dejar mensaje ni nombre. Lo mismo ocurrio cuando llamo a otro amigo a Roma. En la tercera tentativa, en la que trataba de contactar con Beppe Avisani, de Palermo, contestaron a la segunda senal:
– Avisani.
–
– Ah, encantado de oir tu voz -dijo Avisani y, durante unos minutos, intercambiaron la clase de informacion que dan y reciben los amigos que hace tiempo que no saben uno de otro, quiza con un punto de formalidad en la voz, porque ambos sabian que ahora solo se hablaban cuando uno de ellos necesitaba informacion.
Cuando todo lo que habia que decir sobre las respectivas familias estuvo dicho, Avisani pregunto:
– ?De que quieres que te hable?
– Investigo la muerte del joven Moro -dijo Brunetti, y espero la respuesta del periodista.
– ?Asi pues, no fue suicidio? -pregunto este, prescindiendo de cualquier piadosa delicadeza.
– Eso es lo que deseo saber -respondio Brunetti.
Sin vacilar, Avisani declaro espontaneamente:
– Si no fue suicidio, esta claro que la causa es el padre, algo que ver con el.
– Hasta ahi ya habia llegado, Beppe -dijo Brunetti sin asomo de sarcasmo. -Es natural. Perdona. -Pero el informe salio hace mucho tiempo -dijo Brunetti, seguro de que un hombre que se dedicaba al periodismo desde hacia veinte anos seguiria su razonamiento y tambien descartaria el informe como posible causa-. ?Sabes en que trabajaba cuando estaba en el Parlamento?
Se hizo el silencio mientras Avisani exploraba la senda que abria Brunetti con su pregunta.
– Probablemente, tienes razon -dijo al fin, y anadio-: ?Aguardas un momento? -Desde luego. ?Por que? -Debo de tenerlo por aqui, en algun archivo. -?En el ordenador? -pregunto Brunetti. -?Y donde quieres que lo tenga? -rio el periodista-. ?En un cajon?
Brunetti se echo a reir a su vez, como si hubiera querido hacer un chiste.
– Un momento -dijo Avisani. Brunetti oyo el gol-pecito del telefono en una superficie dura.
Estuvo mirando por fa ventana mientras esperaba, sin tratar de imponer orden en la informacion que daba tumbos en su cabeza. Perdio la nocion del tiempo, aunque Avisani tardo bastante mas de un minuto en volver.
– ?Sigues ahi, Guido? -pregunto. -Si.
– No tengo mucho sobre el. Estuvo en el Parlamento tres anos, es decir, un poco menos, hasta que dimitio, pero lo mantenian fuera de la vista. -?Lo mantenian, quienes?
– El partido por el que se presento lo apoyo porque en aquel momento Moro era famoso, y ellos sabian que con el ganarian, pero despues de las elecciones, cuando vieron cuales eran sus ideas en realidad, procuraron esconderlo todo lo posible.
Brunetti habia visto eso otras veces: personas honradas eran elegidas y entraban en el sistema con la esperanza de reformarlo, pero, poco a poco, eran absorbidas por el como los insectos por una planta carnivora. Consciente de que Avisani habia visto muchos mas casos de estos que e!, Brunetti se ahorro los comentarios y, acercandose un bloc, dijo tan solo:
– Me gustaria saber en que comisiones estuvo.
– ?Buscas lo que imagino: alguien con quien hubiera chocado?
– Si.
Avisani lanzo un grunido largo que Brunetti catalogo de especulativo.
– Te dare lo que tengo. Habia una comision de pensiones para campesinos -empezo Avisani, y lo descarto con un simple-: Aqui no hay nada. Son gente menuda. -Y luego-: La comision que superviso el envio de todo aquel material a Albania.
– ?Intervino el ejercito? -pregunto Brunetti.
– No; creo que se hizo a traves de organizaciones beneficas privadas. Caritas y similares.
– ?Que mas?
– Correos.
Brunetti resoplo.
– Y
– ?Que significa?
El periodista no respondio enseguida.
– Probablemente, supervision de los contratos de las empresas proveedoras del ejercito.
– ?Supervision o adjudicacion? -pregunto Brunetti.
– Yo diria que supervision. En realidad, era solo una subcomision, lo que significa que no tenia mas poder que el de elevar sus recomendaciones a la comision en si. ?Crees que pueda ser eso?
– No estoy seguro de que haya un «eso» -respondio Brunetti vagamente, obligandose ahora a recordar que su amigo era miembro de la prensa.
Con estudiada paciencia, Avisan! dijo:
– Te pregunto como amigo curioso, Guido, no como periodista.
Bruneiti se rio con alivio:
– Parece una posibilidad mas verosimil que algo relacionado con la comision de Correos; los carteros no son muy violentos.
– No; solo en Norteamerica -dijo Avisani.
Se hizo un silencio un poco incomodo, porque los dos eran conscientes del conflicto existente entre sus respectivas profesiones y su amistad. Luego, Avisani dijo:
– ?Quieres que siga buscando?
Brunetti no encontraba la manera de decirlo. Al fin apunto:
– Si pudieras hacerlo con delicadeza.
– Si aun estoy vivo es porque hago las cosas cor. delicadeza, Guido -dijo Avisani sin buscar la nota humoristica, se despidio en un tono que no se distinguia por la cordialidad y colgo.
Brunetti llamo a la
– Me gustaria agregar otro apartado a su… -aqui se interrumpio, porque no sabia como llamar a lo que hacia ella-, su trabajo de documentacion.
– ?Si, senor?
– ?No podria ser mas explicito?
– Conseguir dinero y gastarlo -empezo el, y entonces le vino a la memoria una frase que solia citar Paola. La ahuyento y agrego-: Para los militares. Era una de las comisiones en las que estaba Moro.
– ?Caramba, milagro! -exclamo ella-. ?Como seria posible?
Al oir esta manifestacion de sincero asombro, Brunetti se pregunto cuanto tardaria en explicar a un extranjero tal reaccion, que presuponia la honradez de Moro al tiempo que expresaba sorpresa porque se hubiera designado a un hombre honrado para formar parte de una comision que podia influir en la asignacion de importantes sumas de fondos publicos
– No tengo ni idea. A ver si encuentra quienes eran los otros miembros de la comision.
– Si, senor. Es facil acceder a los archivos del Gobierno -dijo ella, mientras el especulaba sobre el grado exacto de criminalidad que podia encerrar tal verbo.
El miro el reloj y pregunto:
– ?Salgo a almorzar o espero?
– Almuerce, comisario -le aconsejo ella, y colgo. Brunetti bajo a Testiere, donde el dueno siempre le encontraba un hueco, y tomo un
Brunetti se paro en la puerta del despacho de la