pecho, un hombro apoyado en el marco de la ventana y un pie delante del otro. El, que la veia de perfil, observo que bajaba la cabeza y cerraba los ojos un instante mas de lo necesario. Los abrio, aspiro profundamente hinchando el pecho
Pasaron tres segundos. Paola le habia dicho una vez que, en los momentos en los que una persona necesita consuelo, los irlandeses suelen decir «Siento tus penas», y Brunetti ya tenia la frase a flor de labios cuando ella dio un paso hacia la mesa y dijo, tratando de sonreir:
– Ya lo tengo todo -pero lo decia en el tono del que no tiene nada.
Pasaron otros tres segundos, y el se acerco a la mesa a su vez, suscribiendo el tacito acuerdo de silenciar lo ocurrido.
Brunetti vio encima de la mesa dos montones de papeles. Ella, de pie, senalo uno de ellos:
– Esa es la lista de los alumnos hijos de militares o de funcionarios del Gobierno; es el unico dato de los chicos por el que me he guiado. Debajo esta la lista de los profesores, con indicacion de la rama del ejercito en la que sirvieron y el grado que alcanzaron. Y, debajo de todo, la lista de los hombres que estaban con el
Pudo mas la curiosidad que la sensatez, y Brunetti pregunto:
– Excelente. Pero ahora digame, ?de donde saca usted todo eso? -Como ella no contestara, el levanto la mano derecha y dijo-: Prometo por la salud de la persona de mi familia que usted designe, que no revelare nada de lo que me diga, que lo olvidare al instante y que el teniente Scarpa no conseguira arrancarme el secreto sean cuales fueren los medios que empleare para hacerme cantar.
Ella parecio reflexionar.
– ?Ni con las mas terribles amenazas?
– ?Como la de invitarme a una copa?
– Peor que eso: a cenar.
– Sere fuerte.
Ella capitulo:
– Hay un modo de acceder a los archivos del personal militar. No se necesita nada mas que el codigo y, a partir de ahi, el numero del individuo. -Puesto que ella habia accedido a brindarle esa informacion, Brunetti se abstuvo de preguntar como habia conseguido el codigo y los numeros-. El Parlamento es facil -agrego ella con desden-. Ahi podria entrar hasta un nino.
El supuso que se referia a los archivos, no al edificio.
– ?Y las listas de la escuela?
Ella lo miro inquisitivamente y el asintio, renovando su voto de silencio.
– Pucetti las robo y me las dio, por si podian sernos utiles.
– ?Ha tenido tiempo de repasarlas?
– Un poco. Hay nombres que estan en mas de una.
– ?Por ejemplo?
Ella saco una hoja de papel del primer monton y senalo dos nombres que habia resaltado en amarillo.
– El
– Expliquemelo -dijo el-. De viva voz es mas rapido.
– El
– ?No le parece un retroceso pasar de un cargo en el Parlamento a dar clase en una academia militar de provincias?
– El
«Archivos internos», repitio Brunetti para sus adentros. ?Donde se detendria esta mujer?
– ?Que dicen los archivos?
– Que varios miembros de la comision no estaban muy satisfechos de la actuacion del
– ?Moro?
– Si.
– Ah, vamos.
– Si, vamos.
– ?No totalmente imparcial en que sentido? -pregunto Brunetti.
– Eso no consta, pero me parece obvio.
– Si; desde luego. -Si el
– ?El
– No; lo es su esposa.
– ?Cuando vinieron a vivir aqui?
– Hace dos anos. Cuando el se retiro.
– ?Tiene idea de cuanto le pagan en la academia?
La
– A la derecha de cada nombre figura el salario.
– Seguramente, tambien cobra pension militar.
– Tambien esta indicado.
Brunetti miro el papel y vio que la suma de la pension del
– No esta mal.
– Se defienden, supongo -dijo ella.
– ?Y la mujer? -Rica.
– ?Que asignaturas ensena el?
– Historia y Teoria Militar.
– ?Y se le conoce alguna peculiar tesitura politica que pueda incidir en su manera de ensenar la Historia?
Ella sonrio por la delicadeza de la formula y respondio:
– Aun no puedo contestar a eso, comisario. Pero tengo un amigo que es sobrino del profesor de Matematicas de la academia, y me ha prometido informarse. Probablemente, no seria dificil adivinar sus ideas -prosiguio-, pero mas valdra asegurarse.
El asintio, aunque ninguno de los dos se hacia ilusiones acerca de la vision de la politica y, por consiguiente, de la Historia, que podia tener un hombre que habia pasado veintidos anos en el ejercito. De todos modos, al igual que la
– ?Y sabe si esos dos hombres estuvieron en contacto mientras alguno de ellos se hallaba en servicio activo?
Ella volvio a sonreir, como si la complaciera su perspicacia, y atrajo hacia si el otro monton de papeles.