentro sera preludio de excelentes relaciones, para satisfaccion y provecho mutuos.
– Ya que no quiere usted atender a razones, senor Templar…
Bittle toco el timbre.
El Santo no se movio de su sitio, siempre sonriente y tranquilo.. Al instante entro un mayordomo que tenia cara de boxeador.
– Haga el favor de acompanar al senor Templar a la puerta -ordeno Bittle.
– Pero?cuanta amabilidad! -exclamo el Santo, siguiendo al mayordomo.
El millonario se quedo junto a la mesita, con la boca abierta en vista de la facilidad con que acababa de desembarazarse de tan molesto personaje.
– ?Conozco muy bien a estos fanfarrones! -observo con mal disimulado alivio.
Su satisfaccion duro poco, porque oyo un portazo, un grito y, mientras miraba a la puerta, el Santo volvio a entrar por la vidriera del jardin. Su alegre exclamacion de saludo hizo que el millonario se volviese rapidamente. Al mismo tiempo se abrio la puerta de la habitacion y entro el mayordomo hecho una furia.
– Una puerta muy bonita -murmuro el Santo.
Jadeaba, pero, por lo demas, estaba tranquilo. El mayordomo pugilista, en cambio, estaba despeinado y al parecer se habia dado de narices contra una cosa dura, porque le chorreaba sangre. Su mirada era furibunda.
– Ya estamos todos aqui -anadio el Santo-. Es un juego muy bonito,?eh?,?eh?, como diria Algy. Bueno, bueno…?Podre ver ahora el cuarto de bano? Los agentes anuncian siempre que la casa tiene excelente cuarto de bano, y aun no he visto el de esta.
– Dejemelo de mi cuenta -dijo el mayordomo, avanzando en actitud amenazadora.
– Has querido hacerme caer por la escalinata y has recibido la respuesta en las narices -dijo el Santo-. Ahora quieres volver a las andadas, y me gustaria saber donde te dare esta vez.
Bittle se interpuso entre los dos, despues de calcular las posibilidades que tenia su criado contra el Santo. Luego miro a aquel y con un ademan le despidio.
El ex boxeador se marcho de mala gana, echando maldiciones. El millonario volvio a dirigirse al Santo.
– ?Y si se explicase usted, senor Templar?
– Si,?y que?
Bittle iba perdiendo la paciencia.
– ?Bien, senor Templar?
– Muy bien, gracias,?y usted?
– ?Es necesario que pierda el tiempo haciendose el gracioso? -pregunto Bittle secamente.
– Ahora que lo pienso, no -contesto el Santo, muy amable-. Pero mi abuelita ya decia que yo era un guason… Bien, bien, hijo; considerando las cosas desde todos los puntos de vista, la hospitalidad de usted no esta a la altura de la buena hospitalidad. Acompanare a la senorita Holm a su casa.?Hasta mas ver!
Cogio a Patricia del brazo y la llevo hacia la puerta vidriera, mientras Bittle se quedaba mirandole, sin saber que decir. Pero en el momento en que los dos iban a desaparecer, el Santo se detuvo, como si hubiera tenido una