Pense en lo que habia dicho: «pagare el precio». ?Se referia acaso a lo que yo creia? Mi deseo sexual me producia oleadas de sangre caliente por todo el cuerpo. No recordaba haberme sentido antes asi, y eso me sorprendio.

– ?Cuanto mas? -le pregunte, con voz ronca.

– Gira a la izquierda al final del camino y habremos llegado -dijo, y tiro la colilla por la ventanilla abierta.

Avance otro medio kilometro y despues gire a la izquierda. Era un camino estrecho y disminui la velocidad. Al frente, pude ver un bungalow de aspecto sordido que parecia abandonado.

– ?Esa es tu casa?

– Asi es.

Me detuve y observe el edificio. No podia imaginar un lugar peor para vivir. La casa estaba rodeada de arbustos y malezas. No tenia valla, probablemente estaria enterrada entre la maleza; habia varias latas vacias, tambores de aceite y papeles tirados.

– Vamos -dijo, impaciente-, ?que estas mirando?

– ?De veras es tu casa?

Encendio otro cigarrillo.

– El miserable estupido de mi padre vivio aqui. Esto es todo lo que nos dejo -dijo-. ?Pero a ti que te importa? Si no quieres seguir adelante puedo andar el resto del camino.

– ?Nos dejo? ?A quienes te refieres?

– A mi hermano y a mi. -Abrio la puerta del coche y salio-. Adios, senor benefactor. Gracias por el viaje. -Y comenzo a andar por el accidentado camino con pasos largos y presurosos.

Aguarde hasta que llego a la puerta principal, luego puse el coche en marcha, me acerque a la casa y baje.

La puerta de entrada estaba abierta. Me asome al pequeno vestibulo. A la izquierda habia otra puerta abierta.

Oi a un hombre decir:

– ?Dios mio, has regresado!

Senti una oleada de frustracion. «Pagare mi precio», me habia prometido.

Avance y cuando Rhea me oyo se volvio.

Nos miramos.

– ?Necesitas algo? -me pregunto.

Aparecio un hombre. Debia de ser su hermano: alto, de buena contextura y con el mismo color rojizo de cabello, cara cuadrada, ojos verdes. Llevaba algo que parecia una camiseta vieja y un par de tejanos gastados. Era unos anos menor que ella, veinticuatro, tal vez menos.

– ?Y este quien es?

– Soy Larry Carr-me presente-. Trabajo para la Asistencia Social.

Nos miramos y senti que empezaba a odiarlo cuando se echo a reir.

– ?Las cosas que te traes! -le dijo a Rhea-. Los gusanos de un queso… Y ahora un asistente social.

– ?Callate! -le grito ella-. El se dedica a hacer el bien. ?Hay algo de comer en esta pocilga?

Mire a uno y otro. Ambos eran de un mundo diferente al mio. Mi mente volo a Paradise City con sus mujeres gordas, viejas y ricas junto a sus perros, Sydney revoloteando de aqui para alla, jovenes de apariencia sexy, y, sin embargo, todo aquel ambiente sordido me atraia.

– ?Que os parece si os dais un bano? -propuse-. Os invito a comer a los dos.

El muchacho hizo a un lado a Rhea y se me acerco.

– ?Crees que necesito un bano?

Entonces lo odie de veras.

– Por supuesto que si… apestas.

Rhea se echo a reir y se puso en medio de nosotros.

– Es de los mios, Fel, dejalo en paz.

El muchacho me miro con los ojos encendidos por encima del hombro de Rhea. Esperaba su primer movimiento. Tenia necesidad de golpearle. Debio de adivinarlo por mi expresion, pues se volvio, atraveso la sala desordenada y sucia, abrio una puerta y desaparecio.

– ?Que recibimiento! -dije-. ?No quieres que te compre algo de comer?

Ella me estudio con sus ojos esmeralda.

– ?Acaso me deseas? -exclamo-. Cuando me tengas, te costara mas que una comida.

Aquello era un desafio y una promesa, y le sonrei.

– Estoy en el hotel Bendix… cuando quieras -dije, y sali de la casa y camine hasta el coche.

Tarde o temprano, me dije, nos encontrariamos; era una experiencia por la que bien valia la pena esperar.

Regrese a Luceville, comi en Luigi, luego compre un racimo de uvas y fui al hospital.

Jenny estaba mejor. Me sonrio con alegria cuando me sente junto a su cama.

– ?Como te ha ido? -me pregunto, despues de agradecerme las uvas.

Le di una version reducida de mi encuentro con Rhea Morgan. Dije que habia ido a buscarla, la habia llevado a su casa y la habia dejado alli. Explique que su hermano parecia dificil y que no me habia mirado con buenos ojos.

Pero a Jenny no se la enganaba tan facilmente. Me observo con detenimiento.

– ?Y que piensas de ella, Larry?

Me encogi de hombros.

– Es ruda. -Trate de dar la impresion de que Rhea no significaba nada para mi-. Le dije que habias sufrido un accidente y que yo te sustituia.

Sonrio con su calida sonrisa.

– No le importo, ?verdad?

– No… no le importo.

– Aun no comprendes, Larry. La gente reacciona cuando se la trata con bondad.

– Pero ella, no.

– Asi es, tienes razon, pero hay muchas personas que si; claro que hay excepciones. Ella es un caso dificil.

– ?Ya lo creo!

Hubo una larga pausa en la que cruzamos la mirada.

– ?Que piensas hacer? No te quedaras aqui, ?no?

– Dime una cosa. Hace dos dias que estas internada en el hospital. ?Ha venido alguien a verte aparte de mi?

Era una pregunta desagradable, pero tenia que saberlo.

– Solo tu, Larry. Nadie mas. -Y, otra vez, su sonrisa.

– ?Y todas las mujeres que te acosan para que las ayudes no han venido a verte?

– Eso no prueba nada, Larry. Tu no lo comprendes. Todas son muy pobres y es costumbre que cuando uno va de visita al hospital lleve algo. Ellas no tienen nada que traer y por eso no vienen.

Asenti.

– Gracias por explicarmelo.

De repente, me pregunto:

– ?Y como anda tu problema, Larry?

– ?Problema? -Por un breve instante no supe a lo que se referia, luego recorde que se suponia que yo tenia un problema, que estaba recuperandome de la perdida de Judy, que habia sufrido un accidente, que no me podia concentrar en el trabajo y que su tio me habia recomendado un cambio de ambiente. Durante los ultimos dos dias, ni siquiera habia pensado en todo aquello.

– Creo que he superado el problema -dije.

– Eso suponia. -Me miro-. Entonces, sera mejor que regreses; esta ciudad no es para ti.

Pense en Rhea.

– Me quedare unos dias mas. ?Quieres que te traiga algo manana?

– Eres un angel, Larry. Gracias… me gustaria algo para leer.

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