Brunetti comprendia que el muchacho no hablaba en serio.

– Pero usted esta estudiando, preparandose para el futuro, para hacer carrera, supongo que en el ejercito. Tambien tardara anos. ?Eso tampoco importa?

Tras unos segundos de reflexion, el muchacho respondio:

– Es diferente.

– ?En que sentido es diferente? -porfio un Brunetti implacable.

Ahora el muchacho estaba completamente tranquilo, tanto por la naturalidad de la conversacion como por la seriedad con que Brunetti trataba sus respuestas. Se apoyo en la mesa, tomo un paquete de cigarrillos y lo ofrecio a Brunetti, que rehuso. El saco uno y tanteo en la mesa hasta que encontro un encendedor de plastico debajo de una libreta.

Encendio el cigarrillo y arrojo el encendedor a la mesa. Aspiro el humo profundamente. A Brunetti le llamaba la atencion el empeno que ponia el muchacho en aparecer mayor y mas sofisticado de lo que era. Entonces miro fijamente a Brunetti y dijo:

– Porque en musica puedo elegir, y respecto a la escuela, no.

Sin duda eso debia de tener un profundo significado para el muchacho, pero Brunetti no deseaba dedicar mas tiempo a la cuestion, y pregunto:

– ?Como te llamas? -tuteandolo ya como si fuera el hijo de un amigo.

– Giuliano Ruffo -respondio el chico.

Brunetti se presento dando solo su nombre, sin el cargo, y dio un paso adelante con la mano extendida. Ruffo se aparto de la mesa y estrecho la mano de Brunetti.

– ?Conocias al muchacho que ha muerto?

La expresion de Ruffo se demudo, su cuerpo se puso rigido y su cabeza se movio de derecha a izquierda en automatica negacion. Cuando Brunetti se preguntaba como era posible que no conociera a un condiscipulo en una escuela tan pequena, el muchacho dijo:

– Quiero decir que no lo conocia bien. Solo coincidiamos en una clase. -Tambien su voz habia perdido naturalidad: hablaba deprisa, como si deseara distanciarse de sus propias palabras.

– ?Que clase?

– Fisica.

– ?Que otras asignaturas estudias? -pregunto Brunetti-. ?En que curso estas, en segundo?

– Si, senor. Hemos de estudiar Latin y Griego, Matematicas, Ingles e Historia, mas dos asignaturas opcionales.

– ?Y una de las que tu has elegido es Fisica?

– Si, senor.

– ?Y la otra?

La respuesta tardo en llegar. Brunetti penso que el muchacho estaria tratando de adivinar el motivo por el que este hombre le hacia tantas preguntas. Si algun motivo guiaba a Brunetti, el mismo lo ignoraba: en ese momento, no podia sino tratar de hacerse una idea del estilo de la escuela, de captar el ambiente. Toda la informacion que recogia era inconexa, y su significado no apareceria sino mas adelante, cuando cada pieza pudiera verse como parte de un esquema general.

El chico aplasto el cigarrillo, miro el paquete, pero no encendio otro.

– ?Cual es la otra asignatura? -insistio Brunetti.

A pesar suyo, como el que confiesa una debilidad, Ruffo respondio al fin:

– Musica.

– Bravo -fue la espontanea reaccion de Brunetti.

– ?Por que lo dice, senor? -pregunto el muchacho con expectacion. O quiza era solo alivio por esta desviacion hacia un tema neutral.

La respuesta de Brunetti habia sido visceral, y ahora le parecia que tenia que meditar la respuesta.

– Yo leo mucha historia -empezo-, y buena parte de la historia es historia militar. -El chico movio la cabeza de arriba abajo, animandole a continuar-. Y con frecuencia los historiadores dicen que los soldados solo saben de una cosa. -Ruffo volvio a asentir-. Y por mucho que sepan de esa sola cosa, la guerra, no es suficiente. Han de saber de otras cosas. -Sonrio al muchacho, que le sonrio a su vez-. Es su punto flaco, conocer una sola cosa.

– Me gustaria que le dijera eso a mi abuelo.

– ?El no lo cree asi?

– No; el no quiere ni oir la palabra «musica»; por lo menos, de mis labios.

– ?Que le gustaria oir… que has tenido un duelo? -pregunto Brunetti, sin reparos en minar la autoridad del abuelo.

– Eso le encantaria, sobre todo, si fuera a sable.

– ?Y volvias a casa con una cicatriz en la mejilla? -apunto Brunetti.

Los dos se echaron a reir ante semejante absurdo, y fue asi, bromeando amigablemente a costa de la tradicion militar, como los encontro el comandante Bembo.

4

– ?Ruffo! -ladro una voz desde detras de Brunetti.

La sonrisa del muchacho se borro y el se puso tan rigido como uno de los postes de la laguna, dando un taconazo mientras sus dedos rozaban la frente en instantaneo saludo.

– ?Que hace aqui? -inquirio Bembo.

– A esta hora no tengo clase, comandante -respondio Ruffo mirando al frente.

– ?Y que estaba haciendo?

– Estaba hablando con este caballero, senor -dijo el muchacho, todavia con la mirada fija en la pared del fondo.

– ?Quien le ha autorizado a hablar con el?

La cara de Ruffo era una mascara. No intento siquiera contestar.

– ?Bien? -apremio Bembo con voz aun mas tensa.

Brunetti se volvio hacia el comandante y saludo su llegada moviendo la cabeza ligeramente de arriba abajo. En tono afable, pregunto:

– ?Necesita autorizacion para hablar con la policia?

– Es menor de edad -dijo Bembo.

– Me parece que no le sigo -dijo Brunetti, poniendo buen cuidado en sonreir para mostrar su desconcierto. Hubiera podido entender que Bembo invocara un principio de disciplina o un reglamento segun el cual un cadete solo pudiera responder a un superior directo, pero citar la edad del muchacho como impedimento para hablar con la policia denotaba, en opinion de Brunetti, una atencion exagerada por las minucias legales-. No entiendo que la edad del cadete Ruffo pueda importar.

– Importa, porque usted solo puede hablar con el en presencia de sus padres.

– ?Y eso por que, comandante? -pregunto Brunetti, curioso por oir la explicacion de Bembo.

Este tardo unos segundos en encontrarla. Finalmente, dijo:

– Para tener la seguridad de que comprende las preguntas.

Semejante duda acerca de la facultad del muchacho para comprender unas simples preguntas no hablaba muy alto en favor de la calidad de la ensenanza que ofrecia la escuela. Brunetti se volvio hacia el cadete, que seguia en posicion de firmes, con los brazos pegados a los costados y el menton renido con el cuello de la camisa.

– Cadete, ?ha entendido mis preguntas?

– No lo se, senor -respondio el muchacho, sin apartar la mirada de la pared.

– Hablabamos de sus clases, comandante -dijo Brunetti-. El cadete Ruffo me decia lo mucho que le gusta la Fisica.

– ?Es verdad eso, Ruffo? -pregunto el comandante, manifestando claramente y sin escrupulos sus dudas acerca de la veracidad de las palabras de Brunetti.

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