Compre un ejemplar de El arreglo, de Elia Kazan, y se lo hice enviar a su cuarto. Pense que aquel libro le iba a la medida.

CAPITULO CUATRO

Fui en coche a la oficina de Jenny, aparque y subi los seis pisos.

Despues de dejar a Jenny, habia vuelto al hotel. Permaneci en mi sordida habitacion durante una media hora, siempre pensando en Rhea Morgan y de una forma bastante erotica. La deseaba tanto que era como un virus en la sangre. La idea de desvestirla y poseerla me hacia sudar, pero recordaba lo que me habia dicho: «?Acaso me deseas? Cuando me tengas, te costara mas que una comida.»

Pero yo no era un incauto como Jenny. Cuando la poseyera, pues la poseeria, no me costaria ni un centavo.

Sin embargo, primero tenia que conocer mas cosas sobre ella. Sabia que Jenny tendria sus antecedentes y queria leerlos. Aquello podria darme alguna ventaja en los preliminares.

Aquella idea me llevo hasta la oficina. Me detuve detras de la puerta. A traves de los delgados paneles se podia oir el tecleo de una maquina y aquello me sorprendio. Llame, hice girar la manecilla y entre. Detras del escritorio habia una mujer anciana y delgada. Tenia la cara como esculpida en madera. En un rincon, una adolescente se afanaba en la maquina de escribir. Ambas me miraron como si llegara de la luna.

– Me llamo Larry Carr -y dedique mi mejor sonrisa a la cara de piedra-. Trabajaba con Jenny Baxter.

Era una asistenta profesional, no como Jenny: no era ninguna incauta. Podia imaginar ya a las viejas salir corriendo al verla.

– ?Si, senor Carr? -Tenia una voz que seria la envidia de cualquier policia.

– Quise pasar a ver si podia ayudar en algo -dije, mientras echaba una mirada hacia los archivos que estaban detras de la adolescente, que habia dejado de mecanografiar. Acabaria de terminar el bachillerato, era un adefesio sin ningun atractivo. En alguna parte de aquellos archivos podian estar los antecedentes de Rhea-. Si puedo ser util en algo…

– ?Util? -Cara de piedra se puso dura-. ?Tiene algun tipo de preparacion, senor Carr?

– No, pero… -No continue la frase; era gastar saliva inutil. Estaba seguro de que conocia mi historia.

– Gracias, senor Carr. Podemos arreglamos muy bien.

– Solo pense en pasar. -Retrocedi hasta la puerta-. Estoy en el hotel Bendix. Si necesitan ayuda, no duden en llamarme.

– No le molestaremos, senor Carr -dijo, con gesto agrio-. La senorita Baxter siempre llamaba a aficionados, pero ese no es mi metodo.

– Eso me ha parecido -dije, y sali.

Me hubiera gustado hacerlo legalmente, pero si aquella vieja vaca era asi, tendria que hacerlo de forma ilegal. Aun guardaba la llave de la oficina.

Baje los seis pisos y sali a la calle polvorienta. Eran las cinco de la tarde, fui al bar de enfrente y me sente en un sitio desde donde podia vigilar la entrada del edificio. Pedi una cerveza, encendi un cigarrillo y aguarde.

Paso el tiempo. La gente entraba y salia. Una mosca intento entablar amistad conmigo, pero la espante con la mano. Despues de una segunda cerveza, vi salir a Cara de piedra y a la adolescente, que siguieron juntas por la calle. Cara de piedra llevaba a la chica del brazo con gesto posesivo, como si temiera que un hombre apareciera y la violara.

No tenia prisa. Pedi una tercera cerveza, fume otro cigarrillo y despues sali a la calle. Eran las siete y cuarto. Cuando entre en el edificio, salieron dos chicas en minifalda, riendose. En una hora mas seria de noche. No queria encender las luces de la oficina. Eso podria delatarme. Subi los seis pisos por la escalera. Los duenos de las oficinas comenzaban a marchar a sus casas. Pasaban junto a mi mientras subia: hombres grandes y pequenos, gordos y delgados; algunos, con sus mecanografas. No notaron mi presencia. Estaban demasiado ansiosos por regresar a la incomodidad de sus hogares, a comer, ver la television y despues irse a la cama con sus aburridas esposas.

Cuando llegue al sexto piso, una mujer con la cara arrugada como una pasa salio de una oficina; cerro la puerta de golpe y paso corriendo junto a mi como si fuera el estrangulador de Boston. Abri la puerta de la oficina de Jenny, entre, cerre la puerta y puse la llave.

Tarde unos diez minutos en encontrar la ficha de Rhea Morgan. Me sente al escritorio y lei sus antecedentes como si estuviera leyendo los mios propios.

Jenny habia hecho un buen trabajo. El informe estaba escrito por ella. Debio de haber pensado que era demasiado personal para darselo a mecanografiar a otra persona.

Me entere de que Rhea Morgan tenia veintiocho anos. A los ocho la habian detenido por incontrolable. La ingresaron en un correccional. A los diez la pescaron robando perfume y lapiz de labios en un autoservicio. A los trece tuvo relaciones sexuales con uno de los ejecutivos de la institucion. Los pescaron en medio del acto y, unas horas despues, antes de que llegara la policia, el ejecutivo se corto la garganta. La pasaron a un reformatorio mas estricto. Un ano mas tarde, escapo. Unos anos despues la encontraron prostituyendose con los camioneros en la autopista a Nueva York. Esta vez la pusieron en tratamiento psiquiatrico. Tampoco tuvieron exito porque volvio a escapar y permanecio en paradero desconocido durante dos anos. Despues la cogieron con tres hombres que intentaban asaltar un banco. Hubo el atenuante de la edad y la condenaron a un ano. Para entonces, tendria unos diecisiete. Despues de cumplir la sentencia desaparecio de la vista y volvio a aparecer tres anos despues. Esta vez estaba involucrada con dos hombres en el robo a una joyeria. Ella conducia el automovil de la huida. Los dos hombres, armados con pistolas de juguete, habian entrado en una joyeria barata de Miami. Eran aficionados y se disponian a huir cuando aparecio un guardia armado con una 45 automatica. Rhea pudo haber escapado, pero se quedo y la atraparon. Con sus antecedentes, le dieron cuatro anos. Otra vez fuera, la pescaron en el asalto a una estacion de servicio junto a tres hombres. Esta vez, el juez le echo otros cuatro anos, y esa era la historia hasta el momento.

Deje el informe sobre el escritorio y encendi un cigarrillo. Ya conocia sus antecedentes y me intrigo saber algo sobre su hermano. Busque en los archivos pero no encontre nada. Era como si Jenny no hubiera tenido nada que ver con el, pero estaba seguro de que era del grupo de Rhea.

Mientras oscurecia, me quede sentado detras del escritorio pensando en Rhea. Pense en la vida que habia tenido y descubri que la envidiaba. Recorde mi vida hogarena, aburrida, y a mi madre, tan buena, que murio cuando yo tenia quince anos, y a mi padre, que trabajo como un esclavo en una mina de diamantes, hizo mucho dinero, lo invirtio mal y murio derrotado. Rhea habia vivido una vida malsana, pero no habia sido vencida. En el momento en que salio de la prision, siguio su destino en el crimen. Por lo menos, tenia un proposito y un objetivo. El proposito era malo, pero habia establecido las marcas y continuado adelante.

?Malo?

Apague mi cigarrillo y encendi otro.

Me habian ensenado que robar era malo, ?pero lo era en aquel mundo moderno en que vivia? ?No se trataba de la supervivencia del mas fuerte? ?No era una guerra valiente y privada de un individuo contra la policia?

?No era una vida mejor que la de la gente que vivia mendigandole a Jenny?

La mitad de mi mente me decia que estaba equivocado, pero la otra mitad me decia que no. Supe que, de pronto, Rhea se habia convertido en la persona mas importante de mi vida. Sentia una fascinacion sexual, pero tambien envidiaba el hecho de que pudiera tener mas coraje que yo. Tuve deseos de experimentar lo que ella habia experimentado. Ser perseguido por la policia. Esa era una experiencia que deseaba tener. Pense en como se habria sentido cuando vivio aquella tension y, sin embargo, no salio huyendo de la joyeria. Le envidiaba aquella experiencia. Senti la necesidad de descubrir si realmente tendria coraje bajo fuerte presion, como lo tenia ella.

Se estaba haciendo de noche, asi que guarde el informe en el archivo y vacie el cenicero en un sobre que guarde en el bolsillo. No queria que Cara de piedra se enterara de que habia estado en la oficina. Despues, me fui.

Mientras bajaba por la escalera, pense en Rhea y su hermano en aquel sordido bungalow, y senti envidia.

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