– Parece ser que cuando el colonello asesoraba a la comision parlamentaria, el maggior, que acababa de retirarse, estaba en el Consejo de Administracion de Edilan- Forma.

– ?Que es…?

– Una empresa con sede central en Ravenna que suministra a los militares uniformes, botas y mochilas, ademas de otras cosas.

– ?Que otras cosas?

– Todavia no he podido entrar en su ordenador -dijo ella, convencida sin duda de que la conversacion seguia amparada por la promesa de discrecion-. Pero parece ser que suministran todo lo que un soldado puede llevar encima. Tambien podrian subcontr^ar a proveedores de bebidas y productos alimenticios al ejercito.

– ?Y todo ello supone…? -pregunto Brunetti.

– Millones, comisario, millones y millones. Es una mina, o podria serlo. A! fin y al cabo, el ejercito se gasta quince mil millones de euros al ano.

– ?Pero eso es un escandalo! -estallo el.

– No lo es para los que tienen la posibilidad de llevarse un pellizco.

– ?Edilan-Forma?

– Por ejemplo -respondio ella, y entonces volvio a la informacion que habia reunido-. En cierta ocasion, la comision examino los contratos con Edilan-Forma porque uno de sus miembros habia planteado preguntas sobre ellos.

– ?Moro? -inquirio Brunetti, a fin de cerciorarse.

Ella asintio.

– ?Que tipo de preguntas?

– En las actas del Parlamento se hace mencion de los precios de varias partidas, y de las cantidades pedidas -dijo ella.

– ?Y que paso?

– Que, cuando el miembro de la comision dimitio, no se repitieron las preguntas.

– ?Y los contratos?

– Todos se renovaron.

Brunetti se preguntaba si estaria loco, por encontrar todo eso tan normal y tan facil de entender. ?O estarian locos todos los ciudadanos de este pais, por entender que los papeles que la signorina Elettra tenia encima de la mesa solo admitian una lectura? Los fondos publicos estaban ahi para que metiera mano todo el que pudiera, y su saqueo era la suprema prebenda del servidor del Estado. Moro, con su integridad y su ingenuidad transparentes, se habia atrevido a desafiar este principio. Brunetti ya no abrigaba la menor duda de que la respuesta a las preguntas de Moro se la habian dado no a el sino a su familia.

– ?Podria investigar mas de cerca a Toscano y Filippi? Suponiendo que no lo haya hecho ya.

– Precisamente en eso estaba trabajando cuando ha entrado, comisario -dijo ella-. Pero mi amigo de Roma, el que trabaja en los archivos militares, ha sido enviado a Livorno para varios dias y no tendre acceso a sus datos hasta finales de semana.

Absteniendose de recordarle que, cuando el habia entrado, ella estaba en la ventana contemplando tristemente su pasado o su futuro y no trabajando en nada, Brunetti le dio las gracias y volvio a su despacho.

22

Brunetti, ejercitando su fuerza de voluntad, se obligo a permanecer en la questura hasta la hora de salida habitual, dedicado a leer y contrasenar informes. Al cabo de un rato, decidio leer solo uno de cada dos, y despues, uno de cada tres, aunque sin olvidarse de estampar un esmerado «G. B.» al pie de cada uno, incluso de los no leidos. Mientras recorria con la vista las palabras, las columnas de numeros, el torrente interminable de hechos y cifras que tenian con la realidad el mismo parentesco que Anna Anderson con el zar Nicolas II, el pensamiento de Brunetti no se apartaba de Moro.

Antes de salir, llamo a Avisani a Palermo. Nuevamente, el periodista contesto dando su apellido.

– Soy yo, Beppe -dijo Brunetti. -Si no ha pasado ni un dia, Guido. Dame tiempo, ?no? -dijo el periodista con mordacidad.

– No llamo para achuchar, Beppe, creeme. Es que quiero anadir dos nombres a la lista -empezo Brunetti. Sin dar a Avisani tiempo de protestar, prosiguio-: Co?o-nello Giovanni Toscano y maggior Marcello Filippi.

Al cabo de un rato, Avisani dijo: -Bien, bien, bien. Donde hay sal hay pimienta; donde hay aceite hay vinagre; donde hay humo hay fuego…

– ?Y donde esta Toscano esta Filippi, imagino? -pregunto Brunetti.

– Exactamente. ?Como te has tropezado con esos dos? -Moro -dijo Brunetti escuetamente-. Los dos estaban involucrados en la comision en la que trabajaba Moro cuando dejo el Parlamento.

– Ah, si. Procurezza -dijo Avisani, alargando las silabas para saborear su sonido.

– ?Sabes algo? -pregunto Brunetti, aunque estaba seguro de que asi era.

– Se que al colonello Toscano ie instaron a dejar su puesto de asesor de la comision parlamentaria y que, al poco tiempo, dejo el servicio activo en ei ejercito. -?Y Filippi?

– MI impresion es que el maggior comprendio que su posicion se habia hecho muy evidente. -?Que posicion?

– La de marido de la prima del presidente de la empresa que proveia a los paracaidistas de la mayor parte de sus suministros.

– ?Ediian-Forma? -pregunto Brunetti. -Eres un chico aplicado -elogio Avisara. A fuer de sincero, Brunetti hubiera tenido que aclarar que la aplicada era la signorina Elettra, pero creyo preferible no revelar ese detalle a un miembro de la prensa.

– ?Has escrito sobre eso?

– Una y otra vez, Guido -respondio Avisani con enfatica resignacion.

– ?Y que crees que va a hacer la gente? ?Rasgarse las vestiduras, fingir que esa no es la manera en la que tambien ellos hacen sus negocios? ?Recuerdas lo que dijo aquel comico de la television cuando empezaron la investigacion de Mani Pulitd

– ?Que todos eramos culpables de corrupcion y todos deberiamos pasar unos dias en la carcel? -pregunto Brunetti, recordando la vehemente amonestacion que Beppe Grillo hizo a sus conciudadanos. Grillo era un comico, y la gente podia reirse, pero lo que dijo aquella noche no tenia gracia.

– Si -dijo Avisani, recuperando la atencion de Brunetti-. Hace anos que vengo escribiendo articulos sobre eso, y tambien sobre otras agencias del Gobierno, cuya funcion primordial es la de desviar dinero a amigos y parientes. Pero nadie protesta. -Espero la reaccion de Brunetti y repitio-: Y nadie protesta porque todos piensan que un dia puede llegarles a ellos la oportunidad de hacerse con ese dinero facil y que les conviene que el sistema siga tal como esta. Y sigue.

Como Brunetti sabia que esa era la situacion, nada tuvo que objetar a los comentarios de su amigo. Volviendo a la primera observacion de Avisani, pregunto:

– ?Esa es la unica relacion que existe entre los dos?

– No. Se graduaron por la Academia de Modena el mismo ano.

– ?Y despues de aquello? -pregunto Brunetti.

– No lo se. Dudo que tenga importancia. Lo que importa es que se conocian bien y que los dos acabaron interviniendo en los suministros.

– ?Y que los dos se retiraron?

– Si, y casi al mismo tiempo.

– ?Sabes donde esta Filippi? -pregunto Brunetti.

– Creo que ahora vive en Verona. ?Quieres que me informe?

– Si.

Вы читаете Justicia Uniforme
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату