– Senor Carr, aqui esta un oficial de la policia que quiere interrogarle. ?Se siente bien para hablar con el? No dude en decir que no si no se encuentra bien, pero parece que es importante.

– ?Se trata de Sydney Fremlin? -pregunte, con voz ronca y casi susurrando.

– Si.

Cerre los ojos y permaneci algunos segundos en silencio. Queria que supiera que aun no me sentia bien.

– De acuerdo.

El doctor se volvio e hizo senas a Lepski.

– Solo unos minutos.

Lepski se puso a mi lado, de pie.

– Senor Carr… Imagino como se siente, pero esto es importante. ?Puede decirme lo que sucedio? Brevemente… Digame solo lo que ocurrio y por que esta asi. -Note que su voz no era hostil y ello significaba, sin duda, que no sospechaba de mi.

Con voz cansada y en un susurro, dije:

– Fremlin y yo estabamos trabajando. De repente, se abrio la puerta y aparecieron un hombre y una mujer. Fremlin trato de detenerle. La mujer le disparo y luego me golpeo a mi.

– ?En que estaban trabajando?

– En el diseno de un collar de diamantes.

– ?Tiene alguna idea de lo que estaban buscando?

– El collar de diamantes.

– ?Que collar?

– Estabamos transformando un collar. El collar estaba sobre el escritorio… ?Se lo llevaron?

– No habia ningun collar cuando llegamos -dijo Lepski, inclinandose hacia delante y observandome-. ?Que collar… y cual era su valor?

«Es suficiente por ahora», pense, y cerre los ojos.

– Es suficiente -dijo el doctor Summers-. Ahora debe descansar.

– ?Este es un caso de homicidio, doctor! ?Tengo que hablar con el! ?Senor Carr!

Abri los ojos, le mire y volvi a cerrarlos. Senti otra inyeccion y perdi la conciencia mientras oia protestar a Lepski.

Cuando volvi a despertar, halle a otro hombre sentado a mi lado. Era alto, delgado y feo, pero de una manera agradable, y de modales suaves.

– ?Como se siente, senor Carr?

Detras de el estaba la enfermera.

– Un poco dopado -conteste, cerrando los ojos. Movi la cabeza y volvi a abrirlos-. ?Quien es usted?

– Mi nombre es Steve Harmas -dijo-. Represento a la National Fidelity Insurance Corporation.

Senti un escalofrio en la espalda.

Aquel era el hombre del que tanto habia oido hablar: el hombre que resolvia estafas y asesinatos, respaldado siempre por Maddox.

Aquel hombre iba a ser mucho mas peligroso que Lepski. Estaba seguro de ello, pero no podia seguir esquivandole.

Era el momento del show. Tenia que convencerle o estaria perdido.

– ?Siente deseos de hablar? -me pregunto Harmas. Su voz era suave y alentadora, pero no me deje enganar.

– Si. -Deje ver que para mi era un gran esfuerzo y me incorpore un poco, como para mirarle directamente a los ojos-. Adelante.

– Sere breve, senor Carr. -Su voz no era hostil, pero su mirada estaba alerta. No me engano ni por un momento-. ?Sabia que el senor Fremlin habia asegurado el collar de diamantes por tres cuartos de millon de dolares?

– Si… el me lo dijo.

– Suponemos que el collar ha sido robado. Por lo que le dijo usted a Lepski, esas personas iban tras el collar. La caja del senor Fremlin estaba abierta y no habia rastro del collar. ?Se lo llevaron?

– No.

Me miro.

– ?No lo hicieron? ?Esta seguro?

– Si.

Me miro con aire dubitativo.

– ?Y usted sabe donde se encuentra?

Era el momento de jugar el as.

– Si, lo se… Esta en la caja de seguridad de mi apartamento.

Hubo una larga pausa mientras Harmas me observaba atentamente.

– ?En su caja, senor Carr? No lo entiendo.

Cerre los ojos y fingi descansar un momento, luego volvi a abrirlos y le dije:

– Puedo asegurarle que el collar no ha sido robado. Habia dos collares. El original, en diamantes, y una imitacion, de vidrio. Nosotros trabajabamos con la imitacion.

Harmas dejo escapar un suspiro por los labios entreabiertos.

– ?Que buena noticia! Mi jefe creia que ibamos a tener que pagar casi un millon. ?Lo dice en serio?

– Si. Fremlin temia guardar el collar verdadero en su apartamento y me pidio que lo pusiera en mi caja. A menos que los ladrones hayan entrado tambien en mi apartamento, todavia debe de estar alli.

– ?Podria comprobarlo, senor Carr? Mi jefe esta sufriendo un ataque tras otro y querria evitarle este sufrimiento.

– Adelante. Encontrara la llave de mi apartamento en el bolsillo de mi chaqueta. -Le di la direccion-. La combinacion de la caja es X-11-0-4. Vaya a verlo. -Y cerre los ojos.

– No se preocupe por nada, senor Carr. Descanse. -Y se fue.

Suspire profundamente. Aquello me libraba de toda sospecha. Pero todavia existia un riesgo: si la policia atrapaba a Rhea y a Fel hablarian y aquella debil inspiracion mia no serviria para nada.

CAPITULO OCHO

El sargento Fred Hess, encargado del departamento de homicidios, era un hombre bajo, regordete y de cejas espesas, ojos frios y alerta.

Una hora despues de que Harmas se retirara, Hess entro en mi cuarto seguido de Lepski para interrogarme.

– Senor Carr… Soy Hess, de la Policia Federal, homicidios -dijo, con voz de ultratumba-. El doctor Summers afirma que usted no se encuentra completamente repuesto para hacer una declaracion completa, espero que pueda respondernos a algunas preguntas.

– Estoy bien -respondi-. El doctor Summers tiene buenas intenciones, pero exagera.

Eso gusto a Hess, que sonrio, acerco una silla y se sento a mi lado. Lepski anduvo hasta la ventana, se sento y saco una libreta.

Habia tenido mucho tiempo para revisar mi historia y estaba preparado y confiado.

– Muy bien, senor Carr, veamos que me dice sobre ese collar. Harmas me ha informado de que los ladrones robaron una imitacion. ?Es cierto?

– Si el collar no esta entonces robaron la imitacion.

– ?No se dieron cuenta de que era una imitacion?

– No; podria enganar a cualquiera salvo a un experto de primera. Pero para aclarar todo esto, sargento, ?que le parece si se lo cuento todo desde el principio?

Me miro sorprendido y luego asintio.

– Me parece muy bien.

Le relate entonces como la senora Plessington habia querido un collar, como le habia encargado una replica

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