– Si, senor -respondio el muchacho-. Le decia a este caballero que tengo dos asignaturas opcionales y lo mucho que me gustan.
– ?Y las obligatorias no le gustan? -pregunto Bembo. Y a Brunetti-: ?Se ha quejado de ellas?
– No -respondio Brunetti tranquilamente-. No hemos hablado de ellas. -Se preguntaba por que preocuparia tanto a Bembo la posibilidad de que un alumno hiciera un comentario negativo sobre sus clases. ?Que otra cosa cabia esperar?
– Puede irse, Ruffo -dijo Bembo bruscamente.
El muchacho saludo y, sin mirar a Brunetti, salio de la habitacion dejando la puerta abierta.
– Le agradecere que, antes de interrogar a algun otro de mis cadetes, me lo haga saber -dijo Bembo agriamente.
Brunetti creyo preferible no discutir y se mostro de acuerdo. El comandante se volvio hacia la puerta, se detuvo un momento, como para decir algo mas, pero desistio y se fue.
Brunetti, al encontrarse solo en la habitacion de Ruffo, en cierto modo, se sintio como un invitado y, por consiguiente, sujeto a las leyes de la hospitalidad, una de las cuales es la de no abusar de la confianza del anfitrion invadiendo su intimidad. Pero lo primero que hizo fue abrir el cajon central del escritorio y sacar todos los papeles. La mayoria eran notas y borradores de redacciones. Habia tambien varias cartas.
Abrio las puertas del armario contiguo al escritorio de Ruffo y registro los bolsillos de las chaquetas alli colgadas, que solo contenian unas monedas y billetes de
Impresionado una vez mas por la pulcritud de la habitacion y la precision casi quirurgica con la que estaba hecha la cama, Brunetti acaricio durante un momento la idea de narcotizar a su hijo Raffi, traerlo aqui y matricularlo; pero, al recordar que era lo que lo habia traido a el a esta habitacion, se desvanecio de su animo aquella rafaga de frivolidad.
Las otras habitaciones estaban vacias o, por lo menos, nadie respondio a su llamada, y Brunetti volvio a los aseos en los que se habia encontrado el cadaver. El equipo del laboratorio estaba trabajando y el cuerpo seguia tendido alli, ahora totalmente cubierto con la oscura capa de lana.
– ?Quien ha cortado la cuerda? -pregunto Santini al ver a Brunetti.
– Vianello.
– No debio hacerlo -dijo otro tecnico desde el fondo de los aseos.
– Eso mismo me ha dicho el -respondio Brunetti.
Santini se encogio de hombros.
– Yo hubiera hecho lo mismo.
Dos de los hombres lanzaron grunidos de asentimiento.
Brunetti iba a preguntar a los del equipo que creian que habia ocurrido, cuando oyo pasos. Al volver la cabeza, vio al
Venturi, por lo general insensible a los sentimientos humanos que no lo tuvieran a el como destinatario, se acerco al cadaver y deposito el maletin junto a la cabeza. Puso una rodilla en el suelo y levanto la punta de la capa de la cara del chico.
Brunetti desvio la mirada, hacia las duchas, donde Pedone, el ayudante de Sentini, apuntaba con un pulverizador de plastico hacia la parte alta de la pared de mano derecha. Brunetti le vio rociar las paredes con pequenas nubes de un polvo gris oscuro, avanzando cuidadosamente de izquierda a derecha, y volver al punto de partida para repetir el proceso unos veinte centimetros mas abajo.
Cuando estuvieron cubiertas todas las paredes, Venturi ya estaba otra vez de pie. Brunetti vio que habia dejado la cara del muchacho al descubierto.
– ?Quien lo ha bajado? -fue lo primero que pregunto el medico.
– Uno de mis hombres. Por orden mia -respondio Brunetti agachandose a cubrir la cara del chico con el borde de la capa. Al levantarse miro a Venturi sin decir nada.
– ?Por que?
Brunetti hizo caso omiso de tan zafia pregunta, irritado por tener que hablar con un hombre capaz de formularla.
– ?Le parece que ha sido suicidio? -pregunto.
El tiempo que Venturi se tomo en responder hizo patente que pretendia intercambiar descortesias con Brunetti, pero cuando Santini se volvio hacia el con un apremiante «?Y bien?», el medico respondio:
– Sobre eso no podre pronunciarme hasta que lo haya visto por dentro. -Y, dirigiendose a Santini-: ?Habia cerca alguna silla, algo a lo que pudiera subirse?
Uno de los otros tecnicos dijo:
– Una silla. Estaba en la ducha.
– ?No la habra movido, verdad? -le increpo Venturi.
– La he fotografiado -respondio el hombre articulando las palabras con glacial claridad-. Ocho veces, creo. Despues Pedone ha sacado las huellas. Luego la he retirado para que no le estorbara cuando espolvoreara la cabina de la ducha. -Senalo con el menton una silla de madera que estaba delante de uno de los lavabos y agrego-: Es esa.
El medico ni la miro.
– Le enviare el informe en cuanto termine -dijo a Brunetti, recogio el maletin y se fue.
Cuando se apago e! sonido de los pasos de Venturi, Brunetti pregunto a Santini:
– ?Usted que opina?
–
– ?Usted cree?
– Probablemente. Es el instinto: por mucho que deseen morir, el cuerpo se resiste.
Pedone, que habia estado escuchando la conversacion, agrego:
– Esto esta limpio, comisario. No hay senales de lucha, si es eso lo que le interesa.
Cuando vio que su companero no decia mas, Santini prosiguio:
– Es lo que hacen todos, comisario, cuando se ahorcan. Puede creerme. Si tienen cerca una pared, tratan de agarrarse; no pueden evitarlo.
– Asi es como se matan los chicos, ?no?, ahorcandose -dijo Brunetti sin mirar a Moro.
– Mas que las chicas, si -convino Santini. Con un filo de colera en la voz pregunto-: ?Cuantos anos tenia? ?Diecisiete? ?Dieciocho? ?Como pudo hacer eso?
– Sabe Dios -dijo Brunetti.
– Dios no ha tenido nada que ver con esto -dijo Santini secamente, sin dejar claro si su observacion cuestionaba la misericordia de la divinidad o su mera existencia. Santini salio al pasillo, donde esperaban dos sanitarios vestidos de blanco, con una camilla enrollada y apoyada en la pared entre los dos.
– Ya pueden llevarselo -dijo. Se quedo fuera mientras los hombres entraban en los aseos, ponian al muchacho en la camilla y se lo llevaban. Cuando pasaban por delante de Santini, este levanto una mano y los hombres se pararon. El se agacho, tomo el extremo de la capa azul marino que se arrastraba por el suelo detras de la camilla y lo puso debajo de la pierna del chico. Entonces dijo a los sanitarios que lo llevaran a la lancha.