– ?Que les digo si me preguntan si hemos adelantado algo en la investigacion?
– No se lo preguntaran. Todavia no -contesto Brunetti, seguro de no equivocarse, aunque sin saber por que.
Cuando llego a casa, encontro a Paola sentada en la terraza con los pies descansando en uno de los sillones de mimbre que habian resistido otro invierno a la intemperie. Le sonrio y retiro los pies del sillon. El acepto la invitacion y se sento frente a ella.
– ?Puedo preguntar que tal ha sido el dia? -dijo.
El se hundio un poco mas en el sillon y movio la cabeza negativamente, pero consiguio sonreir.
– Vale mas no preguntar. Un dia como tantos.
– ?Cargado de?
– Usura, corrupcion y codicia.
– Si. Un dia como tantos. -Ella saco un sobre del libro que tenia en el regazo y se inclino para darselo-. Quiza esto te lo arregle.
El tomo el sobre y lo miro. Era del Ufficio Catasto. No comprendia como podia aquello arreglarle el dia.
Saco la carta y la leyo.
– ?Es un milagro? -pregunto y, bajando la mirada, leyo la ultima frase en voz alta-: «Habiendose presentado documentacion suficiente, toda comunicacion anterior expedida por esta oficina queda sustituida por el presente documento de
Paola asintio, sin sonreir ni desviar la mirada.
El busco las palabras y el tono precisos y, habiendolos encontrado, pregunto:
– ?No podrias ser un poco mas explicita?
La explicacion fue inmediata.
– Tal como yo lo veo, significa que el asunto ha terminado, que han encontrado los papeles necesarios y que no van a marearnos mas
– ?Encontrado? -repitio el.
– Encontrado.
El miro la hoja de papel que tenia en la mano, en la que aparecia la palabra «presentado». La doblo y la introdujo en el sobre, mientras pensaba como preguntar y si debia preguntar.
Devolvio el sobre a su mujer y dominando todavia el tono pero no las palabras, inquirio:
– ?Tu padre tiene algo que ver con esto?
El la observaba. La experiencia le dijo durante cuanto tiempo penso ella en mentirle y tambien el momento en que abandono la idea.
– Es probable.
– ?De que manera?
– Estabamos hablando de ti -empezo ella, y Brunetti disimulo la sorpresa por el hecho de que Paola hablara de el con su padre-. Me pregunto como estabas, como iba tu trabajo, y le dije que tenias mas problemas de los habituales. -Antes de que el pudiera acusarla de revelar sus secretos profesionales, Paola explico-: Ya sabes que nunca hablo de cosas concretas, ni con el ni con nadie, pero si le dije que estabas mas sobrecargado que de costumbre.
– ?Sobrecargado?
– Si -y explico-: Con lo del hijo de Patta y la forma en que va a librarse. Y esos pobres chicos muertos. -Al ver su expresion, dijo-: No; a el no le dije nada de eso, solo le insinue que ultimamente estabas agobiado. Recuerda, Guido, que vivo y duermo contigo, y que no es necesario que me des el parte diario de como te afectan esas cosas.
El la vio erguir el tronco, como si creyera que la conversacion habia terminado y ya podia ir a buscar unas copas.
– ?Que mas le dijiste, Paola? -pregunto el antes de que ella pudiera levantarse.
La respuesta tardo en llegar, pero cuando llego era cierta.
– Le hable de esa tonteria del Ufficio Catasto que, a pesar de que no habiamos sabido mas, aun pendia sobre nuestras cabezas, como una especie de espada de Damocles de la burocracia. -El conocia la tactica: la frase ingeniosa para salirse por la tangente. No se dejo distraer.
– ?Y que dijo el?
– Pregunto si podia hacer algo.
Si Brunetti hubiera estado menos cansado, menos deprimido por un dia cargado de reflexiones sobre la corrupcion humana, probablemente, hubiera desistido de continuar la conversacion, dejando que los acontecimientos siguieran su curso a espaldas suyas. Pero algo, quiza la autocomplaciente duplicidad de Paola o su propio sonrojo ante ella, le hizo decir:
– Te dije que no hicieras eso. -Rapidamente, rectifico-: Te pedi que no lo hicieras.
– Ya lo se. Por eso no le pedi que nos ayudara.
– No tuviste que pedirselo, ?verdad? -dijo el, empezando a levantar el tono.
El de ella subio en la misma medida.
– Yo no se lo que ha podido hacer. Ni se si ha hecho algo.
Brunetti senalo el sobre que ella tenia en la mano.
– No hace falta ir muy lejos para encontrar la respuesta. Te pedi que no hicieras que nos ayudara, que no le hicieras utilizar su red de amigos e influencias.
– Pero no tuviste inconveniente en utilizar la nuestra -replico ella.
– Es distinto.
– ?Por que?
– Porque nosotros somos gente corriente. No tenemos su poder. No podemos estar seguros de conseguir siempre lo que queremos, de soslayar la ley cuando nos conviene.
– ?De verdad piensas que eso es distinto? -pregunto ella con asombro.
El asintio.
– Dime entonces ?quien es Patta? -pregunto ella-. ?Es uno de nosotros o uno de los poderosos?
– ?Patta?
– Si, Patta. Si tu dices que es aceptable que la gente corriente trate de saltarse las normas pero no es licito que se las salte la gente importante, ?en que categoria pones a Patta? -Al ver que Brunetti dudaba, agrego-: Te lo pregunto porque no disimulas la opinion que te merece lo que ha hecho para salvar a su hijo.
Un furor instantaneo lo inundo:
– Su hijo es un delincuente.
– Pero sigue siendo su hijo.
– ?Asi pues, hay que aceptar que tu padre corrompa el sistema, porque lo hace por su hija? -Aun no habia acabado de decirlo cuando ya empezaban a pesarle sus palabras y se enfriaba su indignacion.
Paola lo miraba con la boca abierta formando con los labios una pequena «o», como si acabara de abofetearla. El dijo al instante:
– Perdona, lo siento. No he debido decir eso. -Apoyo la cabeza en el respaldo del sillon, moviendola a derecha e izquierda. Le hubiera gustado cerrar los ojos y borrar todo aquello. Levanto una mano con la palma hacia arriba y la dejo caer-. De verdad lo siento. No debi decirlo.
– No. No debiste.
– No es verdad -se disculpo.
– Si -dijo ella con voz serena-. Y por eso no debiste decirlo. Porque es verdad. Lo hizo porque soy su hija.
Brunetti fue a decir que no era verdad la otra parte. El conde Falier no podia corromper un sistema que ya estaba corrupto, que probablemente habia nacido corrupto. Pero solo dijo:
– Yo no quiero esto, Paola.
– ?No quieres que?
– Pelear por eso.
– No tiene importancia. -Su voz era distante, indiferente, levemente imperiosa.
– Oh, vamos ya -dijo el, otra vez irritado.